viernes, 22 de julio de 2022

EL PRIVILEGIO DE SER UNO MISMO

 Por Joaquín Rivera Larios




El mundo necesita cambios, innovación, enriquecerse con nuevas corrientes de pensamiento que arrojen luz sobre los acuciantes problemas que nos aquejan, que aporten nuevas formas de entender los dilemas que enfrentamos, concebir y emprender nuevos esquemas estéticos, políticos, comerciales, organizacionales, empresariales, deportivos para encauzar la vida de la humanidad por mejores derroteros.

                                    

Ese viraje demanda de gente con talentos especiales que no se limiten a repetir las practicas, rutinas, prejuicios, tradiciones de sus antecesores o de sus contemporáneos. A juicio del educador salvadoreño Camilo Campos (1893- 1924), la mayoría de los hombres no piensan, no imaginan, no obran por si mismos, fuerzas exteriores, voluntades ajenas los mueven, son autómatas. Triste condición esa de ser títeres.

                                                  



Tu vida es una obra de arte y tú debes ser el maestro y escultor de tu propia existencia. El mandato de ser original, conlleva al autodescubrimiento y un conocimiento más profundo de nosotros mismos. El axioma socrático de conócete a ti mismo, es el presupuesto necesario para ser tú mismo, y eso supone cultivar la autocritica, es decir, conocer no solo tus potencialidades y talentos, sino también tu oscuridad, tus zonas erróneas, para aminorarlas mediante el esfuerzo tenaz.

El deber ético de ser uno mismo, trae imbíbita la autoconfianza, es decir la fe en nuestras propias capacidades, que descansa en la actitud de pulimentar las cualidades que te hacen diferente, sobre la base del crecimiento constante que conlleva ir convirtiendo mediante un plan de acción las debilidades en fortalezas. Por supuesto que para echar a andar esos ideales de cambio, se requiere energía, pasión y constancia.
                                                                                                                                                                      


Ser uno mismo supone erigir una forma de ser en la medida de lo posible original, para enriquecer con nuestra singularidad el entorno, con aportes positivos a la sociedad en las diferentes áreas de actividad, a fin de cambiar las perspectiva sobre un tema o situación o para abrir sendas al progreso, perfectibilidad o bienestar de la de la especie humana. Solo el que se entrega por completo a una causa benéfica, puede darse cuenta de lo que es capaz. 
                                            

                                       

Vale mencionar tres jóvenes extraídos del santoral católico,  cuyo paso fugaz por esta tierra, no les impidió dejar un gran legado espiritual, por la forma excepcional con que abrazaron la fe cristiana. Me refiero a Domingo Savio (1842-1857), José Sánchez del Río (1913-1928), Carlos Acutis (1991-2006),  quienes  con su conducta, carácter, sabiduría preclara expresada en frases de gran valía,  nos dejaron un testimonio de vida luminoso propio de quienes buscan con devoción ser uno con el Supremo Hacedor.                                               



 ¿Qué es la originalidad? Hay tantas visiones y perspectivas al respecto, dado que es una noción que admite varios significados: es la base para crear algo único mediante un pensamiento independiente crítico, es el arte de descubrir la verdadera voz de uno mismo, esa voz propia y única, cualidad que nos ayuda a desarrollar nuestro propio estilo y personalidad sin plagiar a otros.     

                                        


El hilo conductor de la originalidad es la capacidad creativa, que se gesta de diversas formas, bien sea mediante la formulación de nuevas ideas y conceptos, la asociación de ideas y conceptos que regularmente generan nuevas soluciones. La creatividad descansa a su vez en la inteligencia y la memoria que encuentran campo propicio en la introspección y la soledad. José Ingenieros (1877-1925) sentenció: “El genio se abstrae, el alienado se distrae, la abstracción ausenta de los demás, la distracción ausenta de si mismo”.                                       
                                     


Cabe preguntarse, ¿por qué es tan intimidante ser original? Es porque en el momento en que intentamos seguir el camino menos transitado, hacer algo nuevo o diferente, saltar del acuario de las ideas predominantes, nos exponemos a la posibilidad de ser ridiculizados y censurados. Es el costo lógico de romper con las formas trilladas. Pero el visionario que se adelanta al futuro, tiene más posibilidades de éxito.

Solo alguien con rasgos muy acentuados de originalidad como el poeta guerrillero Roque Dalton(1935-1975), podía insuflar vientos de cambio a la literatura salvadoreña, al abordar la historia, la política, el amor, la revolución, el subdesarrollo, la guerra, la idiosincrasia de sus connacionales, 
con su peculiar estilo incisivo, irónico, humorístico, mordaz e irreverente,  llegando a convertirse en un poeta icónico y en un hombre puente de la cultura salvadoreña con el mundo. 
                                                            

La importancia de ser único la demostró con creces Diego Armando Maradona (1960-2020), quien le dio grandes satisfacciones emocionales a la afición y colmó de orgullo a sus compatriotas con sus genialidades. Sin duda un jugador inteligente, desequilibrante, punzante, que desparramaba magia en las canchas. Su fortaleza y rapidez le permitían escaparse, gambeteando a sus adversarios y llevar peligro a la meta rival, aunque lo tomaran de la camiseta.

Gracias a su picardía, virtuosismo técnico y su férreo carácter, el 22 de julio de 1986 , Maradona elevó su estatus de estrella mundial, a prócer  de Argentina, junto a José de San Martin, luego de reivindicar a su patria de la derrota en la guerra de las Malvinas al liderar el triunfo sobre Inglaterra en el estadio Azteca con dos goles memorables: el gol ilícito más famoso de todos los tiempos (la mano de Dios) y cinco minutos después haciendo regates increíbles eludió a seis jugadores, incluyendo al portero, para consumar su obra maestra considerada el mejor gol en la historia de los Mundiales. 
                                      

 
                         
                                                    
                                        
A veces me pregunto qué sería de la filosofía feminista sin Simone de Beauvoir y su obra cumbre “El Segundo Sexo”, qué sería de la industria cinematográfica de Hollywood sin su máxima diva, Marilyn Monroe, qué sería de la tecnología informática sin Bill Gates y Steve Jobs, de la lucha contra el racismo, sin Rosa Parks, Marin Luther King y Mandela, a ellos debemos que el mundo sea más confortable, menos injusto y aburrido.
                                                    
Todos estos personajes y otra legión de espíritus superiores, no fueron anulados por  el peso del ninguneo y el desdén, antes bien tuvieron la inteligencia y el carácter  de aumentar la suma de bien sobre la faz de la tierra, haciendo prevalecer sus ideales de progreso frente a fuerzas retrogradas. 



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