Por Joaquín Rivera Larios
Durante mi desempeño como Delegado Departamental de la
Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) en San Vicente
(julio de 1993-mayo de 1995), una de las figuras políticas con las que
colisioné por la cercanía geográfica, fue el ingeniero Carlos Valentín Zelaya
Seligman, diputado por la Circunscripción Nacional en la Legislatura 1994-1997
y reelecto para la Legislatura 1997-2000.
Era Ingeniero Agrónomo y Civil, director departamental de
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), antes de recalar en el Congreso
fungió como asesor del Ingenio Jiboa y Juez Segundo de Paz de la cabera departamental de San Vicente. Fue miembro de las Comisiones de Obras
Públicas, de Defensa, Gracia y Excusas de la Asamblea Legislativa.
El local de ARENA en San Vicente estaba a la par de la
Delegación Departamental de la PDDH sobre la segunda Avenida Norte, frente a la
sede de ANTEL (a una cuadra antes de llegar a Catedral), justo en el espacio
que ahora ocupa Super Selectos y como era natural se aglutinaban en períodos
electorales gran cantidad de activistas que merodeaban nuestra oficina.
Antes la vinculación de la política partidaria con la judicatura era mucho más clara que hoy. Humberto Costa, miembro del Consejo de Gobierno Revolucionario (1948-1950) y luego Vicepresidente de la República en el gobierno de José María Lemus (1956-1960), Francisco José Guerrero reconocido dirigente del Partido de Conciliación Nacional (PCN) y Vicepresidente de la República (1962), y Gabriel Mauricio Gutiérrez Castro, también Vicepresidente de la República por el partido ARENA (1982-1984), fueron Presidentes de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
Ello explica que Carlos Valentín Zelaya Seligman, siendo ingeniero agrónomo, haya sido Juez Segundo de Paz bajo una CSJ presidida por Francisco José Guerrero (1984-1989) y Mauricio Gutiérrez Castro (1989-1994), dado que el artículo 180 de la Constitución de 1983 no había sido reformado y establecía que los jueces paz durarían en sus funciones dos años y no exigía que fuesen abogados, por ende en esa época no formaban parte de la carrera judicial.
La primera vez que lo vi fue en el estadio vicentino, en un
evento de la Quinta Brigada de Infantería, se identificó conmigo como Asesor
del Ingenio Jiboa. Me comentó que a principios de los noventa había sido Juez
de Paz. Zelaya Seeligman era un hombre con un carácter firme, recio, aguerrido,
resuelto, que no se amedrentaba por nada ni nadie. Con sus botas y sombrero, lo
vi verificar el 20 de marzo de 1994 las elecciones en Tecoluca, territorio
dominado por el FMLN desde la guerra, cuando todavía estaban humeantes las
rencillas del conflicto.
Luego alterné con él en un par de eventos en la gobernación
departamental de San Vicente, presidida por doña Blanca Lidia Avalos de Angulo,
época en la que campeaba la alcaldesa Gladys Haydee Santamaría de Jaimes. En
uno de estos encuentros me ratificó la preponderancia histórica del mayor
Roberto d’Aubuisson, pero según su criterio, con excepción del mayor, los
militares no eran muy bien vistos en el partido, porque querían imponer su don
de mando sobre los civiles.
Cierta vez íbamos a hacer una diligencia con unos usuarios
que eran reconocidos miembros del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN), quienes subieron al vehículo institucional, en medio de un
pelotón de activistas tricolores que comenzaron a zarandear el automotor como
queriéndolo volcar con los asustados miembros del partido de izquierda adentro.
Luego de unos minutos la turba enardecida al fragor de la campaña, se sosegó y
desistió de su propósito.
Horas después del percance me reuní con el ingeniero Zelaya
Seligman y me manifestó que era una acción natural en campaña, a lo que
repliqué que informaría a la sede central de la PDDH de la agresión y él me
contestó con un lapidario: “Haga lo que usted quiera”.
Posteriormente, tuve otra desavenencia con el diputado.
Preguntó por mí y me dejó unos retratos del presidente de la República, doctor
Armando Calderón Sol, yo se los recibí, agradeciéndole el gesto, pero no los
colgué como el parlamentario pretendía. Una buena vez me preguntó por qué no
había colgado los retratos y le explique la PDDH era independiente, que no era
una entidad que estuviera bajo la égida del Órgano Ejecutivo, más bien éramos
una institución de control, colocarlos era dar un mal mensaje a nuestros usuarios.
El incidente no pasó a más
Como el parlamentario venía de trabajar de Asesor en el
Ingenio Jiboa, algunos activistas de ARENA, tenían el sueño de entrar a
trabajar en el Ingenio que era como conquistar “el sueño Americano en San
Vicente”, por las altas prestaciones y salarios que estos servidores recibían
en comparación con los demás trabajadores de la zona. No dudo que ayudó a
ingresar al Ingenio a algunos de los militantes como expresión de gratitud por
su trabajo proselitista.
