Por Joaquín Rivera Larios
En septiembre de 1993 Thalía cobró treinta y cinco mil dólares por su única presentación en El Salvador, estaba lejos de ser la diva que en la actualidad cobra dos millones de dólares por concierto, aun le faltaba mucho para casarse con Tommy Motolla, el magnate de Sony Music, pero ya era una estrella cuyo renombre se había agigantado con su participación estelar en la telenovela “María Mercedes”, curiosamente en agosto y septiembre de aquel año, se embarcó en su primera gira internacional de conciertos denominada "Tour Love", mientras en nuestro país se escenificaba una cruenta huelga en el sistema estatal de salud.
En aquel momento no existían el auge internet, las redes sociales ni de los medios virtuales, el poder Televisa, la casa productora de la telenovela “María Mercedes”, presidida por Emilio Azcarraga Milmo “El Tigre”, era prácticamente omnímodo, tenía el monopolio de la televisión en México y gran influencia en las televisoras de Iberoamérica, e hizo que dicha novela fuera vista en más de 25 países, lo que elevó exponencialmente la popularidad de Thalía que venía de brillar en el grupo juvenil Timbiriche, en que el disputó protagonismo con "la chica dorada”, Paulina Rubio.
Thalía sonaba por los cuatro costados con sus temas “Amarillo azul”, “Saliva”, “Pienso en tí”, “Fuego cruzado”, en una época en la que el gobierno de Alfredo Cristiani Burkard lanzaba una campaña publicitaria con el lema "Seguiremos mejorando", para subrayar los logros alcanzados por su gobierno de cara a la campaña electoral de marzo de 1994. Sin embargo, la huelga iniciada por los trabajadores del Ministerio de Salud el 30 de agosto y que se prolongó durante el mes septiembre de 1993, desnudó las precarias condiciones de los hospitales públicos y los bajos salarios de sus empleados, concentró la atención de todos los sectores sociales y políticos del país durante todo un mes.
Mientras la prensa y la radio anunciaban el concierto de Thalía y el corazón de los fans latía más fuerte conforme se aproximaba la fecha del evento, la huelga coloco en primer plano los exiguos recursos con que contaba el sistema público de salud para atender a la población: 18,276 plazas de personal médico, enfermeras, técnicos y administrativos, distribuidos en 372 establecimientos de salud de los cuales son 15 hospitales, 15 centros de salud, 163 unidades, 150 puestos de salud, 34 puestos Comunitarios y 3 dispensarios.
Rememorando aquella herida y hurgando en la red sobre la única presentación como solista de la protagonista de “María Mercedes” (1992) en nuestro país, me encontré que la agencia United Press Internacional (UPI) un día después del evento divulgó que los organizadores del concierto de Thalía en El Salvador se mostraron sorprendidos con el pliego exigencias, gustos y excentricidades de la diva previos a presentar su show.
Las peticiones incluyeron un espejo de cuerpo entero, una bandeja de frutas y quesos de todo tipo, tres camerinos privados-dos para sus técnicos-en los cuales debería haber 48 bebidas y refrescos ligeros, cinco galones de agua, dos bandejas con frutas variadas, hielo, vasos plásticos y servilletas.
Desde aquel sábado 25 de septiembre de 1993, me he lamentado que las peripecias y contingencias del trabajo me privaron de un gran deleite, me remonto a aquellos días agitados y vuelvo a recordar que mientras me conducía en las carreteras rumbo a los centros de salud y hablaba con los médicos y huelguistas, pensaba en la primorosa imagen de Thalía que en esa época utilizaba flores en el cabello y en el micrófono. Cuando reflexiono como el cumplimiento del deber nos aleja del placer, evoco con nostalgia el recital de Thalía en el Gimnasio Nacional al que no pude asistir.
Thalía sonaba por los cuatro costados con sus temas “Amarillo azul”, “Saliva”, “Pienso en tí”, “Fuego cruzado”, en una época en la que el gobierno de Alfredo Cristiani Burkard lanzaba una campaña publicitaria con el lema "Seguiremos mejorando", para subrayar los logros alcanzados por su gobierno de cara a la campaña electoral de marzo de 1994. Sin embargo, la huelga iniciada por los trabajadores del Ministerio de Salud el 30 de agosto y que se prolongó durante el mes septiembre de 1993, desnudó las precarias condiciones de los hospitales públicos y los bajos salarios de sus empleados, concentró la atención de todos los sectores sociales y políticos del país durante todo un mes.
