Por Joaquín Rivera Larios
El hecho que no haya sucumbido ante los nocivos y alucinantes efectos del alcohol, no significa que no deba de luchar con la ayuda de un poder superior y de la terapia grupal, para superar adicciones o defectos de carácter que vuelven la vida caótica, ingobernable.
Tan solo he sido un visitante eventual, pero mi breve paso por Alcohólicos Anónimos (AA) me ha bastado para interiorizar que estamos en un callejón con una sola salida: o contrarrestamos las debilidades devastadoras o pereceremos por la vía de la autodestrucción.
AA es plan de recuperación frente a la adicción al alcohol u otra codependencia autodestructiva que incluye en sus doce pasos la sumisión ante un poder espiritual superior, el reconocimiento del alcoholismo como un problema que no tiene final, la reparación de los daños causados a las personas afectadas por la adicción y un despertar espiritual a través de la oración o la meditación.
La terapia grupal de AA es útil para superar adicciones, pensamientos, emociones o hábitos que nos esclavizan, atormentan, autodestruyen y que nos impide acceder a una vida plena, sosegada, confortable (lujuria, pornografía, gula, ego, ira, miedo, soberbia, avaricia, pereza),
Aunque probablemente persistan expresiones de dogmatismo o fanatismo en los grupos, la terapia grupal interactiva y dialéctica, propicia la colisión de argumentos y posturas, lo que nos permite aproximarnos a la verdad por la vía de conclusiones que derivan de contrastar ideas antagónicas.
Pero la idea, el argumento, se quedan suspendidos en el aire, si no practicamos lo que predicamos. Debemos encarnar el cambio que esperamos ver en nuestro entorno. Mahatma Gandhi decía: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Debe existir una progresión en nuestro caminar, a fin de lograr la vida plena que todos merecemos.
AA busca a partir de la terapia grupal, más que liberar de una adicción, la sanidad moral del discípulo, que debe aprender a desprenderse o a manejar los factores que lo han desquiciado, porque como decía Hipócrates: “Antes de curar a alguien debes preguntarle, si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron”.
Es obvio que el hecho de luchar contra los defectos, que va aparejado con el análisis de los daños psicológicos, económicos, físicos que nuestros desvaríos causan en nuestro circulo de influencia (familiares, compañeros, vecinos, amigos), potencia a cualquier persona, le da un discernimiento especial, un sentido de critica y autocrítica de su conducta y de las relaciones humanas, que le permite conducirse con mejores luces.
No solo hay que pelear con adicciones que nos desquician sino también con emociones negativas (la amargura, el rencor, la envidia, la neurosis, la lascivia, los desórdenes de toda índole), y en esto también AA es una gran escuela, porque los defectos se vuelven una herramienta pedagógica.
Si bien nos ilustramos con charlas magistrales compartidas por excelentes ponentes, con fama nacional y a veces internacional, AA por el anonimato que debe caracterizarlos, no debe ser una fiesta de egos, en el que los miembros amasen fama o fortuna por su pertenencia a la organización. El anonimato también busca proteger la integridad moral de las personas en recuperación.
En cualquier proceso de superación espiritual se avanza como en el desierto, nunca se sabe a ciencia cierta en qué nivel de la escalera de la superación se está. A veces pareciera que estamos en un fango, que cuanto más aceleramos. más nos hundimos. En la senda espiritual siempre afloran dudas sobre el nivel de avance. Nunca se debe cantar victoria, porque siempre es posible retroceder o caer en un estado de postración. Y como en el desierto, cuando creemos haber encontrado un oasis, nos damos cuenta que es un espejismo.
De los pasos que más he meditado en AA, es justamente el inventario de los daños y su ulterior reparación, que constituyen los pasos ocho y nueve. Hay que evaluar los daños que por acción u omisión provocamos a terceros con el orgullo, el falso testimonio, la calumnia, la desobediencia, la avaricia, la mentira, la falta de honradez, la lascivia, la gula, la pereza, conductas que laceran al que las cultiva, pero que causan perjuicios reales o potenciales a otras personas que eventualmente son víctimas inocentes de nuestros desatinos.
No falta alguien que nos diga; “Tú has estado tal cantidad de años en la fraternidad y no has superado ni el primer paso”. Pero solo el hecho de estar en una sesión de AA, significa que el sujeto reconoce su derrota, que tiene que pelear contra sus instintos, que sus propias fuerzas son insuficientes para salir del atasco y que solo la infinita misericordia de un poder superior puede redimirlo.
El cruce de ideas, el debate, el hecho de escuchar moralejas, anécdotas, testimonios de lucha contra los vicios de carácter, sin duda ayuda a superar varias lastres y a construir un sentido de vida progresista. Me gustó aquel lema que "el más tonto de los AA caza un venado".
