jueves, 22 de diciembre de 2022

SIN MIEDO A NADA

Por Joaquín Rivera Larios 


Sin duda existe una la relación inversamente proporcional entre el miedo y la fe, cuanto más confianza hemos depositado en Dios, menos temor a los riesgos, peligros o asechanzas tendremos. La cantante cristiana, Lilly Goodman en su alabanza “Sin miedo a nada” retrata el valor que da la fe: “Ni hambre ni dolor/ angustia o traición/me podrán separar de tu amor…Yo vivo sin miedo a nada/ Yo vivo a prueba de toda lanza/Yo sé dónde estaré mañana…”

El miedo, la intranquilidad por los riesgos o peligros reales o imaginarios que nos asechan, se incrementan cuando nuestra alma se desconecta de la luz del Creador, lo que significa que una persona que, a través de su trabajo espiritual (estudio de la palabra, alabanza, la oración, meditación, el ayuno, permanecer activo en una congregación), logra una plena conexión con esa luz, minimiza la aflicción. Debemos reemplazar el miedo por la fe, la zozobra por la tranquilidad.





Sylvester Stallone, a través del épico boxeador Rocky Balboa y una saga de ocho películas desde Rocky (1976) hasta Creed (2018), nos obsequió una filosofía de vida, que aborda la superación, el éxito, la capacidad de resistir golpes, disparando una frase memorable sobre el tema que nos ocupa: “El miedo es como el fuego, si lo controlas, te calentará y te mantendrá vivo, pero si te controla a ti, te quemará y te destruirá".

En medio de la gran crisis financiera mundial de los años treinta del siglo pasado que desato el pánico en la población, al provocar desplome de los ingresos fiscales, el descenso del comercio internacional, caída de los precios de las cosechas, el incremento desempleo y la miseria, el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt expresó: “Nada hay que temer, excepto al miedo”.




Solo una fe vigorosa contribuye a menguar el miedo. ¿Quién no tiene miedo a la pobreza, a la inseguridad, a la pérdida de amor, al desempleo, al rechazo, a hablar en público, a hacer el ridículo, a ciertos animales, a volar, a conducir, al encierro, las tormentas, a la oscuridad, a los ascensores, al esposo, a la esposa, al jefe?

Al referirse a esta emoción que nos desquicia, el actor y cineasta Woody Allen dijo: "El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro". Ese pernicioso compañero le resta fuerza al individuo, le arrebata la confianza, menoscaba su competencia, diezma su asertividad, afecta la productividad individual y nacional, lo mantiene en una zona de confort, le impide tener éxito, genera propensión al fracaso y desasosiego. Con frecuencia tiene su raíz en la indecisión y la duda que producen inseguridad mental.




A veces el miedo genera una barrera o un vallado creada por el mismo sujeto para evitar ser lastimado, probablemente por traumas lesiones emocionales generados desde la infancia. Es una prisión que nos impide ejercer plenamente toda la gama de libertades.

Ahuyenta el amor, la inteligencia, la bondad, vacía la esperanza, que se ven alejados por la perturbación y la angustia que genera este estado. Distorsiona la realidad, al hacer ver las cosas peor de lo que en realidad son. Presenta diversos niveles o grados que van desde la
simple timidez hasta el pánico, pasando por la alarma, el terror.




El dominio de ciertas personas sobre otras con frecuencia descansa en el miedo. Los regímenes dictatoriales o autoritarios han utilizado el terror como mecanismos de control social. La ignorancia engendra miedo, porque los peligros desconocidos son los que generan más temor. El entendimiento desconecta muchos miedos que se nutren de la ignorancia, la superstición o la incomprensión.

Hay que perderle miedo al miedo, porque esta emoción nos debilita a la hora de una negociación, en la que es necesario actuar desde una posición de fuerza. El tímido o cobarde, le cede su puesto al más osado y le concede poder sobre él a alguien más resuelto. Nos hace huir del combate, nos impide llegar a la cima, hace con frecuencia que los riesgos o desgracias aumenten si no se enfrentan o encaren. Someter o conquistar el miedo nos eleva a la categoría de valiente.

Hay que derrotar el espíritu de víctima, no dejes que los ladridos ni los dardos envenados que te lanzan, detengan tu marcha ascendente. Con los ladrillos que te lanzan tus detractores, debes edificar un carácter fuerte que no claudique en el empeño de hacer realidad un propósito noble. Escucha atentamente las criticas solo cuando tengan  ingredientes constructivos que te ayuden a mejorar.   
                                                


El miedo nubla tu talento, aumenta tus partes oscuras, reduce tu campo de maniobra y el valor amplía y aclara tu visión, expande tu ámbito de acción.  Cuanto mayor sea la fe en Dios, tanto mayor será el valor del ser humano para transitar desiertos, a través de la fe el Creador nos capacitará para resistir las pruebas y lograr milagros.

                                                

No todo lo relacionado al miedo es negativo, esta emoción primaria es fundamental para proteger nuestra vida, porque a veces funciona como advertencia. Nos ayuda a regular nuestra conducta, a modo de poder adaptarnos al entorno, nos hace ser precavidos y cuidadosos en los aspectos que son importantes, por ejemplo el control de la ira o prevenir conductas precipitadas, autodestructivas o temerarias.

Salmos 27: 3 nos advierte: “Aunque un ejercito acampe contra mi, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”, porque Dios en su infinita misericordia nos abrirá puertas, romperá ataduras, removerá barreras, proveerá recursos para cumplir sus planes y propósitos en nuestras vidas, en fin, será nuestro defensor en la batalla.



 

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