Por Joaquín Rivera Larios
Recuerdo el orgullo con que los alumnos del fenecido Instituto Cultural Miguel de Cervantes lucían una chumpa azul con ribetes rojos y blancos y una colorida camisa, ambas con el Oso estampado en la espalda. Nos sentíamos identificados en cuerpo y alma con el rostro de ese oso furioso. Evoco aquella frase que acuñó el emblemático profesor Ramón Cárcamo Callejas: "¡Cervantino clávate el nombre de tu colegio en el corazón...no duele!" Tenía una vinculación familiar con el Cervantes, allí habían estudiado tres de mis hermanos: César, Gladys y Myrna.
Flotan en mi memoria varios profesores, todos formados en estrictas escuelas normales: Alfonso Vega Retana (Director General), el señor Filiberto Trujillo (Director de la Sección Masculina, el profesor Velasco (Director de la sección masculina después de la muerte de Trujillo), Régulo Pastor Murcia (profesor de estética), Miguel Angel Alas (Director de tercer ciclo "el gallinero"), que tenía un jeep viejito, Luis Crisanto Lemus (Estudios Naturales), Ramón Cárcamo Callejas (Estudios Sociales y Literatura), el profesor Miguel Angel Duque (matemáticas), Miguel Ángel Rodas (Idioma nacional), el señor Efraín Cerna, profesor de inglés, le decían Larry (en alusión al personaje de los Tres Chiflados), que viajaba en un Volkswagen escarabajo.
Rastreando en la red páginas de periódicos antiguos, me encuentro con una amarillenta página de El Diario de Hoy del 4 de septiembre de 1984, en la que aparece don Alfonso Vega Retana, recordado Director del Instituto Cultural Miguel de Cervantes, cuando era miembro de la Directiva de la Asociación Salvadoreña de Instituciones Educativas Privadas (ASIEP) y visitaron con otros connotados maestros de la época la Asamblea Legislativa para que les permitieran aumentar las colegiaturas, siendo atendidos por la entonces Presidenta del congreso, doctora María Julia Castillo.
Mientras cursaba séptimo grado el aciago año 1981, conocí a Alex David, a quien llamábamos afectuosamente KIKO, compañero de mi sección y a su hermano Elmer Napoleón, que estudiaba noveno grado, ambos de apellidos López Castillo y estaban en el Tercer Ciclo cervantino, el famoso “ Gallinero”. La mañana del sábado 31 de octubre de 1981, justo al inicio de las ansiadas vacaciones, me entero al abrir las páginas de El Diario de Hoy de la trágica muerte de los dos compañeros que habían sido secuestrados por seis hombres fuertemente armados el día 29 de octubre en Ciudad Delgado, mientras jugaban. Los cuerpos fueron encontrados en el Cantón Guadalupe, a inmediaciones de Mariona el día treinta y reconocidos por el Juez de Paz de Apopa. Sin duda el hecho más triste e impactante de los cuatro años que estudié en el Instituto Cervantes.
El profesor Cárcamo Callejas nos impartió en noveno grado Estudios Sociales (1983) y Literatura (1984), era muy amigo del gran escritor de la Generación Comprometida, José Roberto Cea. Escribía artículos para El Diario de Hoy. Con su potente y modulada voz, nos hablaba de Homero, de la Odisea, la Ilíada y nos dictaba, sin apoyarse en ningún texto. Nos pedía para complementar la información, que compráramos como libro de apoyo “Letras de primer año de bachillerato”, escrito por Cea.
Al ingresar al aula en “el Gallinero” (Tercer Ciclo), Cárcamo Callejas solía decir “Alíniese joven, alíniense “, cuando las filas pupitres no estaban ordenadas. Una vez hice una exposición en la clase de literatura que le gustó, como premio me llevo a la Sección Femenina para que diera una charla motivacional a las señoritas, contacto que en esa época era vedado a los varones por restricciones que existían. A las señoritas las veíamos de lejos. ¡Un sueño hecho realidad!
