Por Joaquín Rivera Larios
Me preguntó qué fue lo que encendió la chispa inicial con ella. ¿Qué rasgos o atributos generaron la atracción? Creo que nos enamoramos cuando encontramos a alguien que coincide con nuestro prototipo ideal, cuando detectamos en nuestro entorno un ser que reúne los rasgos físicos o de personalidad que más admiramos o anhelamos. Cotejamos las figuras femeninas que nos encantan y yacen en nuestro círculo cercano, con las divas que más nos cautivan en el cine o en la televisión.
¿Cómo conocí a Claudia Lorena? El primer cruce de miradas y palabras fue una mañana de 1993, quedé prendido de sus gestos, de su timbre de voz, de su tez blanca, su sonrisa, de la amenidad de su conversación, percibí que su imagen bien cuidada era más típica de la empresa privada que de las oficinas gubernamentales. Su aura me inquietaba, como toda belleza que sobresale del común denominador, genera esa contradictoria sensación de deleite y perturbación. En aquella época ella cursaba estudios de mercadeo, de ahí que asocio su imagen con el marketing y no dudo que sobre este fascinante mundo giraron nuestras primeras conversaciones.
Uno de los instantes cumbres de mi desencuentro con Claudia fue en la fiesta institucional que se celebró en diciembre de 1993 en el entonces Hotel Presidente. Era sin duda la chica más bella de la fiesta, lucía en una mesa circular con sus compañeros de unidad, se veía esplendente, inmediatamente monopolizó mi atención y desestabilizo mi ánimo, los demás asistentes fueron una nota marginal. Tomé valor y la invité a bailar pero ella no aceptó. Ante su negativa, bailé con la chica de la fiesta que más se parecida a ella. Al no tener el privilegio de alternar con la más atractiva el brillo del festejo se nubló y opte por retirarme prematuramente dominado por un sentimiento de frustración e impotencia.
Hacia 1994 el corazón me dio un vuelco al verla esperando su primera bebe, fue como una ilusión que se desvaneció. Sentí que el destino hizo añicos la esperanza de una eventual relación. Dos años y meses después vendría su segunda hija. Parecía que las cartas estaban echadas. Pero las contingencias de la vida me darían una segunda oportunidad: Claudia Lorena fue mi instructora en un curso de informática relacionado con el ingreso de denuncias. En el marco de la capacitación, charlamos sobre nuestras vidas, compartimos penurias y esperanzas, me habló de su matrimonio alicaído y advertí que ya no lucía radiante como cuatro años atrás, y le sugerí que debía recuperar el esplendor que la había caracterizado.
El tema de las desigualdades de género y de la infra valoración de la mujer, genera fuertes resistencias, en principio porque se tiende a invisibilizar el problema. Claudia Lorena lo sabe y por eso se sumerge en la palabra. Pasa noches de insomnio hurgando ideas para fortalecer sus argumentos, equilibrando posturas para sortear la oposición que los participantes suelen plantear en los procesos de formación, imprimiéndole al abordaje de los temas la correspondiente dosis de sutileza, prudencia, equilibrio, respeto a la discrepancia. Cada jornada se vuelve un desafío y ella como sembradora abriga la esperanza que el mensaje caerá en tierra fértil. Al comienzo de uno de estos eventos publiqué un mensaje en su muro de Facebook:
“Te deseo un gran día, que sea de abundante siembra en el ánimo de los participantes de un nuevo modelo de relaciones interpersonales, fundado en la dignidad y valía del ser humano, con énfasis en el respeto a la población femenina. No cabe duda que tu participación contribuirá a una atención más cálida a quienes acuden en demanda de justicia y a una mejor interrelación entre los integrantes de los equipos de trabajo. Que el entusiasmo y buena vibra de los asistentes siga nutriendo tu espíritu de superación. Roberto L. Stevenson: ‘No midas el éxito por la cosecha de hoy. Mide el éxito por las semillas que plantas hoy.'”
Pero su éxito no solo descansa en la fuerza persuasiva del mensaje, sino también en otros atributos de los que Claudia Lorena hace gala: su prestancia, gestos, tono de voz, empatía, su carisma y su singular belleza. Y es que no solo es importante el mensaje, sino también los atributos inherentes al que comunica.
Se amotinan en mi mente los momentos fugaces que departí con ella en la oficina, con motivo de visitas que realizaba para recibir instrucciones de trabajo, presentar informes o retirar documentos. Nos separaba físicamente un escritorio y nos inhibían las condiciones mismas que impone un despacho. Los hombres solemos asociar mentalmente la belleza, y desde mi prisma Claudia Lorena integraba una élite chicas atractivas, de esas selectas que atraen miradas de admiración y provocan suspiros. Cincuenta y cuatro kilómetros de distancia entre un puesto de trabajo y otro generaron una barrera.
Uno de los instantes cumbres de mi desencuentro con Claudia fue en la fiesta institucional que se celebró en diciembre de 1993 en el entonces Hotel Presidente. Era sin duda la chica más bella de la fiesta, lucía en una mesa circular con sus compañeros de unidad, se veía esplendente, inmediatamente monopolizó mi atención y desestabilizo mi ánimo, los demás asistentes fueron una nota marginal. Tomé valor y la invité a bailar pero ella no aceptó. Ante su negativa, bailé con la chica de la fiesta que más se parecida a ella. Al no tener el privilegio de alternar con la más atractiva el brillo del festejo se nubló y opte por retirarme prematuramente dominado por un sentimiento de frustración e impotencia.
