He escrito algunos textos que he publicado en forma artesanal para obsequiar a mis amigas y amigos, y algunos reparos que he escuchado emanan de mi vida personal, del éxito o el fracaso que en mi condición de autor pueda experimentar en algunas áreas de mi propia existencia.
Mi respuesta es que el éxito y el fracaso deben estudiarse y que no solo los que triunfan pueden escribir sobre el éxito, que el fracaso es un campo más enriquecedor y aleccionador. El temor al fracaso no te debe noquear. Si bien es más confortable y seguro estar en el puerto, tu barca fue diseñada para navegar.
Hay que cerrar el ciclo y sanar las heridas y magullones sufridos por los tropiezos. El fracaso es un claroscuro, tiene aspectos sombríos y luminosos, suaves y espinosos, moralizantes y perniciosos. En esta dualidad, los traspiés nos pueden llevar de la amargura de la derrota a la placidez del éxito, si se saben dar los virajes correspondientes.
En efecto, el fracaso bien capitalizado puede fortalecer el carácter y mejorar la autoestima, al salir avantes de una etapa de dolor, saborear la enseñanza que el infortunio deja y la experiencia de implementar cambios, para evitar nuevos deslices.
Nadie obtiene grandes logros, siendo pesimista. El pesimismo engendra debilidad, va de la mano de enfoques negativos de la vida, es motivo de inacción y de estancamiento, cuando no del fracaso. El optimismo genera poder, permite ver oportunidades donde los pesimistas ven obstáculos.
Hay que emprender la tarea, no dejes que el miedo te inmovilice. Solo el que no actúa no comete errores. En la medida que lo intentas una y otra vez, ahuyentas el miedo, adquieres autoconfianza y enrumbas mejor tus pasos. Sólo comete errores el individuo que actúa, que intenta conseguir un futuro mejor. “El que no arriesga, ni gana ni pierde”.
El error nos puede llevar a un descubrimiento a una innovación, a la oportunidad de explorar nuevos caminos y opciones. Estimula la reflexión y el autodescubrimiento. Hay que aprender de los yerros propios y de los ajenos. Mario Benedetti dijo: “La perfección es una pulida colección de errores”.
Ello supone asumir que el tropiezo es la oportunidad de comenzar de nuevo con más conocimiento, comprender que la realidad presenta variables que no pudimos discernir adecuadamente al momento de ejecutar un proyecto. La realidad fluctúa, cambia, presenta situaciones cíclicas, a veces no es el momento propicio para echar a andar un plan. Pero ese conocimiento solo lo da el camino recorrido y la capacidad de análisis y aprendizaje que tengamos.
Es imperioso tener confianza en tus aptitudes (habilidades, talentos, destrezas) y también saber administrar la energía frente al desánimo que genera no lograr las metas a corto o mediano plazo. Como dice el escritor Zig Ziglar: “Tu actitud y no tu aptitud es lo que determinará tu altitud”. Es decir, las aptitudes no abonan en mucho, si no tenemos un carácter fuerte para acometer las tareas, sorteando nubarrones y vicisitudes.
Es preciso levantarse de inmediato después de cada caída. El fracaso puede ser un buen maestro, nos puede ilustrar, siempre que mantengamos el ánimo en alto, la constancia en el propósito, de lo contrario diezmará nuestras fuerzas morales y nos hará desistir. Resulta muy difícil vencer a quien nunca se rinde.
Es maravillosa la moraleja que nos deja la celebre novela “El viejo y el mar” de Ernest Heminway, Premio Nobel de Literatura 1954 que relata la épica lucha de un pescador en su pequeño bote con un gran pez en medio de la soledad del mar y cómo se desvió de la costa hasta llegar a mar adentro. El hombre no está hecho para la derrota -se dijo el viejo pescador en medio de la lucha-. El hombre puede ser destruido, pero no derrotado.
A propósito de ser destruido, pero no derrotado. Traigo a cuenta la gesta heroica de William Wallace, para liberar a Escocia del yugo ingles, motivo por el cual fue ejecutado por los ingleses en 1305 en plena plaza pública, frente a miles de seguidores que pedían piedad, y sus últimas palabras fueron un grito potente de libertad que tuvo eco en futuras generaciones, como puede verse en la película “Corazón valiente” (1995), protagonizada por Mel Gibson. Se puede pensar que con la ejecución de Wallace fracaso su causa, pero fue germen e inspiración para luchas independentistas desatadas posteriormente que concretaron su cometido libertario.
No hay que permitir que nuestros detractores logren que renunciemos a la conquista de nuestros sueños. Lo que prevalece en nuestra sociedad es la crítica destructiva, la que pasa por alto lo bueno y se focaliza solo en lo malo que hayas podido hacer. Y lo que se considera malo se suele criticar de manera cruel y superficial.
Nunca imaginé que en la contraportada de la novela “Numero Cero” del escritor italiano, Humberto Eco, publicada por Editorial Lumen, encontraría una máxima que reforzaría mis alegatos de defensa frente a mis detractores:
“Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores”.
Marcelo Bielsa, el entrenador de futbol argentino que dirige la selección de Uruguay, un verdadero filosofo del deporte Rey y de la vida, dijo: "Los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos; los momentos de mi vida en los que yo he empeorado, tienen que ver con el éxito. El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peor, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes. Si bien competimos para ganar, y trabajo de lo que trabajo porque quiero ganar cuanto compito, si no distinguiera qué es lo realmente formativo y qué es secundario, me estaría equivocando."
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