martes, 26 de noviembre de 2019

LAS DISCREPANCIAS QUE TUVE CON EL DIPUTADO ZELAYA SELIGMAN


Por Joaquín Rivera Larios 




Durante mi desempeño como Delegado Departamental de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) en San Vicente (julio de 1993-mayo de 1995), una de las figuras políticas con las que colisioné por la cercanía geográfica, fue el ingeniero Carlos Valentín Zelaya Seligman, diputado por la Circunscripción Nacional en la Legislatura 1994-1997 y reelecto para la Legislatura 1997-2000.

Era Ingeniero Agrónomo y Civil, director departamental de Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), antes de recalar en el Congreso fungió como asesor del Ingenio Jiboa y Juez Segundo de Paz de la cabera departamental de San Vicente. Fue miembro de las Comisiones de Obras Públicas, de Defensa, Gracia y Excusas de la Asamblea Legislativa.

El local de ARENA en San Vicente estaba a la par de la Delegación Departamental de la PDDH sobre la segunda Avenida Norte, frente a la sede de ANTEL (a una cuadra antes de llegar a Catedral), justo en el espacio que ahora ocupa Super Selectos y como era natural se aglutinaban en períodos electorales gran cantidad de activistas que merodeaban nuestra oficina.
                                                    


Antes la vinculación de la política partidaria con la judicatura era mucho más clara que hoy. Humberto Costa, miembro del Consejo de Gobierno Revolucionario (1948-1950) y luego Vicepresidente de la República en el gobierno de José María Lemus (1956-1960), Francisco José Guerrero reconocido dirigente del Partido de Conciliación Nacional (PCN) y Vicepresidente de la República (1962), y Gabriel Mauricio Gutiérrez Castro, también  Vicepresidente de la República por el partido ARENA (1982-1984), fueron Presidentes de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

                                                
Ello explica que Carlos Valentín Zelaya Seligman, siendo ingeniero agrónomo, haya sido Juez Segundo de Paz bajo una CSJ presidida por Francisco José Guerrero (1984-1989) y Mauricio Gutiérrez Castro (1989-1994), dado que el artículo 180 de la Constitución de 1983 no había sido reformado y establecía que los jueces paz durarían en sus funciones dos años y no exigía que fuesen abogados, por ende en esa época no formaban parte de la carrera judicial.


La primera vez que lo vi fue en el estadio vicentino, en un evento de la Quinta Brigada de Infantería, se identificó conmigo como Asesor del Ingenio Jiboa. Me comentó que a principios de los noventa había sido Juez de Paz. Zelaya Seeligman era un hombre con un carácter firme, recio, aguerrido, resuelto, que no se amedrentaba por nada ni nadie. Con sus botas y sombrero, lo vi verificar el 20 de marzo de 1994 las elecciones en Tecoluca, territorio dominado por el FMLN desde la guerra, cuando todavía estaban humeantes las rencillas del conflicto.


Luego alterné con él en un par de eventos en la gobernación departamental de San Vicente, presidida por doña Blanca Lidia Avalos de Angulo, época en la que campeaba la alcaldesa Gladys Haydee Santamaría de Jaimes. En uno de estos encuentros me ratificó la preponderancia histórica del mayor Roberto d’Aubuisson, pero según su criterio, con excepción del mayor, los militares no eran muy bien vistos en el partido, porque querían imponer su don de mando sobre los civiles.

                                            




Cierta vez íbamos a hacer una diligencia con unos usuarios que eran reconocidos miembros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), quienes subieron al vehículo institucional, en medio de un pelotón de activistas tricolores que comenzaron a zarandear el automotor como queriéndolo volcar con los asustados miembros del partido de izquierda adentro. Luego de unos minutos la turba enardecida al fragor de la campaña, se sosegó y desistió de su propósito.

Horas después del percance me reuní con el ingeniero Zelaya Seligman y me manifestó que era una acción natural en campaña, a lo que repliqué que informaría a la sede central de la PDDH de la agresión y él me contestó con un lapidario: “Haga lo que usted quiera”.

Posteriormente, tuve otra desavenencia con el diputado. Preguntó por mí y me dejó unos retratos del presidente de la República, doctor Armando Calderón Sol, yo se los recibí, agradeciéndole el gesto, pero no los colgué como el parlamentario pretendía. Una buena vez me preguntó por qué no había colgado los retratos y le explique la PDDH era independiente, que no era una entidad que estuviera bajo la égida del Órgano Ejecutivo, más bien éramos una institución de control, colocarlos era dar un mal mensaje a nuestros usuarios. El incidente no pasó a más

Como el parlamentario venía de trabajar de Asesor en el Ingenio Jiboa, algunos activistas de ARENA, tenían el sueño de entrar a trabajar en el Ingenio que era como conquistar “el sueño Americano en San Vicente”, por las altas prestaciones y salarios que estos servidores recibían en comparación con los demás trabajadores de la zona. No dudo que ayudó a ingresar al Ingenio a algunos de los militantes como expresión de gratitud por su trabajo proselitista.