Hacia 1994 el corazón me dio un vuelco al verla esperando su primera bebe, fue como una ilusión que se desvaneció. Sentí que el destino hizo añicos la esperanza de una eventual relación. Dos años y meses después vendría su segunda hija. Parecía que las cartas estaban echadas. Pero las contingencias de la vida me darían una segunda oportunidad: Claudia Lorena fue mi instructora en un curso de informática relacionado con el ingreso de denuncias. En el marco de la capacitación, charlamos sobre nuestras vidas, compartimos penurias y esperanzas, me habló de su matrimonio alicaído y advertí que ya no lucía radiante como cuatro años atrás, y le sugerí que debía recuperar el esplendor que la había caracterizado.
No podría dimensionar el efecto de mis palabras, pero los cambios en su imagen no se hicieron esperar: vestidos ajustados, minifaldas, maquillaje adecuado y peinados, que destacaban, una mirada radiante, las chica que los avatares habían marchitado, había de pronto recuperado el brillo e irradiaba una esplendida energía.
La primera salida a almorzar fue a Mr. Donut, me habló de sus padres, de su hermano Frank Perikles, fallecido en condiciones no esclarecidas, pero cuya perdida le generaba una profunda melancolía. Luego la tarde de un sábado de febrero de 1998 fuimos al Colegio Bautista de San Salvador, a la celebración de los setenta y ocho años de un plantel que nos despierta entrañables recuerdos por habernos cobijado en el apogeo de nuestra juventud.
Nuestro muro en Facebook revela nuestra personalidad. Me detengo en la foto de perfil de Claudia Lorena y noto que contiene un elemento de sorpresa, ya que su rostro con una ligera sonrisa aparece de improviso detrás de un pórtico. La belleza exterior nos invita a escudriñar la belleza interior, le da ilusión, encanto a la vida, ilumina el entorno. He aquí una belleza que atrae, pero también enamora y que además, perdurará, porque cultiva sus dones.
Nuestro muro en Facebook revela nuestra personalidad. Me detengo en la foto de perfil de Claudia Lorena y noto que contiene un elemento de sorpresa, ya que su rostro con una ligera sonrisa aparece de improviso detrás de un pórtico. La belleza exterior nos invita a escudriñar la belleza interior, le da ilusión, encanto a la vida, ilumina el entorno. He aquí una belleza que atrae, pero también enamora y que además, perdurará, porque cultiva sus dones.
El tema de las desigualdades de género y de la infra valoración de la mujer, genera fuertes resistencias, en principio porque se tiende a invisibilizar el problema. Claudia Lorena lo sabe y por eso se sumerge en la palabra. Pasa noches de insomnio hurgando ideas para fortalecer sus argumentos, equilibrando posturas para sortear la oposición que los participantes suelen plantear en los procesos de formación, imprimiéndole al abordaje de los temas la correspondiente dosis de sutileza, prudencia, equilibrio, respeto a la discrepancia. Cada jornada se vuelve un desafío y ella como sembradora abriga la esperanza que el mensaje caerá en tierra fértil. Al comienzo de uno de estos eventos publiqué un mensaje en su muro de Facebook:
“Te deseo un gran día, que sea de abundante siembra en el ánimo de los participantes de un nuevo modelo de relaciones interpersonales, fundado en la dignidad y valía del ser humano, con énfasis en el respeto a la población femenina. No cabe duda que tu participación contribuirá a una atención más cálida a quienes acuden en demanda de justicia y a una mejor interrelación entre los integrantes de los equipos de trabajo. Que el entusiasmo y buena vibra de los asistentes siga nutriendo tu espíritu de superación. Roberto L. Stevenson: ‘No midas el éxito por la cosecha de hoy. Mide el éxito por las semillas que plantas hoy.'”
Valoro que la recepción positiva del mensaje que Claudia Lorena transmite, estriba en el rigor técnico, la riqueza de información, el lenguaje positivo asequible a los participantes y el enfoque poliédrico o multidisciplinario que le inyecta a los temas, de tal modo que a los argumentos legales, se suman los económicos, sociales, psicológicos, etc., que permiten construir un planteamiento más convincente e integral de los fenómenos.
Pero su éxito no solo descansa en la fuerza persuasiva del mensaje, sino también en otros atributos de los que Claudia Lorena hace gala: su prestancia, gestos, tono de voz, empatía, su carisma y su singular belleza. Y es que no solo es importante el mensaje, sino también los atributos inherentes al que comunica.
El 13 de mayo de 2013 estuve en una interesante conferencia impartida por Claudia Lorena en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO), sobre el Liderazgo de la Mujer con responsabilidad social, exposición en la que destacó que la mujer debe preparase, incluso de manera autodidacta, para asumir su rol protagónico en la transformación de la sociedad, a fin de superar las profundas desigualdades entre hombres y mujeres en materia económica, política, social, laboral, de modo tal que logremos una sociedad más justa y equitativa. Tuve el privilegio de presenciar este evento con mi hijo, Joaquín Eduardo, quien no dudo que al igual que yo se sintió orgulloso de la exposición de su madre.
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