Y tuvo otro gesto de nobleza: enterrar con honores a un
humilde ancianito de aproximadamente noventa años, que cuidaba el local de
ARENA, su ataúd fue cubierto con la bandera tricolor y en los principales
rotativos se divulgó que había muerto un fundador del Partido. Tuvo la
deferencia de asistir a los eventos que organizaba la Delegación de la PDDH a
los que se le invitaba, entre ellos la Primera Fiesta de la Amistad
Penitenciaria el 11 de febrero de 1995.
En diciembre de 1994 recibí la llamada del licenciado Luis
Fernando Avelar Bermudez, Secretario General de la PDDH, pidiéndome una
investigación, porque el carro del parlamentario Zelaya Seeligman, había sido
ametrallado. Me reuní con el diputado, y éste me confirmó que en efecto su vida
estaba en riesgo, que sabía que tenía enemigos que pretendían separarlo del
tinglado político, que un hermano suyo había sido asesinado meses atrás.
Y le plantee que le pidiera seguridad a doña Mercedes Gloria
Salguero Gross, entonces Presidenta de la Asamblea Legislativa, y me manifestó
que si demostraba que tenía miedo, le podían pedir el cargo, que tenía que
hacerle frente a las amenazas. El diputado Zelaya Seeligman viajaba en un sedan
blanco, no andaba guardaespaldas, solía viajar con su compañera de vida.
Augurios de muerte se cernían sobre la humanidad del
parlamentario, al punto que su compañera de vida, Andrea Umaña, manifestó a personal de la Delegación que
tenía temor de acompañarlo en sus continuos recorridos, pero aquel insistía que
debía andar con él.
La mañana del domingo 23 de marzo de 1997 El Salvador
despertó conmocionado por la noticia: el asesinato el día anterior del diputado
Carlos Valentín Zelaya Seligman, a causa de heridas penetrantes de cráneo y
tórax, hecho ocurrido a las cuatro y treinta de la tarde, en el
Cantón Las Minas, jurisdicción de Apastepeque, San Vicente, a la altura del kilometro 53, carretera Panamericana, cerca del Desvío a San Vicente.
Según versiones de la señora Umaña retornaban con el Ing.
Zelaya de la ciudad de Apastepeque, al llegar al cantón Las Minas, el diputado
observó que el vehículo Toyota Dina placas P 136-233, color amarillo, se había salido
de la vía en aparente accidente, por lo que se bajó a prestar auxilio a las
supuestas víctimas, entre ellas el presunto homicida, Joaquín Iraheta Rodas,
quien le disparó cuando se acercaba. Un reportaje de El Diario de Hoy del 25 de marzo de 1997 especula que el hecho pudo tratarse de una
emboscada.
El Diario de Hoy del 24 de marzo de
1997 dio cuenta que el hijo mayor del congresista del mismo
nombre, llegó quince minutos después del crimen al sitio donde fue asesinado su
padre. Zelaya dijo que su progenitor le
comento hacía unos días que había recibido dos llamadas telefónicas, en las que
le decían que iba “a ser sustituido a como diera lugar”, de su cargo como
diputado reelecto. Explicó también que durante la campaña tuvo roces con
miembros del FMLN y con el candidato suplente, Amado Aguiluz de ARENA.
También llego a la escena del crimen,
la Presidenta del congreso, Gloria Salguero Grosss, quien calificó el hecho
como horrible y paradójicamente manifestó desconocer los peligros que corría el
legislador al expresar: “No tuvimos ningún tipo de comentario de parte de él,
desconocemos los motivos”.
Pienso en los méritos que tienen los que sudan la camiseta
por la causa de un partido político, y que muchas veces los triunfos
electorales están bañados de sangre. Y entonces recuerdo al ingeniero Carlos
Valentín Zelaya Seligman que equivocado o no, vivió, luchó y murió por su
partido, que tuvo la gallardía de sortear peligros sin más salvaguarda que sus
convicciones, su chaleco antibalas y su revólver, con la quimera de ver ondear
la bandera tricolor en territorio enemigo o de hacer prevalecer a su peculiar
manera la consigna del Mayor: “¡Primero El Salvador! ¡Segundo El Salvador!
¡Tercero El Salvador!”
Pero..y quien lo asesino. Y por que? Le recuerdo muy bien llego a la ena a hacer trabajos de investigacion cuando estudiaba ing. Agronomica. Los mas vividos recuerdos los tengo cuando amenizaba tardes tipicas en las escuelas con un sonoro equipo moderno. Despues ya era practicamente una discoteca que amenizaba los populares bailes los dias domingo en el comite de arena. Que hiso para morir abatido a tiros?.
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