Cuando abrió sus puertas la Delegación de San Vicente en julio de 1993,
circulaban fuertes rumores que defensores públicos cobraban por sus servicios.
En una reunión de autoridades, la licenciada Vilma Adela Melara, Jueza Segundo
de lo Penal, increpó a la licenciada Irma Elena Paredes de Martínez,
Procuradora Auxiliar Departamental que el nivel de vida de algunos defensores
no correspondía a su salario. Paredes, replicó que algunos
defensores ya tenían comodidades por su condición familiar.
Los rumores se difundieron tanto al grado que me vi obligado a visitar a la Procuradora Auxiliar en su despacho, ubicado en el Barrio El Santuario, y le dije que las mayores especulaciones se
centraban en un defensor específico. Y que por favor hiciera algo para
contrarrestar esta percepción, de lo contrario me vería obligado a hacer del
conocimiento de la situación ante las instancias legales competentes.
Mi gestión tuvo
una secuela inesperada. Invité a un seminario de la PDDH con expositores de
alto nivel (doctores Felipe Villavicencio, Florentín Meléndez, José Ernesto Criollo,
Orsy Melvin Quintanilla Campos) que se desarrolló en septiembre de 1993 al
abogado que más se mencionaba en los supuestos cobros indebidos y esté llegó a
tirarme la invitación a la puerta delegación diciéndome en voz alta que como
tenía el descaro de invitarlo, cuando lo había difamado.
En el trienio del Procurador General de la República, doctor Simón Isidro
Rivera Argueta (1993-1996) tuvimos otra colisión con la Unidad de Defensoría
Pública. Al parecer una directriz emanada del más alto nivel había prohibido
asistir en la defensa a imputados relacionados con delitos sexuales, porque a
juicio de la institución contrariaba su mandato de proteger a la mujer, a la
niñez y por extensión al grupo familiar. En esa época el coordinador de la Unidad era
el licenciado Pedro Carlos Navarro Montes. Tuvimos agrias discusiones en el
sentido que esa prohibición violentada el principio de inviolabilidad de
defensa y la presunción de inocencia.
Un reo que me servía como enlace en mi trabajo de verificación en la
Penitenciaria Oriental fue Roldán Antonio Castillo Campos (QDDG), un abogado que fue condenado por el
Juzgado Primero de lo Penal de Zacatecoluca por lesiones graves en Frida
Guillermina Parduci Peña, hecho ocurrido en San Luis La Herradura el 17 de abril
de 1992. En el proceso que se le siguió apareció como testigo y ofendida
Claudia Mariana Silva Avalos, hija del doctor Héctor Silva, después sería
Alcalde de San Salvador, diputado y finalmente presidente del Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local – FISDL-
La primera comunicación que tuve con Roldán Castillo fue el 24 de septiembre de 1993, con ocasión de una charla
que impartí el Día del Reo (día de la
Virgen de la Merced), durante el cual me
pidió apoyo para echar a andar una asociación de reos a nivel nacional. Posteriormente,
me expresó su proyecto de instalar un taller de mecánica al interior del centro,
iniciativa que comuniqué al Director del penal, y me dijo que no era viable tal
proyecto, porque con soldadura y cierra podían romper las celdas.
Me comentó Roldán Castillo que había sido procesado por el Juez Primero de
lo Penal de Zacatecoluca, Francisco Arturo Pleitez Lemus, con quien había tenido una
riña en un bar, pero éste no acepto excusarse de conocer el proceso y la recusación
fue rechazada. Según consta en la sentencia de casación CPS 02493-94 del 2 de mayo de 1994 también se
le rechazó a los abogados de Roldán una solicitud de cambio de radicación de la
causa.
Después de sustanciar aquel proceso, el Juez Pleitez Lemus murió acuchillado a
manos de miembros de la mara Mao Mao a las siete de la noche del 3 de
septiembre de 1993, cuando llegaba a su residencia ubicada en la Calle a San
Antonio Abad de San Salvador. El primer Procurador para la Defensa de los
Derechos Humanos, Carlos Mauricio Molina Fonseca, visitó a familiares del juez
Pleitez Lemus y les ofreció el apoyo que estuviera a su alcance. A nivel de vox populi se especulaba que Roldan Castillo podía estar detrás de este
hecho de sangre.
A juicio del Director de la Penitenciaria Oriental el reo modelo era el ex sargento
de la Guardia Nacional, Luis Antonio
Colindres Alemán, un tipo alto, un tanto obeso, moreno, muy callado, que había
sido condenado por el homicidio de las tres monjas norteamericanas de la orden
Mariknoll, Maura Clarke, Ita Ford, Dorothy Kazel y la misionera laica, Jean
Donovan el 2 de diciembre de 1980, en una zona rural de Zacatecoluca. Atroz
asesinato que conmocionó a la sociedad estadounidense al grado de interrumpir
la ayuda militar al país en una etapa inicial de la guerra.
El ex sargento Colindres Aleman, era muy emprendedor y trabajaba muebles de
madera. Se decía que adentro
de la cárcel ganaba muy bien. Sin duda su disciplina de militar le servía para
conducirse en la prisión. A contrario sensu, Roldan que era compañero de celda, me decía que Colindres no era tan
buena pieza como lo pintaba el director del penal.
En el programa “Edificando la Paz” que la Delegación transmitió el 25 de mayo de
1995, a través de Radio Lorenzana y los circuitos publicitarios de Radio, Stereo F.C. y Radio Mercurio, entrevisté a
Roldán Castillo y a Edgardo Valdés Guerra, otro interno, quienes abordaron los problemas
que existen en centros penales, como los motines muy frecuentes en los noventa
y a principios del dos mil, la falta de
oportunidades recreativas, laborales, deportivas, los problemas de reinserción social
y laboral de ex privados de libertad. El abordaje que hacían los medios en
aquella época, en el que prevalecían solo los aspectos negativos de la conducta
de los reclusos.
Once años después, Roldan Castillo sería asesinado cuando comía en Carnitas
Kelly sobre la Quinta Avenida Norte de San Salvador, la madrugada del 30 de
noviembre de 2006. Su muerte al parecer tenía relación con un conflicto
familiar derivado por el control de una empresa de préstamos y bienes raíces de
su padre, Gerardo Castillo Cornejo, un viejo prestamista que según el periódico
Factum poseía en 1997 un centenar de propiedades registradas en San Salvador.
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