Por Joaquín Rivera Larios
Cuando la televisión blanco y negro era la regla general y el betamax era patrimonio exclusivo de familias pudientes, el cine era el espacio de recreación por excelencia en la ciudad de San Salvador, donde los sitios de sano esparcimiento históricamente se han contado con los dedos de la mano. La primera imagen borrosa que atesoro de una sala de cine es la exhibición de “El Mago de Oz” (1939), protagonizada por Judy Garland en el Teatro Presidente, hacia 1974.
Ciertamente, ver a las divas en los extintos cines era una experiencia intensa, trepidante, única, muy diferentes a las emociones que concita actualmente el DVD o el cable, en gran medida por eso extraño la red de cines que los citadinos perdimos a consecuencia del terremoto y de la crisis que luego se desató sobre ese negocio. Apolo, Libertad, Darío, Central, Paris, Presidente, Iberia, América, Modelo, Capitol, Roxy, Tropicana, Avenida, Deluxe, Regis, Plaza, Jardin, Izalco, Maya, Renovación, Astor, Cinelandia, son solo algunas de las salas de exhibición que quedaron sepultadas en el pasado.
Sophía Loren (Roma, 1934) la leyenda italiana del cine que estelarizo “El Cid” (1961) con Charlton Heston, dijo: “La fantasía del hombre es la mejor arma de la mujer”. El cine y la televisión son fabricas de sueños, alimentan patrones de pensamiento y acción, incrementan nuestra natural adicción a la belleza.
En esa etapa tan fluctuante, el contacto visual con las estrellas del celuloide, desataba emociones contrapuestas: tribulación, deleite, fascinación, perturbación, exaltación, que luego desembocan en un estado de embeleso. Y el morbo se agudiza, cuando los instintos se exasperan, lo que me recuerda una frase del film "Jimmy Neutron: el niño genio" (2001), en el que Jimmy presagio a Carl: "Seremos invadidos por un rio de hormonas que nadie controla, y perseguiremos a la raza femenina contra nuestra propia voluntad".
Esos deseos que con frecuencia se tornan perturbadores, son alimentados por las divas que deslumbran en la pantalla, volviéndose símbolos o estereotipos de belleza ideal, que se convierten en el nun plus ultra del encanto y fijan por ende el estándar con el que solemos cotejar a las féminas atractivas que deambulan en nuestro entorno. Ello revela una vez más que el mundo predominantemente es visual y la primera impresión es la imagen.
Mi predilección hacia las artistas de tez blanca continuo y después
volqué mi admiración hacia Yuri, la reina de la canción juvenil en español a finales de los setenta y a principios de los ochenta. El corazón me estallaba de emoción cuando escuchaba por la radio “Primer amor” (1980): “Cuando estés aquí te adoraré/ Y cuando no estés te añoraré/ Cuando necesite tu calor/ Te buscaré, te buscaré/ Si te encuentras triste llámame/ Que tu soledad alejaré/ Cuando necesites de mi amor/ Acudiré, acudiré…” Por cierto Yuri estelarizó varias películas “Siempre en Domingo”, “Mi verdadera historia”, “Canta chamo”.
Una de las actrices más espectaculares que han desfilado en el cine mexicano y que incrementó el éxito de las sexi comedias fue Lina Santos (Coahuila, 16 de marzo de 1966), quien debutó en el séptimo arte a la edad de veinte años, con el éxito en “Los Lavanderos” (1986). Al igual que Galilea Montijo, Alicia Machado, Ana Berta Lepe, Dayanara Torres, Ximena Navarrete y otras luminarias del espectáculo, se catapultó a la cima del cine gracias al trampolín de los concursos de belleza. Lina fue Miss Coahulia en 1985 y desde ese momento estuvo en el radar de los productores cinematográficos.
Una de las
escenas más intensas y vibrantes del séptimo arte, fue aquel fuerte interrogatorio
policial que sufrió la sensual Sharon Stone (Pensilvania, 10 de marzo de 1958), enfundada en la piel del personaje Catherine Tramell, en el
film “Instintos básicos” (1992), acto
que hizo explotar la sensualidad al máximo en la pantalla grande. Tal film combina magistralmente, el erotismo el
suspenso, el crimen y el misterio, convirtiéndose
Sharon en sex symbol y en una estrella internacional. Gracias a esa película, pasó a la historia por protagonizar una de las
escenas más memorables del cine erótico.
Hay una frase en el el cine que para mí describe esta compleja amalgama de emociones y es la que dice Peter Parker a Mery Jane en Spider-Man I(2002): "Lo mejor de Mary Jane es, cuando le miras a los ojos, y ella te mira a los tuyos, todo lo notas raro, porque te sientes más fuerte y débil al mismo tiempo. Te sientes excitado y al mismo tiempo aterrado. La verdad es que no sabes lo que sientes, excepto el tipo de hombre que deseas ser. Es como si hubieras alcanzado lo inalcanzable y no estabas preparado para ello".
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