martes, 6 de agosto de 2019

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ, FIEL A SU PERSONAJE “EL PUMA”




Por Joaquín Rivera Larios

La balada en Latinoamérica durante los años ochenta, estuvo dominada por un artista con un porte y una estampa inconfundibles, cuyo corte de pelo y semblante le valieron el calificativo de “Puma”, dotado de un fuerte temperamento, con un torrente de voz potente, enriquecida de múltiples matices, que al mismo tiempo desgarra, acaricia y emociona. El sucesor legítimo de otra leyenda del canto venezolano, llamado Felipe Pirela.

No solo oírlo cantar es un deleite, sino también percibir la elocuencia de su conversación. Al reparar en sus dones artísticos vemos claramente la huella de sus máximos ídolos: Carlos Gardel, Pedro Infante y Elvis Presley. De José Luis recuerdo bellas canciones positivas que nos invitan a la solidaridad y a la fraternidad, tales como “El himno a la alegría”, y “Agárrense de las manos”, estremecedores temas románticos como “Dueño de nada”, “Voy a perder la cabeza por tu amor”, “Por si volvieras”, “Te conozco”, “Surgió el amor”.





Su madre luchó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lo que la condujo al exilio en Ecuador, junto al cantante y otro hermano de éste, eso lo dejo una inquietud, un propósito por el destino no solamente de Venezuela, sino de Latinoamerica y todo el globo terráqueo. 

En una entrevista con Jaime Bayly (2014) habló del expresidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, a quien le atribuyó una habilidad y capacidad impresionantes. De todos los presidente y príncipes que trató y conoció, lo impresionaron Luis Alberto Lacalle de Uruguay y Carlos Menem de Argentina, a este último lo admiraba por su verso, glamour, sencillez y afabilidad. 
                                              

 
    
Sobre su misión de vida como comunicador social, expresó que no buscaba poder, solo transitar por aquí, tratando de no dañar a nadie, al lado de los que están construyendo, sumando y edificando. En una entrevista con Maite Delgado (1995) expresó: “Quiero transmitir amor, fe y esperanza. Yo soy un transmisor de vibraciones, de emociones, de energía, de decirle a la gente deja tu lecho y anda”.







En un programa televisivo de Venevisión muy revelador “Horangel y los doce del signo” (1994), conducido por el astrologo argentino Horacio German Trigall “, se condensó el perfil de El Puma: “Disciplinado y ambicioso, melancólico inconformista, lo atrae lo difícil, vive prisionero de si mismo”. En este espacio el cantante habló sobre su madre, su infancia la influencia de su representante de Toti Maselli, sus inclinaciones política, su opinión sobre Julio Iglesias, el otro gran cantante de los setenta y ochenta.
                                 
 
    
José Luis que es el último de once hermanos, explicó en el programa que para sostenerse y ayudar a su familia hizo muchas tareas desde pequeño: lavó carros, lustro zapatos, cargó bolsas en el mercado. Rememoró que su madre suplió con amor la falta de juguetes y ropa, le enseñó a escuchar el silencio, que lo enviaba por mandados muy lejos, en ese trajinar desahogaba su timidez y  ensimismamiento  cantando tonadas de Pedro Infante y Carlos Cardel a las piedras por la línea del tren.








Es increíble el frenesí, la euforia que provoca en los artistas la interacción con el público desde el escenario, la cual desata una energía que les altera la adrenalina, para entenderlo probablemente habría que estar en sus zapatos. “El Puma” sostuvo en una entrevista en el programa “Los Imposibles” de Venevisión, que el escenario tiene una adrenalina espectacular, porque aunque no tomes nada y estés cansado, éste te levanta, al punto que cuando sales de allí, sientes que mides como cinco metros de estatura, te crees Superman en un bordo, un volcán, para bajarte de allí tardas dos o tres horas.


Rastreando en la red los contactos que ha tenido José Luis con El Salvador, encontré en la red una página de La Prensa Gráfica del 10 de octubre de 1981, en la que se anunció la posible presentación de El Puma en nuestro país antes del fin de ese año, a raíz de gestiones  del promotor artístico salvadoreño, César Reconco. Junta la noticia aparecía  una foto de El Puma con Reconco, en un estudio de televisión de Caracas, donde acababa de concluir  la filmación de la telenovela "El Ídolo".
                                    
