domingo, 3 de enero de 2021

LA FELICIDAD: UN ENFOQUE DESDE EL FUERO INTERIOR

 Por Joaquín Rivera Larios



Recuerdo dos canciones que participaron en los Festivales OTI de la Canción Iberoamericana “La Felicidad” de Gualberto Castro y la “Felicidad está en un rincón de tu corazón”, de Alfredo Alejandro, ganadoras del Festival en 1975 y 1987, representado a México y Venezuela, respectivamente.



La primera canción expresa: “La felicidad no es lugar, no es un puerto, es una forma de navegar, por esta vida que es la mar”. La segunda nos sugiere: “La Felicidad está en un rincón de tu corazón...”; y añade: “…es saber amar, saber perdonar...”, “…es amarte a ti, sin sentir temor”. En las estrofas subsiguientes Alfredo Alejando advierte: “y a menudo al caminar, se confunde el corazón, y encontramos el dolor, al buscar felicidad y amor”, “la felicidad está en un jardín que hay dentro de ti”.



En ambas canciones populares se visualiza un punto medular: que la felicidad es una construcción interior, es una creencia, una opinión y no requiere necesariamente circunstancias externas óptimas o ideales. En este sentido, Epictecto de Frigia sostenía: “La autentica felicidad siempre es independiente de las circunstancias externas. Practica la indiferencia para con las circunstancias externas”.

Pues bien, la felicidad es una armazón o entramado de ideas y creencias positivas y optimistas que nos permiten elevar nuestros pensamientos y sentimientos por encima de un entorno que con frecuencia es hostil y adverso. Es una actitud frente a la vida, es una disposición de ánimo, que nos permite valorar y justipreciar los bienes y aspectos positivos que nos rodean.

                                                          

             

La dicha surge de la postura que nos permite apreciar que el vaso está medio lleno y no medio vacío. Implica asumir la actitud de Chespirito cuando dice: “tómelo por el lado amable”, visualizar las cosas desde el cristal del optimismo, que nos conduce a apreciar oportunidades donde otros ven dificultades, ver luces donde otros ven sombras, vislumbrar ventanas donde otros observan muros, centrarse en apreciar la flor y no las espinas.

El cantante Alfredo Alejandro también nos advierte que podemos confundirnos de camino, y encontrar el dolor, al buscar gozo y amor. Esto sucede cuando nos confundimos en el oropel y en los espejismos del mundo, cuando queremos extasiar nuestros sentidos buscando deleites materiales, buscamos la comunión física con cuerpos vacíos, pero no encontramos el amor y el afecto que es lo que más necesitamos.
                                                                    






Al final de la jornada, terminamos con la vida embargada y extraviada, confundiendo felicidad con la diversión o con placeres fugaces, y dirigiendo la mirada al techo de la casa en condición de entonar aquella canción dedicada a la lucha contras las drogas, popularizada en los años noventa por el dúo Rucks Parker:

“…que te queda después de comprar locura a plazos…tres cuartos de nada, las manos vacías, el lobo feroz se fue cuando dormías, tres cuartos de nada, desechos de un verso, un barco sin puerto, un puerto sin mar”. 




No debemos ver la dicha como una secuencia ininterrumpida de actos, en los que no aparece ni por asomo el infortunio. Lo que debemos hacer es optimizar cada instante de la vida, extrayendo la miel, olvidando la hiel, que entraña cada momento. Al reconocido escritor chileno Roberto Bolaño le preguntaron en una entrevista cuándo había sido más feliz en su vida, y dijo: “Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas”.


En medio de la desolación del terremoto de 1986, se oía en los hogares salvadoreños a Valeria Linch y Marco Antonio Muñiz, entonando una preciosa canción “Para no estar triste en navidad”, y en ella nos invitaban a resurgir, a renacer en navidad, como el ave fénix que no muere, nos exhortaban a desalojar de escombros nuestro interior, haciéndole trampas al dolor, a remendar el corazón, dando la espalda a las nuevas penas y haciendo pedazos todos nuestros fracasos. 



Es preciso no confundir la felicidad con otros estados del ánimo o situaciones, como la diversión, la alegría o el éxito. Para el caso, la dicha es un estado de paz, armonía y satisfacción más o menos permanente, la diversión descansa en pasatiempos o en placeres momentáneos. “Las diversiones son la felicidad de la gente que no sabe pensar”, sostenía Alexander Pope. Salinger hace el siguiente distingo: “La diferencia entre alegría y la felicidad, es que la alegría es un líquido y la felicidad un sólido”. Aristóteles, el filósofo griego, formula una distinción adicional: “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene.”



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