El profesor Duque desparramaba humor a su paso, solía fumar compulsivamente y no procesaba mucho lo que decía. Recuerdo que en noveno grado nos dijo: “salgan a la calle…y vean como camina la gente, es para c…de la risa”. Solía poner a darnos clase de matemáticas a un compañero pequeño, robusto, moreno, que habían expulsado a medio año del Externado San José y que nos dejaba atónitos por su magistral forma de explicar los ejercicios. No nos explicábamos por qué siendo tan brillante lo habían despachado, hasta que al final del año, furibundo y fuera de control, quería fulminar a golpes a un compañero.
Tengo presente aquellos vibrantes partidos en el Gimnasio Nacional lleno a reventar contra el Liceo Salvadoreño, el Don Bosco, Santa Cecilia. Casi siempre perdíamos con los grandes, pero era encomiable la garra del quinteto cervantino. A los que solíamos ganarle eran el Instituto Nacional Francisco Menéndez (INFRAMEN) y al Divino Salvador. En aquellos choques las barras tenían un rol predominante y el cantico que más sonaba al calor de pitos y tambores: “Diganle que no se meta, porque al Cervantes se le respeta”.
Todavía cuando llegué al Instituto en 1981 brillaba en BKB colegial Oscar "Kiko" Yánez Varela, quien después fue seleccionado nacional. Hubo una selección juvenil que entrenaba Quique Samour que quedó campeona centroamericana en Guatemala en 1983, a la que pertenecía nuestro compañero cervantino Vladmiro Rosas. Tres compañeros de aula defendieron los colores cervantinos en la primera categoría colegial de BKB: Rigoberto Arias Ahuat, Napoleón Flores que le decíamos “Napito Reloj de Flores” y José Alberto Franco Castillo, quien después sería un destacado abogado.
Hubo allá por 1984 un concurso de quien era el atleta más popular de los Juegos Deportivos Estudiantiles, el profesor Filiberto Trujillo movilizó a todo el estudiantado para que llenaran los cupones y los mandaran a la empresa promotora, resultando la estrella colegial del BKB Jonathan Yánez Varela, hermano de "Kiko" Yánez, como el deportista más votado.Pero además las estrellas del BKB estudiantil, también tuvimos a mediados de los ochenta compañeros que brillaron en la liga mayor de futbol: Dagoberto López Medrano y Juan Ramón "el Pitufo" Pacheco, de Aguila y Alianza respectivamente. Otra figura que recuerdo del Cervantes, fue la del novel escritor, orador y gestor cultural, Álvaro Darío Lara, condiscípulo y fundador del periódico estudiantil El Cervantino en 1982, que fue el crisol que me permitió desplegar mis primeras inquietudes literarias.
El periódico se imprimía bajo sistema offset en la Editorial Abril Uno, propiedad del ilustrador Bernando Mejía Rez, ubicada en un local que estaba del Banco Salvadoreño, frente a la Plaza Morazán, centro de San Salvador. En 1983 Álvaro tuvo la gentileza de publicarme en el periódico El Cervantino dos artículos uno sobre los animales prehistóricos en El Salvador y otro sobre la poetisa Claudia Lars.
