Me llamó la atención que Sally Denisse, de 1.67 m., cabello rojizo, ojos café, del signo Géminis, aparentemente tímida, antes de estudiar Comunicación Social en la Universidad José Simeón Cañas, abrazaba el sueño de ser piloto, para ello se enroló como cadete en la Escuela Militar Gerardo Barrios, viéndose obligada al retiro por una operación a raíz de una hernia de disco.
El Diario de Hoy en un suplemento dedicado al concurso "Miss El Salvador 2003” transcribe las palabras de la candidata: “Me gusta todo lo que genera adrenalina” y luego añade: “En el 2000 pude conocer la cabina de un avión y me dije: ‘Quiero eso para mí’. Pero no en aviones comerciales, donde está todo bajo control, me gustan los aviones de combate”.
La mujer ha estado presente desde la creación de la Fuerza Armada de El Salvador, desempeñando funciones logísticas y de apoyo; en 1971 incursionó en el Servicio de Sanidad Militar, formándose en México en la Escuela Militar de Enfermeras y Escuela Médico Militar. A su regreso se incorporaban a la institución castrense con el grado de subteniente.
En la actualidad las tres ramas de la Fuerza Armada salvadoreña (Ejército, Fuerza Aérea y Fuerza Naval), se han visto engrosadas por la presencia femenina, a nivel de mujeres Oficiales, Suboficiales y de Tropa, habiendo ingresado por primera vez señoritas en la Escuela Militar Capitán General Gerardo Barrios el 15 de enero de 2000 (45 señoritas formaron el contingente inicial), graduándose como subtenientes la primera promoción el 2003. En el 2005 se graduó la primera promoción de licenciadas en Administración Militar. Asimismo, en el 2011 el primer grupo de mujeres soldados se juramentó en la Brigada de Artillería.
En el 2016 la institución armada asciende a la primera mujer con el grado de Sargento, en la categoría de suboficiales, concluyendo que cuenta con personal femenino formado en las categorías de: Oficiales, Suboficiales y Tropa.
No es extraño que las mujeres destaquen en el ámbito castrense, cuestionando así “la esencia androcéntrica” del ser militar, prueba de ello es que en el 2004 la primera antiguedad de la Escuela Militar de nuestro país, que equivale al primer lugar de su promoción, correspondió a Marlene Chicas, que era la sargento del batallón de cadetes, posición que logró entre 52 cadetes en total (incluidas 8 señoritas), tal como como lo revela un reportaje de El Diario de Hoy del 14 junio de ese año titulado “Una mujer es la número uno”.
No es extraño que las mujeres destaquen en el ámbito castrense, cuestionando así “la esencia androcéntrica” del ser militar, prueba de ello es que en el 2004 la primera antiguedad de la Escuela Militar de nuestro país, que equivale al primer lugar de su promoción, correspondió a Marlene Chicas, que era la sargento del batallón de cadetes, posición que logró entre 52 cadetes en total (incluidas 8 señoritas), tal como como lo revela un reportaje de El Diario de Hoy del 14 junio de ese año titulado “Una mujer es la número uno”.
El proceso de feminización de los ejércitos en Latinoamérica ha permitido que en varios países mujeres hayan liderado los ministerios de defensa, así: Nilda Garré (2005-2010) en Argentina, María Cecilia Chacón (2011) en Bolivia, Michelle Bachelet (2002-2004) y Vivianne Blanlot (2006-2007) en Chile; Marta Lucía Ramírez de Rincón (2002-2003) en Colombia; Guadalupe Larriva (2007), Lorena Escudero Durán (2007) y María Fernanda Espinosa (2012-2014) en Ecuador; Martha Ruiz Sevilla (desde 2014) en Nicaragua; Azucena Berrutti en Uruguay (2005-2008) y la almirante Carmen Teresa Meléndez (2013-2014) en Venezuela.
En ejércitos irregulares, como la guerrilla salvadoreña, también tuvieron protagonismo varias mujeres a nivel de comandantes, entre ellas: Guadalupe Martínez, Nidia Díaz, Lorena Peña, Norma Guevara, Melida Anaya Montes, Clara Elizabeth Ramírez, las últimas dos fallecidas. Las tres primeras dejaron constancia de sus vivencias en libros de testimonios: “Cárceles clandestinas de El Salvador” (Guadalupe), “Nunca estuve sola” (Nidia), “Retazos de mi vida” (Lorena). El relato de Lorena Peña es particularmente desgarrador, porque sus dos hermanas mayores Virginia y Ana Margarita se incorporaron a la guerrilla y murieron en el fragor del conflicto.
Hay aspectos castrenses que revisten morbo y excentricidad, como la Guardia Amazónica, que protegía al dictador libio Muamar Gadafi, una fuerza de seguridad personal integrada por doscientas mujeres, elegidas sobre la base de requisitos imprescindibles: ser joven; entre 18 y 25 años, medir al menos 1,70 m., contar con atractivo físico destacable y carecer en absoluto de un carácter excesivamente femenino. Este cuerpo élite muy llamativo y bien entrenado paseaba con el dictador por el mundo en todos sus viajes.
La historia ha invisibilizado o al menos demeritado el valor de las mujeres en la línea de fuego. Para citar solo un ejemplo, entre muchos otros, traigo a cuenta a la prócer ecuatoriana, Manuelita Saenz, considerada pionera del feminismo, a quien se le ha llamado “la Libertadora del Libertador”, porque amó y admiró profundamente a Simón Bolivar y a su vez lo salvó de un intento de asesinato en septiembre de 1828. La participación de Manuelita fue crucial en las batallas decisivas para alcanzar la independencia de Ecuador y Perú, ya que no solo se batió a tiro limpio bajo fuegos enemigos, sino que le brindó a Bolivar apoyo político, se ocupó de los heridos y de la provisión a las tropas.
Aunque algunos sostienen que la incorporación de las mujeres en los ejércitos más que una reivindicación en términos de igualdad con los hombres, ha vuelto a aquellas una pieza más del engranaje militarista, yo pienso que atenúa el arraigado machismo y que si bien todavía campea la discriminación por razones de género, ellas le comunican en alguna medida a una profesión marcada por la rudeza, la fuerza, el verticalismo, el autoritarismo, los valores inherentes a la feminidad: delicadeza, sensibilidad, el humanitarismo y un sentido peculiar de inteligencia.
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