martes, 1 de enero de 2019

TIO JOAQUIN

Por Joaquín Rivera Larios



El sol acaricio mi faz por vez primera
mi padre cumplió su promesa a la abuela
de ponerle Joaquín a su último hijo
en homenaje al tío que veneraba

Pero la muerte se llevó a la abuela
un mes antes de mi advenimiento.
De niño veía el imponente retrato del tío
y una valija con papeles viejos de su propiedad.

Oía decir que el tío era un hombre culto,
que fue perito de primera clase,
que entonaba el himno al General Sandino,
y que sentado en una mecedora leía sin cesar.

Escuchaba que era el primero en llegar
a su trabajo y el último en retirarse,
que el Presidente Oscar Osorio lo cesó
por no participar en una marcha conmemorativa.

Sin duda camino con la memoria de mi padre,
lo veo en cada esquina, en cada semáforo,
en cada avenida que transito, pero no puedo
visualizar a mi padre sin que asome la imagen del tío.

Recuerdo con que fervor mi padre cuidaba su tumba
Sus ojos se nublaban al evocar sus gesto de apoyo,
lás lagrimas fluían al recordar aquella mano generosa
que le mostró los libros y lo defendió de los agresores.

No tuve la fortuna de conocer al renombrado tío Joaquín.
Solía verlo vestido de traje y con sombrero en fotos añejas,
posando frente al Palacio Nacional de Guatemala,
pero oigo el eco de sus palabras cálidas y elocuentes.

El 11 de diciembre de 2004 expiró mi padre
lo recuerdo y lo lloro como que fue ayer;
el 22 de agosto de 1966 partió el tío al más allá
y yo siento que ambas muertes me inyectan vida.


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