martes, 1 de enero de 2019

EL PRESIDENTE QUE NO PUDE CONOCER

Por Joaquín Rivera Larios


Corrían los años 1976 y 1977, solía viajar en autobuses con mi hermana mayor Gladys, le escuchaba charlas sobre historia, personajes célebres, sitios arqueológicos, museos, bibliotecas, efemérides de diferente índole, pero de pronto cuando pasábamos por la Avenida España, me decía: “Por aquí deambula un ancianito alto, pálido, flaco, que le dicen ‘Culebra mal parada’, que fue presidente de la República, después del General Martínez…un día lo vamos a ver”.

Era un octogenario, únicamente se comunicaba por escrito, había perdido el habla, ya que a consecuencia de una enfermedad le amputaron la lengua. Acostumbraba ir a pie al centro de San Salvador a ver a sus amigos, desprovisto de los protocolos de seguridad que suelen proteger a los ex presidentes.

Era el expresidente de la República, Coronel Osmín Aguirre y Salinas, nacido en el departamento de San Miguel el 24 de diciembre de 1889, quien gobernó el país con mano de hierro durante un poco más de cuatro meses, del 21 de octubre de 1944 al 28 de febrero de 1945, luego que en una reunión de oficiales obligaran a renunciar al General Andrés Ignacio Menéndez. 

Los miembros de la Asamblea Legislativa fueron citados al Cuartel El Zapote para presenciar la instauración de Aguirre como presidente provisional. Fue Director de la Policía Nacional durante el férreo régimen del General Martínez y miembro del Directorio Cívico del 2 al 4 de diciembre de 1931 que depuso al presidente Arturo Araujo.  

Dirigió el país en un ambiente de fuerte represión, bajo Estado de Sitio y estricta censura a los medios informativos,  conminando al exilio a muchos opositores, incluyendo al doctor Arturo Romero, quien era un fuerte aspirante a la Presidencia de la Republica y al doctor Miguel Tomas Molina, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, para habilitar la elección del candidato único en las elecciones de enero de 1945, General Salvador Castaneda Castro, hombre de confianza de los cafetaleros tradicionales.  


Según la página de Facebook de la Academia de Historia Militar de El Salvador, fue un gobernante progresista, reformista del Poder Ejecutivo y estableció cinco ministerios (Ministerio de Relaciones Exteriores, Ministerio del Interior, Ministerio de Economía, Ministerio de Cultura y  Ministerio de Defensa) además, durante su administración asume medidas en beneficio de la población salvadoreña, entre estas suprimió el descuento de impuestos a las pensiones, jubilaciones, y declaró libre de impuestos a la introducción de algunos artículos de primera necesidad.

Al caer la tarde del 12 de julio de 1977, tan solo doce días después de haber asumido la presidencia el General Carlos Humberto Romero, fue abatido de dos disparos a quemarropa en el tórax frente a su casa ubicada en la 15 Calle Oriente número 117, de San Salvador. Murió cuando era conducido al Hospital Militar. Su nieta Claudia Lorena Aguirre, estaba haciendo tareas cuando oyó los disparos, al abrir la puerta vio a su abuelo tirado boca abajo frente a la acera de su casa. Al día siguiente las FPL se hicieron responsables del asesinato.

En un comunicado que dicho grupo guerrillero hizo llegar a los medios calificaron al militar asesinado de una serie de expatriaciones y crímenes cometidos desde el 20 de octubre de 1944, cuando Osmín Aguirre y Salinas ascendió a la máxima magistratura de la nación, justo después del golpe militar.

                                            


El día 15 de julio el Juez Tercero de Paz de San Salvador, Dr. Héctor Antonio Hernández Turcios, se abocó a la residencia del octogenario y se recolectó la declaración de ofendida de la viuda, Rosa Cardona de Aguirre, quien manifestó que se le hacía difícil creer que su esposo había muerto y que tenía la impresión que estaba cerca de ella. Que no concebía como había gentes que guardaban resentimientos por más de cuarenta años.

Cuando recorro la Avenida España o cuando paso frente a la casa del expresidente, en que se produjo la vendetta, al parecer por crímenes cometidos durante su mandato, lamento que el conflicto atroz, que nos desangró y aquellos dos jóvenes que perpetraron con total alevosía, ventaja y sevicia la muerte del anciano ex gobernante de 87 años, me privaron de la posibilidad de haber conocido en persona a un personaje que tuvo tanta trascendencia para bien o para mal, en la convulsa historia de nuestro terruño azul.

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