Aunque probablemente persistan expresiones de dogmatismo o fanatismo en los grupos, la terapia grupal interactiva y dialéctica, propicia la colisión de argumentos y posturas, lo que nos permite aproximarnos a la verdad por la vía de conclusiones que derivan de contrastar ideas antagónicas.
Pero la idea, el argumento, se quedan suspendidos en el aire, si no practicamos lo que predicamos. Debemos encarnar el cambio que esperamos ver en nuestro entorno. Mahatma Gandhi decía: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Debe existir una progresión en nuestro caminar, a fin de lograr la vida plena que todos merecemos.
AA busca a partir de la terapia grupal, más que liberar de una adicción, la sanidad moral del discípulo, que debe aprender a desprenderse o a manejar los factores que lo han desquiciado, porque como decía Hipócrates: “Antes de curar a alguien debes preguntarle, si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron”.
Parece un contrasentido, algo ilógico, hasta ridículo, pero suele ocurrir en AA que la terapia de choque, marcada por las ofensas, las humillaciones en público, con frecuencia son útiles para ayudar a encauzar almas que no logran dejar los malos hábitos que estaban asociados con el vicio de beber. En muchas ocasiones se deja de consumir alcohol, pero el paciente no logra disipar el desorden emocional y mental que ese flagelo agudiza.
La figura de un poder superior, al que se denomina Dios, está presente en seis de los doce pasos, dado que es una sociedad o fraternidad que aglutina gente de diferentes credos, incluyendo agnósticos y ateos, a ese poder se le conceptualiza de diferentes maneras, algunos aluden a una fuerza interior, otros al poder de la fraternidad de AA, y desde luego quienes, probablemente la mayoría en nuestro medio, visualizan a la divinidad a la luz de la Biblia y la fe cristiana.
Es obvio que el hecho de luchar contra los defectos, que va aparejado con el análisis de los daños psicológicos, económicos, físicos que nuestros desvaríos causan en nuestro circulo de influencia (familiares, compañeros, vecinos, amigos), potencia a cualquier persona, le da un discernimiento especial, un sentido de critica y autocrítica de su conducta y de las relaciones humanas, que le permite conducirse con mejores luces.
No solo hay que pelear con adicciones que nos desquician sino también con emociones negativas (la amargura, el rencor, la envidia, la neurosis, la lascivia, los desórdenes de toda índole), y en esto también AA es una gran escuela, porque los defectos se vuelven una herramienta pedagógica.
Si bien nos ilustramos con charlas magistrales compartidas por excelentes ponentes, con fama nacional y a veces internacional, AA por el anonimato que debe caracterizarlos, no debe ser una fiesta de egos, en el que los miembros amasen fama o fortuna por su pertenencia a la organización. El anonimato también busca proteger la integridad moral de las personas en recuperación.
En cualquier proceso de superación espiritual se avanza como en el desierto, nunca se sabe a ciencia cierta en qué nivel de la escalera de la superación se está. A veces pareciera que estamos en un fango, que cuanto más aceleramos. más nos hundimos. En la senda espiritual siempre afloran dudas sobre el nivel de avance. Nunca se debe cantar victoria, porque siempre es posible retroceder o caer en un estado de postración. Y como en el desierto, cuando creemos haber encontrado un oasis, nos damos cuenta que es un espejismo.
De los pasos que más he meditado en AA, es justamente el inventario de los daños y su ulterior reparación, que constituyen los pasos ocho y nueve. Hay que evaluar los daños que por acción u omisión provocamos a terceros con el orgullo, el falso testimonio, la calumnia, la desobediencia, la avaricia, la mentira, la falta de honradez, la lascivia, la gula, la pereza, conductas que laceran al que las cultiva, pero que causan perjuicios reales o potenciales a otras personas que eventualmente son víctimas inocentes de nuestros desatinos.
No falta alguien que nos diga; “Tú has estado tal cantidad de años en la fraternidad y no has superado ni el primer paso”. Pero solo el hecho de estar en una sesión de AA, significa que el sujeto reconoce su derrota, que tiene que pelear contra sus instintos, que sus propias fuerzas son insuficientes para salir del atasco y que solo la infinita misericordia de un poder superior puede redimirlo.
AA ha cumplido 68 años de operar en El Salvador. Fue en 1955, cuando el estadounidense Edward Thimothy Fitzgerald, conocido afectuosamente como Mr. Eddie, junto a su esposa salvadoreña y una hija de cuatro años arribaron a El Salvador procedentes de San Francisco California, con el programa de rehabilitación de AA en busca de rescatar vidas y con ello contribuir a la sociedad más sana física y mentalmente.
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