domingo, 26 de mayo de 2024

JUVENTUD, DIVINO TESORO

Por Joaquín Rivera Larios


Con más esfuerzo que inspiración, a los veinte años traté en vano de esbozar un Himno a la Juventud, que palabras más palabras menos, decía en lo sustancial: “La juventud es tierra nueva/donde florecen nuevas ideas…/a la juventud donde quiera que vayas/la verás derribando murallas…/Adelante juventud/debes brillar a plenitud/podrás vencer y coronar/el ideal más colosal…/podrás vencer y superar/ cualquier crisis nacional…”

Una canción a todas luces utópica que quedo en el tintero concebida en el fragor de la guerra fratricida que conmocionó al país (1980-1992), precedida por un aterrador preámbulo de sangre en los años setenta, conflicto en el que miles de jóvenes pagaron con sus vidas los pecados e injusticias de generaciones anteriores. Muchos murieron físicamente, conminados al olvido, otros quedaron mutilados espiritualmente. Las secuelas de ese holocausto las estamos sufriendo hoy.
                        


La canción que intenté construir para inspirar a otros jóvenes y que por cierto quedó en papeles amarillentos que no encuentro, afloró en mi mente fundamentalmente gracias a cuatro poderosas influencias: el poema de Rubén Darío “Juventud, divino Tesoro”, el libro Fuerzas Morales (1926) de José Ingenieros, en el que reza aquella famosa máxima: “Juventud es la que no tiene complicidad con el pasado”; la canción “La juventud” (1982), interpretada por Luis Miguel, y a las frase de mi extinto padre que se repetía a si mismo “Tengo un espíritu joven, atrapado en un cuerpo viejo”.
                                            

Me llama particularmente la atención la canción “La Juventud” que con su carisma y talento especial popularizó Luis Miguel: “Quien sino tú/ Es el futuro de este mundo de horror/El encargado de ponerle color/Y una canción a este mundo gris/De la creación/Quién sino tú/ Ha de salvar al hombre, quién sino tú/Este planeta enfermo ya no da más/ Tiende a morir, tú lo salvarás/ Tú lo salvarás/Cantemos todos porque la juventud/ Viene marchando, es una gran multitud/Que trae al viento la bandera de la paz/Todo cambiará, todo cambiará”.


Ahora que cronológicamente no soy joven, pienso que es utópico que la juventud pueda revertir tanto camino torcido, pueda quitar tanta piedra de tropiezo. La juventud no podrá eliminar de raíz tanto pecado, iniquidad y desorden heredado de generación en generación. Es necesario pensar que los mayores debemos ser luz para la juventud en su trajinar, esparcir conductas, actitudes y acciones positivas que nos permitan ser resortes propulsores donde los jóvenes puedan edificar sus vidas.
                                        

Desde antes que estallara formalmente el conflicto, durante el mismo y en la posguerra, nuestro terruño ha sido arrasado por la barbarie y la sinrazón, hemos trajinado bajo las tinieblas, cegados por bajas pasiones, sin reparar en la nación que heredamos a las nuevas generaciones, es necesario cumplir con el mandato de las Sagradas Escrituras que nos exhorta en Mateo 5:14-16 NVI:
                                    


“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos".

                                    
Cada joven necesita un mentor que mediante el modelaje le transmita valores, actitudes, patrones de pensamiento y conductas útiles, alguien dotado de liderazgo que lo aleje de la avalancha de influencias negativas a las que está expuestos en su entorno familiar, comunitario, social, música degradante, drogas, alcoholismo, lascivia, violencia, celebridades negativas, influencias que lo desenfocan y pervierten. Sin una adecuada mentoría es muy difícil forjar una juventud grande y útil. 



Las Sagradas Escrituras nos exhortan en Tito 2: 6-8 a ser un ejemplo para la juventud: “A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, y con un mensaje sano e intachable. Así se avergonzará cualquiera que se oponga, pues no podrá decir nada malo de nosotros.” (Nueva Versión Internacional).


Algunos jóvenes con cualidades especiales triunfan y forjan un futuro de prosperidad, venciendo la pobreza, la marginación, la falta de hogar, la carencia de trabajos decentes, pero muchos sucumben ante la carencias y la adversidad.  Don Juan Bosco (1815-1888), quien tenía una profunda fe en Dios y en la transformación de los seres humanos, bajo ciertos estímulos y soportes,  adoptó un proyecto de promoción integral de los jóvenes de las clases populares, pensando en esta promoción como un instrumento esencial de regeneración de toda la sociedad de su tiempo.



Don Bosco habla de “regeneración”: para él, “la regeneración” es una promoción total de la persona, una promoción de la persona no sólo como individuo, sino también como clase social, como conjunto de personas. Habla de la salvación total de este grupo social de personas como instrumento de regeneración de toda la sociedad.

Hay que volver los ojos a la juventud, deben existir leyes, políticas programas enfocados al desarrollo de la juventud, especialmente aquella que está en situación de pobreza, marginalidad y abandono. Este segmento poblacional debe estar en el centro de la agenda del Estado y de la sociedad.  Ello pasa  por  promover un movimiento de todas las fuerzas sociales, religiosas, políticas, educativas, de hombres y mujeres de buena voluntad, para trabajar por la salvación total e integral de los jóvenes.





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