Álvaro tenía una sala de estudios con una biblioteca en su casa, situada en la trece calle oriente de San Salvador, justo en la esquina del pasaje Araujo y ese espacio era un punto de encuentro de jóvenes oradores y aprendices de escritor. Dentro de su biblioteca figuraban dos tomos gruesos con empastado de lujo del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.Otro compañero que cultivó las letras a través del periodismo fue Mauricio Edgardo Vásquez Acosta, quien fuera el primer lugar de mi sección en 1984, cuando ambos estudiábamos primer año de Bachillerato. Al fallecer el 12 de enero de 2013 era editor de Noticias Internacionales de El Diario de Hoy. La crónica de su defunción revela que su sólido ascenso en las noticias del mundo, lo llevó a recorrerlo: Francia, Egipto, Israel, Jordania, Alemania, Estados Unidos, Taiwan, fueron algunos de los países que visitó en su fructífera carrera. Recuerdo un episodio de mi ex compañero Vásquez Acosta en la materia de Estudios Sociales, justo en los primeros días de clase: el profesor Ramón Cárcamo Callejas, nos dejó de tarea contestar las clásicas preguntas existenciales ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y cuando le pidió a Vásquez Acosta que leyera su tarea, éste con total determinación se paró, en voz fuerte y con un típico gesto socrático, contestó con tres contundentes ¡No sé! El profesor Cárcamo le dijo de manera tajante ¡Tiene cero! En el momento todos nos reímos, pero con el tiempo comprendimos que esas respuestas tan parcas y francas eran producto de una inteligencia superior al promedio.
Gracias al periódico estudiantil “El Cervantino”, también tuvé la oportunidad de conocer y tratar al locuaz, hiperactivo y estrambótico Hugo Rafael Castillo Cañas, quien despúes se haría famoso al enfundase en la piel de la comediente “Debora Penelope”, que se autodenomina “la sexologa número uno de El Salvador”. Para esa época cursaba Tercer año de Bachillerato Comercial y fungió una época como Jefe de Redacción del periódico, cubriendo las páginas deportivas, sociales y musicales.
Castillo Cañas cobró notoriedad al montarse en la avalancha que provocó a principios de los ochenta el quinteto juvenil Menudo, organizando un grupo de imitadores que hacían fono mímica al que pertenecieron, entre otros, los hermanos Milton y Edwin López, que cursaban en ese tiempo en su orden noveno y séptimo grados en el “Gallinero” (Tercer ciclo del Instituto Cervantes). Sus coreografías y llamativos atuendos eran tan similares a las de los artistas originales que causaban alboroto en donde se presentaban, incluyendo concursos de televisión.
Cuánto lamento que el Instituto fundado por doña Evita Alcaine de Palomo haya desaparecido. Los locales del Cervantes fueron adquiridos por El Diario de Hoy. Fue muy triste para mi muchos años después, ver que el espacio que ocupaba la cancha de BKB de la Sección Masculina fuese destinado a una bodega de ese matutino y el terreno donde estaba construido el edificio de la Sección Femenina ahora es parqueo de la misma empresa.
Por cierto, su fundadora y directora Eva Alcaine de Palomo (San Salvador, 13 de mayo de 1899 y murió en la misma ciudad el 14 de marzo de 2001) fue descendiente de una familia de ilustre abolengo: su padre era el ingeniero José Emilio Alcaine, constructor del segundo Palacio Nacional, inaugurado en 1911 y de Eugenia Cáceres Buitrago, descendiente a su vez de José María Cáceres (1816-1889), connotado educador salvadoreño. Estudió en el internado del Colegio Sagrado Corazón y en la Escuela Normal de Maestros. A los 15 años de edad enseño matemáticas y castellano. Publicó cuentos con el pseudónimo Eugenia de Valcacer. Fue fundadora del Ateneo Salvadoreño de Mujeres (1948) y la única mujer fundadora de la Universidad "Dr. José Matías Delgado".
Me contaba con nostalgia el profesor Daniel Genovevo Romero que el Cervantes en su ocaso pasó de tener cien maestros a tener cien alumnos. Feneció igual que el Líceo Ruben Darío, Líceo Centroamericano, Líceo Salarrue, David J. Guzman, Líceo Cultura y tantos otros que daban vida y colorido juvenil al Centro de San Salvador.
Amigo Joaquin, que excelente articulos has escrito del Instituto Cultural Miguel de Cervantes de donde sali graduado en 1979. Te felicito por tan escelente trabajo. Una sola sugerencia, fuera maravilloso si tienes detalles de nombres, año, etc de las fotos adjuntas a tan grandiosos articulos lo haria completo. Bendiciones!
ResponderEliminarJulio A.