sábado, 7 de septiembre de 2019

PASTOR JOSUE RIVERA: PORTAVOZ DE UN MENSAJE RENDENTOR

Por Joaquín Rivera Larios






Mi hermano mayor, Eduardo Alberto, desde los 15 años fue un cristiano evangélico en cuerpo y alma, que leía e interiorizaba la Biblia con asiduidad, y oraba con verdadera fervor, las iglesias eran su segunda casa. Su comunión con Dios, le comunico un carácter mesurado, sereno, prudente, respetuoso y generoso bajo los cánones de sus arraigadas creencias. En mayo de 1977, tuve el privilegio de ser testigo presencial de su boda en la Iglesia Misión Centroamericana, con Lilian Galvez, quien también ha profesado la misma fe.
                                        

El primer trimestre de 1978 las ansias me consumían por conocer a mi primer sobrino o sobrina, a ninguno de los diez sobrinos restantes, con todo el respeto y cariño que les profeso, los esperé con tanta impaciencia. Y un 31 de marzo nació Eduardo Josué, un inquieto e hiperactivo niño que jugaba a los Pitufos y quería que a su hermana le pusieran Sayaka, igual que la amiga de Koji Kabuto, el 
joven héroe de Mazinger Z.
                                             
           



Un buen tramo de la vida de la Familia Rivera Gálvez ha sido dedicado a cultivar esa comunión con Dios, a través de retiros espirituales, cultos, campañas evangelísticas, casas de paz, jornadas de oración. Mas nunca imaginé que todo ese entorno con influencias tan benéficas, darían cuerpo y visión a un joven pastor, que desde el púlpito de la Iglesia Nueva Familia, fue un forjador e inspirador de una nueva generación de creyentes, transmitiéndole la Palabra redentora de Dios, con el espaldarazo y el peso que le inyecta su propio testimonio.


                                                
He contenido mis lágrimas, cuando oigo sus vibrantes mensajes, impregnados hasta la médula con sus profundos conocimientos de la cultura bíblica y vital que no solo remueven los cimientos de mis erróneas creencias humanísticas, sino que me indican que hay una razón divina más allá de la precaria y rudimentaria razón humana, y me colman de esperanza que una iglesia bien direccionada y con propósitos sanos, puede traer el Reino de Dios a la tierra, con sus benéficos efluvios de paz, gozo, amor y sabiduría. 







Una vez alejado momentáneamente de los púlpitos, Josue Rivera, como una especie de Martin Lutero de la iglesia protestante, se ha dedicado a discurrir sobre la fe, sobre la interpretación de las Sagradas Escrituras a la luz de los tiempos modernos y alejada de propósitos materialistas o utilitarios. En su blog “Sincronía Espiritual”, se empeña en escudriñar el trasfondo de las dudas que lo asaltan sobre el auténtico sentido de la vida cristiana, explorando nuevas formas de caminar con el Supremo Hacedor.

                                            
En su blog cuestiona con argumentos convincentes enseñanzas bíblicas que tradicionalmente se han tenido como verdaderas. Deja entrever que las crisis de fe que puede experimentar un cristiano, puede deber a los conceptos limitados que nos han enseñado de la Divinidad. Expresa que no pretende armonizar la razón y la fe, sino hacer uso de ellas como diferentes peldaños a subir en la escalera del crecimiento y desarrollo espiritual.

Su madre Lilian Gálvez (QDDG) comentó en Facebook: "… mi hijo es un siervo de Dios al cual ama y busca entrañablemente, queriendo encontrar la real intención del corazón del Creador  para la humanidad, no de acuerdo a interpretaciones humanas que han sido pasadas de generación en generación con la intención de controlar al hombre o con deseos mezquinos de obtener riqueza a través de personas con necesidad de Jehová…” 

A juzgar por su talente moral, no cabe duda que Josué Rivera desde el púlpito, desde el aula, desde las redes sociales, desde cualquier trinchera que le toque defender, seguirá bregando incansablemente por edificar una humanidad forjada a la luz del carácter de Cristo.





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