domingo, 22 de agosto de 2021

EL EFECTO MÁGICO DE LA POESÍA

Por Joaquín Rivera Larios                                              



La poesía con su varita mágica nos permite explorar el inconsciente, revivir, embellecer, transformar eventos de la vida relevantes o cotidianos, extraer enseñanzas y moralejas. Pablo Neruda consideraba el latido de sus versos: “Como una ola hecha de todas las olas”. Todas las artes son poesía, porque todos los artistas buscan impregnar a su obra un efecto poético.

El romanticismo que enarbola la belleza, la emoción, la pasión, el idilio, ha ido perdiendo terreno en un mundo inalámbrico, cimentado en el utilitarismo, el pragmatismo, los valores materiales, una sexualidad manejada de manera cada más explícita y descarnada. A aquel se le ha asociado con la vida bohemia, despreocupada, irracional, libertina, ausente de la acuciante realidad. 

                                                          
                                               
                                                                
No obstante, inyectar una sabia y sana dosis de romanticismo a la existencia, no solo puede ser útil para el autoconocimiento, sino también para entablar relaciones sentimentales sólidas, que echen raíces y perduren.  Y es aquí donde juega un rol preponderante el lenguaje poético que alimenta esa visión de amor idílico que se ha ido marchitando con la avalancha de la modernidad. Alguien dijo: "Los poetas son las antenas del genero humano".




La poesía  nos introduce a la vida espiritual, contribuye a la construcción de identidad verbal y visual al mismo tiempo. Es música y pintura verbales, está indisolublemente unida a la noción de belleza, elegancia, sonoridad, luz deslumbrante y pareciera expandirse a otros ámbitos del quehacer humano.  Un gol finamente ejecutado, decimos que fue un poema de gol. El poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini expresaba que “cuando Pelé toma la pelota el fútbol se convierte en poesía“. A un partido jugado con un alto nivel técnico se le llama recital y a los futbolistas con gran destreza se les llama artistas.

                                                
    

También la poesía está ligada a la noción de canto, uno de los libros de poemas más entrañables de Pablo Neruda es Canto General, trascendió tanto que fue uno de los dos libros que el Che Guevara llevaba en su mochila cuando fue capturado en Bolivia. Dos grandes cantautores mexicanos: José María Napoleón y Joan Sebastian, se les has denominado en su orden “el poeta de la canción” y “el poeta del pueblo”, por la enorme facilidad que tenían para musicalizar sus versos.
                   
    
                                                                         
Octavio Paz afirmó que hay poesía sin poemas; por ejemplo , personas, paisajes y hechos que por su belleza nos mueve a un estado anímico superior. Y es poético-dice Paz-aquello que ha sido tocado por una "condensación del azar o es una cristalización de poderes y circunstancias ajenas a la voluntad creadora del poeta. En este orden de ideas, la vida en general sería poética. "Lo poético es la poesía en estado amorfo", sostuvo el Premio Nobel mexicano 1991.                                 

La poesía con frecuencia es fruto del dolor y las carencias, excepcionalmente es producto de la felicidad. Es una forma de catarsis, de desahogar penas, de curar y sanar heridas. Es una especie de terapia, una herramienta que nos permite perpetuar el instante, la belleza, reinventar, reinterpretar, rebautizar, mejorar la realidad, difuminar los límites entre la realidad y la fantasía.

En este sentido, hay una frase aplicable a la poesía, atribuida al pintor Geoges Braque: “El arte es una herida hecha luz”. En efecto, el artista, rodeado con frecuencia de entornos indiferentes a su quehacer, se ve conminado a convertir en luz las heridas de la vida para que no lo destruyan o al menos a endulzar un poco las situaciones amargas que lo agobian. 

En casi todo poema hay un ingrediente autobiográfico, de ahí que es una expresión artística que nos permite psicoanalizarnos, ya que nos abre una avenida espléndida al autoconocimiento. Nos permite racionalizar nuestras emociones.


                                                                                 
                                                                          
La poesía como todo género literario exige un viaje hacia el interior. El viaje interior supone redescubrir sentimientos, emociones, sensaciones reconstruir el rastro de personas que han enarbolado dones que nos inspiran y sacarlos a luz, con la ilusión de que potenciales lectores se conecten con el mensaje motivador. El poeta reconstruye el dolor, rescata la alegría, le saca una radiografía a la tristeza, se zambulle y navega en estados borrascosos como el enamoramiento, para revelarnos su visión.



Es también un trajinar hacia el exterior, que demanda mantener bien abierta la pupila para captar el zumbido de una aveja, la brisa, el sonido de las olas, el crepúsculo, el desarrollo de las plantas, los detalles de paisajes naturales o urbanos, el fugaz resplandor de un relámpago, con tanta fidelidad como una cámara cinematográfica.                                                                 
                                                               
   
Hay personajes no solo de nuestro entorno cercano, sino también del mundo literario, cinematográfico, político, deportivo, que dejan impresa una huella mágica y abonan con su carisma, donaire o talento, los terrenos de la creación poética. Recuerdo insistentemente las palabras de Gustavo Adolfo Becker: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas/en mi pupila tu pupila azul./¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?/Poesía... eres tú”.




Ciertamente, es la fuerte atracción que genera una musa una de las más poderosas fuentes de la creación literaria, aunque a veces se tarda en repicar las campanas de la inspiración, regularmente llega de noche para explotar de emoción el corazón del artista, contribuyendo a plasmar una idea sublime en el papel, una exquisita sinfonía o una imagen en el lienzo sobre temas de amor y desamor de múltiples matices y colores.
                                                                                
                                
                            

                                                                             
Así, no podemos leer la Divina Comedia de Dante Alighieri, Cancionero de Francesco Petrarca o el poema Nocturno de Manuel Acuña, sin reflexionar sobre la poderosa influencia de las respectivas musas: Beatriz Portinari, Laura de Neves, Rosario de la Peña, que fueron autenticas semillas del genio poético de tan excelsos creadores. Dante ubicó a Beatriz como el ángel de la guarda en el trance del infierno de su famosa obra, Petrarca siguió dedicándole emotivos poemas a Laura después de muerta y se cree que el suicidio de Acuña a los veinticuatro años de edad, tuvo que ver con una depresión derivada de su devoción por Rosario.

Sirvan estas líneas para presentar este compendio de poemas de mi autoría que he aglutinado bajo el título “Soledad en llamas”, justamente porque es en la soledad que han ido cobrando forma estas composiciones, al calor de la pasión representada por el fuego que se manifiesta en ese dialogo interno y en esa búsqueda incesante de palabras bellas para recrear la decepción, la insatisfacción, la ilusión, el amor, fuego abrasador que en lugar de consumir, nos permite construir un universo paralelo al que ya existe.





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