sábado, 1 de febrero de 2020

EL ENCONTRONAZO CON EL JUEZ DE PAZ DE APASTEPEQUE


Por Joaquín Rivera Larios
                                            



Uno de los impasses más desagradables de mi gestión al frente de la Delegación Departamental de San Vicente  tuvo lugar en 1994 con el Juez  de Paz de Apastepeque,  licenciado Roberto Antonio Ramírez. Cuando llegué a la sede judicial  Ramírez interrogaba de forma prepotente a una testigo que lloraba, estaba presente en la audiencia un defensor conocido como “La Gata” Salgado. Quizá en un exabrupto al apreciar la escena le dije que no podía coaccionar a la testigo. Y él juez de manera airada me ordenó retirarme del tribunal.  Para esa época era vox populi que en ese tribunal se cobraban dádivas.

Este encontronazo con el juez Ramírez tuvo secuelas  perjudiciales hacia mi persona al interior de la PDDH. En la Delegación se abrió de oficio el expediente, se mandó a oir al funcionario y se emitió un proyecto de resolución estableciendo responsabilidad.  En ese entonces los proyectos eran revisados  por el Jefe del Departamento de Procuración, Miguel Arturo Girón Flores, ahora destacado abogado penalista (hijo  ex Fiscal General de la República, Roberto Girón Flores),  quien devolvió el expediente con una nota recriminando mi actuación.      

Recuerdo que envié en el vehículo institucional a un grupo de personas para que interpusieran la denuncia  en la Dirección  de Investigación Judicial de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Muchos años después, le consulté al Secretario de esa dependencia qué había pasado con las denuncias contra el juez Ramírez, y me dijo lacónicamente que nunca se le había logrado comprobar nada.

Al cumplir un año de haber sido inaugurada la Delegación Departamental, en julio de 1994,  el entonces Procurador, doctor Carlos Mauricio Molina Fonseca, me encomendó que organizáramos dos eventos: uno con todos los jueces de San Vicente en el Centro Judicial   y otro con la sociedad civil. Como no pudo asistir el doctor Molina, en su lugar llegó el doctor Agustín García Calderón, Procurador Adjunto. Por supuesto, asistió  Roberto Antonio Ramírez, quien me observaba con mirada  firme y desafiante. Yo esperaba que pidiera la palabra para criticarme, pero se mantuvo en silencio toda la reunión. 

El 2004, desempeñándome como  Juez Interino en el Juzgado de Primero de Paz de  Ilobasco, me encontré al licenciado Ramírez en capacitaciones de la Escuela Judicial,  luciendo lentes con aros gruesos y oscuros, frente amplia, mirada sigilosa y  espeso bigote. Me pareció un tipo de aspecto poco cuidado, enigmático, silencioso, que no socializaba y lo percibía  ausente en las capacitaciones,  a diferencia de jueces muy cualificados que estaban allí como Glenda Yamileth Baires, entonces Jueza de Paz y egresada del  Programa de Formación Inicial para Jueces (PFI), que solía tener en clases participaciones muy bien sustentadas y técnicas. 

El desenlace trágico del funcionario que comenzó a fungir el 1 de febrero de 1994,  tuvo lugar en el 2008, cuando la Fiscalía General de la República lo denunció por cobrar a personas para ser contratadas como empleados y por solicitar dádivas a cambio de beneficios a sujetos procesados, la   CSJ  en trámite de antejuicio dio lugar a formación de causa para que se le procesara por los delitos de CONCUSIÓN    y COHECHO PROPIO.

Ciertamente, la Prensa Gráfica reveló que la hipótesis fiscal era que el Juez había pedido $ 1,500.00 para el otorgamiento de una plaza en el tribunal.  Una de las pruebas principales era la declaración del citador del Juzgado que gozaba de criterio de oportunidad (confesión para no ser procesado). La audiencia preliminar estaba programada para el veinte de noviembre del mismo año.     

El 7 de octubre de 2008, estando bajo arresto domiciliar en su casa, ubicada en el Barrio San José de  Zacatecoluca, desde el 20 de mayo de ese año, la  Prensa Gráfica publicó la noticia que la Cámara Primera de lo Penal avalaba embargo contra Juez de Paz de Apastepeque. Se menciona que tenía registrados en el Centro Nacional de Registros seis inmuebles en San Salvador y Zacatecoluca.

En horas de la mañana de ese mismo día los agentes que lo custodiaban le permitieron a Ramírez, de 57 años, salir a la puerta de su casa a comprar los periódicos. Una hora después se escuchó un disparo en uno de los cuartos. Los agentes pidieron apoyo a la Delegación para trasladar a Ramírez con una lesión en la cabeza al Hospital Santa Teresa, donde falleció minutos antes de recibir la atención.  En el lugar encontraron un arma calibre 38 con cinco proyectiles en recamara y solo uno disparó.  El juez se inmoló en la misma ciudad que lo había visto nacer el 15 de octubre de 1953.