Por Joaquín Rivera Larios
La primera canción expresa: “La felicidad no es lugar, no es un puerto, es una forma de navegar, por esta vida que es la mar”. La segunda nos sugiere: “La Felicidad está en un rincón de tu corazón...”; y añade: “…es saber amar, saber perdonar...”, “…es amarte a ti, sin sentir temor”. En las estrofas subsiguientes Alfredo Alejando advierte: “y a menudo al caminar, se confunde el corazón, y encontramos el dolor, al buscar felicidad y amor”, “la felicidad está en un jardín que hay dentro de ti”.
En ambas canciones populares se visualiza un punto medular: que la felicidad es una construcción interior, es una creencia, una opinión y no requiere necesariamente circunstancias externas óptimas o ideales. En este sentido, Epictecto de Frigia sostenía: “La autentica felicidad siempre es independiente de las circunstancias externas. Practica la indiferencia para con las circunstancias externas”.
Pues bien, la felicidad es una armazón o entramado de ideas y creencias positivas y optimistas que nos permiten elevar nuestros pensamientos y sentimientos por encima de un entorno que con frecuencia es hostil y adverso. Es una actitud frente a la vida, es una disposición de ánimo, que nos permite valorar y justipreciar los bienes y aspectos positivos que nos rodean.
El cantante Alfredo Alejandro también nos advierte que podemos confundirnos de camino, y encontrar el dolor, al buscar gozo y amor. Esto sucede cuando nos confundimos en el oropel y en los espejismos del mundo, cuando queremos extasiar nuestros sentidos buscando deleites materiales, buscamos la comunión física con cuerpos vacíos, pero no encontramos el amor y el afecto que es lo que más necesitamos.
Al final de la jornada, terminamos con la vida embargada y extraviada, confundiendo felicidad con la diversión o con placeres fugaces, y dirigiendo la mirada al techo de la casa en condición de entonar aquella canción dedicada a la lucha contras las drogas, popularizada en los años noventa por el dúo Rucks Parker:
En medio de la desolación del terremoto de 1986, se oía en los hogares salvadoreños a Valeria Linch y Marco Antonio Muñiz, entonando una preciosa canción “Para no estar triste en navidad”, y en ella nos invitaban a resurgir, a renacer en navidad, como el ave fénix que no muere, nos exhortaban a desalojar de escombros nuestro interior, haciéndole trampas al dolor, a remendar el corazón, dando la espalda a las nuevas penas y haciendo pedazos todos nuestros fracasos.
Es preciso no confundir la felicidad con otros estados del ánimo o situaciones, como la diversión, la alegría o el éxito. Para el caso, la dicha es un estado de paz, armonía y satisfacción más o menos permanente, la diversión descansa en pasatiempos o en placeres momentáneos. “Las diversiones son la felicidad de la gente que no sabe pensar”, sostenía Alexander Pope. Salinger hace el siguiente distingo: “La diferencia entre alegría y la felicidad, es que la alegría es un líquido y la felicidad un sólido”. Aristóteles, el filósofo griego, formula una distinción adicional: “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene.”
Gracias bonitas reflexiones, saludos
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