lunes, 10 de junio de 2024

ELEUTERIO SURIA, EL PADRE DEL AUTOR DE MIS DÍAS

Por Joaquín Rivera Larios



He aquí el retrato restaurado con el auxilio de inteligencia artificial del progenitor de mi padre,  obtenido por una gentil cortesía de su nieto Julio César Villafuerte (1931-2012).  Eleuterio Suria fue hijo legítimo de Francisca Mendoza y Jacinto Suria, casado con Julia Montes, dueño de Panadería El Alba, después Pan Palmera, ubicada en el Barrio Concepción de San Salvador.  

Era originario de Santa Tecla, La Libertad. Tuvo que haber nacido allá por 1873. Tenía 46 años cuando nació mi padre. En el tiempo en que Eleuterio Suria vino al mundo El Salvador era gobernado por el Mariscal de origen guatemalteco, Santiago González (9 de julio de 1872-1 de febrero de 1876).  

Mi progenitor fue concebido en una relación fortuita y furtiva, del empresario panadero con una aprendiz de panadería, Arcadia Rivera (1904-1994), que en esa época frisaba los quince años.



Esa furtiva relación emergió al abrigo de un viaje de su esposa por tierras norteamericanas, pero cuando ésta regresó, aquella joven debió abandonar el lecho por la puerta de atrás, con el producto de la concepción en su vientre. Mi hermano Álvaro en el poema "A mi padre" escribe: “El cinco de agosto de mil novecientos diecinueve/mi padre/se precipitó al mundo/porque dos sombras/ al azar, se atrajeron.”

Quizá esta foto del abuelo explique parcialmente el enigma que para mi rodea la personalidad de mi padre, porque me ayuda a reconstruir su historia. El autor de mis días fue descalzo hasta los quince años y voceador de periódicos para poder sobrevivir. Eleuterio Suria, fue un reconocido empresario, mi padre luchó por serlo.

Procediendo de una cuna tan humilde y habiendo sufrido el látigo de la más despiada pobreza, no me explicaba de dónde había heredado mi padre el gusto por el buen vestir, el buen hablar, los modales refinados, su apasionado amor por la lectura, y sobre todo,  sus sueños de ser un gran empresario e industrial. 

        


Aparte de la vena genética, otro factor dominante que modeló su forma de ser fue el tío Joaquín Rivera (1899-1966), el familiar más culto y distinguido de la primera mitad del siglo XX, a quien mi padre amaba entrañablemente; y desde luego, la época que le toco vivir, en la que no era extraño ver los domingos artesanos impecablemente trajeados, engalanando las plazas, portales y establecimientos de una minúscula ciudad de San Salvador.

La pregunta que surge es ¿Será cierto que gran parte de nuestro ser viene determinado por la genética, independientemente del entorno? Sin duda Eleuterio Suria, tenía estilo y presencia. La hija de él, María Luisa Suria, hermana de mi padre, fallecida en septiembre de 1985, era también una persona muy estimada y elegante.




Eleuterio Suria partió a la eternidad a los 65 años el 3 de diciembre de 1938 en el Barrio Concepción de San Salvador en pleno apogeo del régimen dictatorial de Maximiliano Hernández Martínez, sin haber reconocido a mi progenitor.

Contaba mi padre que cuando él lo fue a ver ya estaba ciego, murió asistido por el médico Arnoldo Hirleman. Su tumba yace en el Cementerio los Ilustres de San Salvador a la par del filántropo y banquero estadounidense, Benjamin Bloom (1873-1951).





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