miércoles, 2 de enero de 2019

MARISOL DORATT: EXITOSA MADRE Y PRESENTADORA

Por Joaquín Rivera Larios 






De lunes a viernes, cenamos con Tele 2. El alto índice de homicidios que rompen récord históricos, el accionar pandilleril en auge y otras cruentas noticias se digieren con menos dificultad, gracias a la imponente y agraciada presencia de Marisol Doratt, quien saltó a los noticieros, catapultada por una exitosa vida en las pasarelas.

Arribó a la TV con la promesa de ser presentadora de noticias, pero al no concretarse la oferta, fungió durante siete años de reportera de Cuatro visión, donde cubrió durante cinco días sin descanso las dantescas escenas de Las Colinas, el epicentro del terremoto del 13 de enero de 2001. También ese año lideró el primer equipo periodístico que se apersonó a cubrir el secuestro y posterior homicidio del niño Gerardo Villeda Katan, en un confuso operativo policial, crimen que sacudió la conciencia colectiva.




Luego tuvo un paso por “Frente a la comunidad”, del noticiero de la mañana de TCS, espacio en el que fungió como vehículo idóneo para canalizar ayuda humanitaria a personas en condiciones de vulnerabilidad. Esa noble labor, sumada a su pasión por las comunicaciones, la apalancó como productora del Programa “Cosas buenas”, que como un pequeño oasis en medio de la inmundicia, divulga las obras benéficas que hacen personas naturales y jurídicas.

                                                            
Marisol ha hecho de la generosidad y el servicio un apostolado que la ha llevado a asistir a la niñez desvalida que sufre toda suerte de quebrantos en nuestros hospitales, pero también ha defendido con 
gallardía la autoestima nacional, inyectándole fe y esperanza a una alicaída selección nacional de fútbol y a su estoica afición que a veces se ve opacada por el pesimismo.





El 13 de noviembre de 2015, un novel equipo salvadoreño que provenía fundamentalmente de la Sub 23, enfrentaba al “Gigante de Concacaf” en el Monumental Estadio Azteca. Minutos previos al partido, en un ambiente muy poco esperanzador, la magnética presencia de Marisol se posicionó del set de Tele 2 para animar a la afición, con una camisola azul y blanco y la siglas ES impresas en el pecho. Y en su cuenta de Twiter presagió un Aztecazo.



Hace un par de años un dilecto amigo subió a la red una foto de Marisol Doratt, en la flor de la edad, cuando era edecán en las carreras de autos en el Jabalí y la etiquetó como la más bella 
presentadora de la televisión salvadoreña. Su belleza muy superior al común denominador, me zarandeó y asentí luego de meditarlo, tan contundente calificativo.


Cuando contemplo a una chica del prototipo de Marisol Doratt, casi por inercia me conecto con la canción de mediados de los 80 del grupo Fandango “Autos, moda y rock and roll”, asocio automáticamente las beldades con el poder político, social, económico, con una vida de sosiego y perenne confort. Me imagino que les extienden una alfombra roja a sus pies. Pero no siempre ocurre así, a veces detrás de esos rostros radiantes subyace una madre abnegada movida por el combustible de un acendrado amor a sus hijos e hijas.

Pocos imaginamos que paralelamente a los espejos, cámaras, reflectores, Marisol cumple una apretada agenda de atención a sus tres vástagos, dos varones y una señorita, de veintiuno, dieciocho y seis años de edad, que inspirados en su progenitora ya pisan su propio sendero de éxitos. Al contrario de lo que a veces ocurre, que el pesado fardo de responsabilidades maternas, opacan, marchitan la belleza física de la progenitora, en Marisol Doratt ocurre lo contrario, sus criaturas le imprimen brillo, fortaleza y motivación.




En efecto, más allá de la agraciada presencia que ilumina la pantalla chica, me impactaron las palabras de madre orgullosa de Marisol al coronar la carrera universitaria de uno de sus hijos: “Era una adolescente cuando me convertí en madre, por eso siempre digo que he sido madre mi vida entera, los desafíos a superar han sido muchos, pero sin dudar puedo darles testimonio que cuando sentía desfallecer, una voz interior me decía sigue, sigue, que tu llevas a tu hijo de la mano, pero yo te llevo en brazos a ti. Dios es fiel, hoy mi hijo André se gradúa de la universidad, les comparto la felicidad de uno de los días más felices de mi vida. No lo olviden Dios es fiel y las madres somos sus mejores soldados”.







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