Y tuvo otro gesto de nobleza: enterrar con honores a un humilde ancianito de aproximadamente noventa años, que cuidaba el local de ARENA, su ataúd fue cubierto con la bandera tricolor y en los principales rotativos se divulgó que había muerto un fundador del Partido. Tuvo la deferencia de asistir a los eventos que organizaba la Delegación de la PDDH a los que se le invitaba, entre ellos la Primera Fiesta de la Amistad Penitenciaria el 11 de febrero de 1995.

En diciembre de 1994 recibí la llamada del licenciado Luis Fernando Avelar Bermudez, Secretario General de la PDDH, pidiéndome una investigación, porque el carro del parlamentario Zelaya Seeligman, había sido ametrallado. Me reuní con el diputado, y éste me confirmó que en efecto su vida estaba en riesgo, que sabía que tenía enemigos que pretendían separarlo del tinglado político, que un hermano suyo había sido asesinado meses atrás.

Y le plantee que le pidiera seguridad a doña Mercedes Gloria Salguero Gross, entonces Presidenta de la Asamblea Legislativa, y me manifestó que si demostraba que tenía miedo, le podían pedir el cargo, que tenía que hacerle frente a las amenazas. El diputado Zelaya Seeligman viajaba en un sedan blanco, no andaba guardaespaldas, solía viajar con su compañera de vida.

Augurios de muerte se cernían sobre la humanidad del parlamentario, al punto que su compañera de vida, Andrea Umaña,  manifestó a personal de la Delegación que tenía temor de acompañarlo en sus continuos recorridos, pero aquel insistía que debía andar con él.  

La mañana del domingo 23 de marzo de 1997 El Salvador despertó conmocionado por la noticia: el asesinato el día anterior del diputado Carlos Valentín Zelaya Seligman, a causa de heridas penetrantes de cráneo y tórax, hecho ocurrido a las cuatro y treinta de la tarde,   en el Cantón Las Minas, jurisdicción de Apastepeque, San Vicente,  a la altura del kilometro 53, carretera Panamericana,  cerca del Desvío a San Vicente.




Según versiones de la señora Umaña retornaban con el Ing. Zelaya de la ciudad de Apastepeque, al llegar al cantón Las Minas, el diputado observó que el vehículo Toyota Dina placas P 136-233, color amarillo, se había salido de la vía en aparente accidente, por lo que se bajó a prestar auxilio a las supuestas víctimas, entre ellas el presunto homicida, Joaquín Iraheta Rodas, quien le disparó cuando se acercaba. Un reportaje de El Diario de Hoy del 25 de marzo de 1997  especula que el hecho pudo tratarse de una emboscada.     

El Diario de Hoy del 24 de marzo de 1997  dio cuenta que el hijo mayor del congresista del mismo nombre, llegó quince minutos después del crimen al sitio donde fue asesinado su padre. Zelaya dijo que su progenitor le comento hacía unos días que había recibido dos llamadas telefónicas, en las que le decían que iba “a ser sustituido a como diera lugar”, de su cargo como diputado reelecto. Explicó también que durante la campaña tuvo roces con miembros del FMLN y con el candidato suplente, Amado Aguiluz de ARENA.     

También llego a la escena del crimen, la Presidenta del congreso, Gloria Salguero Grosss, quien calificó el hecho como horrible y paradójicamente manifestó desconocer los peligros que corría el legislador al expresar: “No tuvimos ningún tipo de comentario de parte de él, desconocemos los motivos”. 




  
Pienso en los méritos que tienen los que sudan la camiseta por la causa de un partido político, y que muchas veces los triunfos electorales están bañados de sangre. Y entonces recuerdo al ingeniero Carlos Valentín Zelaya Seligman que equivocado o no, vivió, luchó y murió por su partido, que tuvo la gallardía de sortear peligros sin más salvaguarda que sus convicciones, su chaleco antibalas y su revólver, con la quimera de ver ondear la bandera tricolor en territorio enemigo o de hacer prevalecer a su peculiar manera la consigna del Mayor: “¡Primero El Salvador! ¡Segundo El Salvador! ¡Tercero El Salvador!”

1 comentario:

  1. Pero..y quien lo asesino. Y por que? Le recuerdo muy bien llego a la ena a hacer trabajos de investigacion cuando estudiaba ing. Agronomica. Los mas vividos recuerdos los tengo cuando amenizaba tardes tipicas en las escuelas con un sonoro equipo moderno. Despues ya era practicamente una discoteca que amenizaba los populares bailes los dias domingo en el comite de arena. Que hiso para morir abatido a tiros?.

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