Mientras la prensa y la radio anunciaban el concierto de Thalía y el corazón de los fans latía más fuerte conforme se aproximaba la fecha del evento, la huelga coloco en primer plano los exiguos recursos con que contaba el sistema público de salud para atender a la población: 18,276 plazas de personal médico, enfermeras, técnicos y administrativos, distribuidos en 372 establecimientos de salud de los cuales son 15 hospitales, 15 centros de salud, 163 unidades, 150 puestos de salud, 34 puestos Comunitarios y 3 dispensarios.
En los anuncios de prensa, Credomatic El Salvador invitaba al concierto a realizarse el sábado 25 de septiembre en el Gimnasio Nacional, con el auspicio de TACA, Hotel Presidente, Club Activo 20-30 Internacional, las entradas tenían precios de 200 colones preferencial, 100 colones costados, 50 colones general, en tanto las organizaciones sindicales, que aglutinan a la mayoría de los trabajadores, exigían la mejora de los equipos médico-quirúrgicos, el abastecimiento de medicinas fundamentales, la gratuidad de los servicios para la población y un aumento de los salarios en un monto de 500 colones.
Como mucho fans salvadoreños de Thalía, me consumían las ansias de ver a la estrella azteca en primera fila y dejarme llevar por su glamour y su donaire, curiosamente por primera vez tenía los recursos para pagar la entrada al concierto. Pero estaba embarcado en una tarea sumamente demandante: verificar la huelga de salud en mi calidad de Delegado Departamental de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y asegurarme que se atendieran las emergencias en hospitales Santa Teresa de Zacatecoluca, Santa Gertrudis de San Vicente, de Cojutepeque y Sensuntepeque.
Como mucho fans salvadoreños de Thalía, me consumían las ansias de ver a la estrella azteca en primera fila y dejarme llevar por su glamour y su donaire, curiosamente por primera vez tenía los recursos para pagar la entrada al concierto. Pero estaba embarcado en una tarea sumamente demandante: verificar la huelga de salud en mi calidad de Delegado Departamental de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y asegurarme que se atendieran las emergencias en hospitales Santa Teresa de Zacatecoluca, Santa Gertrudis de San Vicente, de Cojutepeque y Sensuntepeque.
Albergué la esperanza de que la huelga en los hospitales, me diera un respiro y poder ver a la artista, pero el viernes 24 de septiembre en horas de la tarde, con la diplomacia y la cortesía que lo caracterizaban, el Procurador Adjunto, Agustín García Calderón, quien siete años después sería Presidente de la Corte Suprema de Justicia, me pidió que verificara el cese de labores en los nosocomios de la zona paracentral los días sábabado y domingo y que presentara un informe completo el lunes 27 a primera hora en su despacho.
Rememorando aquella herida y hurgando en la red sobre la única presentación como solista de la protagonista de “María Mercedes” (1992) en nuestro país, me encontré que la agencia United Press Internacional (UPI) un día después del evento divulgó que los organizadores del concierto de Thalía en El Salvador se mostraron sorprendidos con el pliego exigencias, gustos y excentricidades de la diva previos a presentar su show.
Las peticiones incluyeron un espejo de cuerpo entero, una bandeja de frutas y quesos de todo tipo, tres camerinos privados-dos para sus técnicos-en los cuales debería haber 48 bebidas y refrescos ligeros, cinco galones de agua, dos bandejas con frutas variadas, hielo, vasos plásticos y servilletas.
Desde aquel sábado 25 de septiembre de 1993, me he lamentado que las peripecias y contingencias del trabajo me privaron de un gran deleite, me remonto a aquellos días agitados y vuelvo a recordar que mientras me conducía en las carreteras rumbo a los centros de salud y hablaba con los médicos y huelguistas, pensaba en la primorosa imagen de Thalía que en esa época utilizaba flores en el cabello y en el micrófono. Cuando reflexiono como el cumplimiento del deber nos aleja del placer, evoco con nostalgia el recital de Thalía en el Gimnasio Nacional al que no pude asistir.
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