       

Gracias a gestiones directas del entonces presidente José Napoleón Duarte (1984-1989), José Luis Rodríguez lideró el elenco de artistas internacionales, que dieron realce a la cuarta Teletón 20-30 celebrada los días 29 y  30 de noviembre  de 1985 en el Teatro Presidente. A dicho elenco se integraron el presentador argentino Raúl Astor y vedette francesa Brigitte Aubé.  El evento rebasó la meta, alcanzando una recaudación de dos millones treinta mil seiscientos siete colones.        

                                            
    

En compañía de mi hijo Joaquín Eduardo, acudí el sábado 13 de enero de 2007 a un concierto que tuvo lugar en el Estadio Jorge “Mágico” González, en el marco del décimo quinto aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, evento que contó con la presencia estelar de José Luis Rodríguez “El Puma”, y del máximo exponente de la música salvadoreña, Álvaro Torres.




Nunca olvidaré que cuando mi hijo vio al Puma sobre el escenario me dijo “¡Papá, allí está Carlos Gardel!”. Le había hablado tantas veces a mi hijo del cantante argentino de tangos que fue el ídolo de su abuelo, que asociaba su nombre de manera automática. José Luis entonó nuevamente “El himno a la alegría” y “Agárrense de las manos”, tal como lo hizo el 16 de enero de 1992 al pie del Monumento a El Salvador del Mundo, justo el mismo día en que se suscribieron los Acuerdos.

Su estatura de cantante internacional llegó a ser tal que superó el veto de Televisa, por haber abandonado por diferencias con la producción la novela “Tú o nadie” en 1985, que protagonizaría con Lucía Méndez. Cuenta en su libro “El Puma y yo”, la respuesta tajante que le dio Emilio Azcarraga Milmo, dueño del consorcio, mientras el magnate surcaba en su yate costas de Grecia. El descontento fue tal que Lucía Méndez dijo en un programa televisivo que el Puma era cantante, no actor y que éste necesitaba más de Televisa que Televisa de él.




En ese mismo libro relata el impacto político que tuvo su participación en el Festival de Viña del Mar 1988, en plena dictadura del General Augusto Pinochet, cuando un público de treinta mil personas lo ovacionó por varios minutos, exigiendo a gritos que le entregaran otra Gaviota, luego de que ya había recibido una. Ese incidente motivó una frase memorable de El Puma, que se interpretó como un llamado al régimen: "A veces hay que escuchar la voz del pueblo, a veces...". Fue tanta la resonancia de sus palabras que el líder opositor en ese momento Patricio Aylwin, quien en 1990 sucedería a Pinochet en la presidencia, lo fue a despedir al aeropuerto.





Explica José Luis Rodríguez en su libro que su apelativo que ha sido como su segunda piel, lo utilizó por primera vez en la exitosa telenovela “Una muchacha llamada Milagros”, producida por Venevisión en 1973 y protagonizada con José Gabardina y Rebeca González. Narra que se se reunió con la guionista Delia Fiallos, en el Restaurante Los Violines de Miami, y le propuso encarnar el personaje de Omar Contreras, un individuo enigmático y misterioso, cuyo mote se inspiró en la canción de Sandro “Mi amigo El Puma.” Prácticamente el ídolo argentino fue el creador del personaje que lo ha acompañado hasta hoy.

Como el Puma dice las chicharras mueren cantando y el que nace chicharra no tiene otro destino, fiel a esas ideas ha cantado incluso conectado a un tanque de oxígeno, tal como lo hizo Sandro de América, fallecido en enero de 2010. Son artistas consagrados que han estado decididos a morir de pie en un escenario.



Cuando pensamos que no volvería por estos lares, después de un complicado transplante de pulmón, el Puma, volvió a la carga en su gira “Agradecido Tours” y cautivó por enésima vez al público salvadoreño el jueves 25 de julio de 2019 en un hotel capitalino. El reloj marcaba las nueve de la noche y un público eufórico no paraba de corear “el Puma”, “el Puma”, “el Puma”. De pronto las luces de la sala se apagaron y entre aplausos y ovaciones apareció José Luis vestido con un elegante traje oscuro. Al abrir el espectáculo dijo: “Valió la pena, porque ganas no me faltan para recorrer las ciudades. ‘El Puma’ está aquí”.



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