miércoles, 25 de enero de 2023

PERSONALIDAD EQUILIBRADA

Por Joaquín Rivera Larios
                                             


Cuesta tener una personalidad equilibrada, hay personas muy cultas, pero carecen de dinero, la cultura a veces hace perder la fe en Dios (la letra mata), otros se dedican a hacer dinero, y pasan por alto la moral, el desarrollo intelectual. Algunos cuidan su cuerpo, pero descuidan su alma. A veces el cultivo de algunas cualidades, supone el abandono de otras áreas de nuestra vida.

Algunas cualidades o atributos (belleza, dinero, prestigio), son caldo de cultivo para la arrogancia y la altivez que malogran a la persona. Elizabeth Taylor dijo: "El problema con la gente que no tiene vicios es que, por lo general, podemos estar seguros de que tendrán virtudes un tanto molestas." Y Alejandro Jodoboski acotó: “Los vicios son exageraciones de la virtud”. 
                                        


Las combinaciones de dones generan un balance. Me gusta mucho eso de ser osado pero prudente, ser recio pero sensible, idealista pero pragmático, racional e intuitivo, idealista y pragmático, tener mano de hierro en guante de seda, ser rígido en ciertas posiciones pero flexible cuando sea necesario. Ese manejo balanceado de los dones genera un carácter equilibrado, que debe administrarse de acuerdo a las exigencias que plantea la cotidianidad.

                                            

Es un verdadero contrasentido, pero a veces una adecuada conjunción de virtudes y defectos pueden catapultar a un artista o a un profesional al éxito. Cuando se conmemoró el cuadragésimo aniversario luctuoso del comediante mexicano German Valdez “Tin Tan”  apareció publicado en un matutino que el humorista era indisciplinado, parrandero, mujeriego, impuntual, desorganizado, pero también era muy inteligente, simpático, generoso, bondadoso, trabajador y muy profesional. Esta rara mezcla de rasgos puesta en escena lo llevó a ser una de las estrellas más influyentes y queridas del séptimo arte. 


                                              

 
    
En lo que concierne a la personalidad de la mujer, es imprescindible también ese justo equilibrio en la administración de los dones que demanda el adecuado cumplimiento de sus roles en una sociedad tan convulsa como la nuestra. Al respecto en un separador de páginas encontré una frase que capturó mi atención: “Mujercita sé amable, pero no fácil; se digna, pero no orgullosa, ríe, pero no a carcajadas; mira, pero con recato, se tierna, pero no flexible, se alegre, pero no frívola; conversa, pero con mesura; se dulce, pero no empalagues; ama, pero con cautela; oye, pero no siempre creas; se, mujer, pero no muñeca”.

Hay que tratar de salir del común denominador, sacar a luz nuestros dones, pero no para alimentar el ego, sino para mejorar de alguna forma el entorno, contribuir al crecimiento de quienes nos rodean, visibilizando sus talentos y potencialidades. Hay que ser lámparas en nuestro entorno, luchar contra las sombras de la mediocridad, pero cultivando permanentemente la humildad. 
                                                


El equilibrio personal depende de varios factores entre ellos, conocerse uno mismo, saber tus flaquezas, tus debilidades y fortalezas y tener la habilidad de administrarlas sabiamente, así como una voluntad fuerte, firme, reacia, segura, consistente, para no ser veleta frente a las circunstancias adversas y siempre cambiantes. Debemos ser sentipensantes, es decir procurar un equilibrio entre la razón y los sentimientos. 
                                                        

    
                                                
La Biblia nos enseña en Proverbios 16: 32 que mejor es dominarse a sí mismo que conquistar una ciudad, es decir ejercer el gobierno de uno mismo, no dejarse llevar por la tentación, los instintos, o las bajas pasiones y no perder los estribos, a pesar de las provocaciones, dificultades y presiones negativas del entorno. Es importante ver los problemas con objetividad y serenidad. No guiarse por las apariencias, aprender a desdramatizar, es decir, no hacer de cada percance un drama.

Es muy cierto que se hace camino al andar y que sobre la marcha se arreglan las cargas, pero hay que tener una hoja de ruta, trabajar con planes, tiempos, metas. La motivación debe ir unida a la disciplina, al orden y la constancia. No llegaremos a buen puerto guiados por la improvisación. No tener un propósito claro en la vida nos conducirá a la infelicidad.
                                                    
                    

                                                
Si bien es importante para la salud mental el solaz y la recreación, la cultura del deber debe prevalecer sobre la cultura del placer. Debemos ir al recate de la solidaridad, del cumplimiento del deber, interiorizar que en el hogar y en el mundo somos socios de un esfuerzo común. Tener presente que ante los ojos de Dios todos los seres humanos son importantes.

Debemos cultivar una memoria selectiva, recordar tus logros y éxitos como una forma de motivarse, y no dejar que los fracasos dañen tu optimismo. El pasado no se puede cambiar, solo podemos obtener lecciones de vida y tratar de paliar o menguar sus efectos negativos, algunos daños son irreparables o de difícil reparación. Pero no permitas que las secuelas del pasado obscurezcan tu horizonte y sean piedra de tropiezo en tu trajinar.
                                                      
 
        
El conferencista y escritor mexicano Carlos Cuacthemoc Sanchez escribió sobre el equilibrio de la personalidad: "Existen dos extremos mortales en la personalidad: la soberbia y la inseguridad; el secreto para proyectar una imagen magnética se llama equilibrio; ser seguros de nosotros mismos, pero humildes y sencillos a la vez".

                                                    

domingo, 22 de enero de 2023

EDUARDO RIVERA LARIOS: INCANSABLE LABRIEGO DEL ESPIRITU

Por Joaquín Rivera Larios     

                                            


Nació el 14 de diciembre de 1950 en San Salvador, justo el día en que el gobierno del Teniente Coronel Oscar Osorio conmemoraba en la capital salvadoreña con desfiles militares, música de marimba, pólvora, el segundo aniversario de la revolución de 1948 que depuso al General Salvador Castaneda Castro, fiesta que enaltecía al decir de sus promotores una gesta que había cambiado el destino de la nación.

Al tratar de crucificar la naturaleza humana pecaminosa, ha buscado que la presencia de Dios inunde su alma, a través del cultivo de la espiritualidad, manifestada en la búsqueda de los tesoros de sabiduría que anidan en la Biblia, la oración, el ayuno y la congregación constante. Ha sido iluminado por un rayo de fe que le ha permitido percibir resplandor de Cristo y acceder a un torrente de bendiciones que ha envuelto a sus descendientes.
                                                  

                                            
Toda su vida ha sido un esfuerzo constante por ajustar o compatibilizar sus acciones cotidianas a su fe cristiana. Se congregó desde 1966 en la Iglesia Misión Centroamericana, cuando el pastor era el Reverendo Eliseo Hernández Echegoyen (QDDG). Posteriormente se congregó en la Iglesia Apostólica, donde perfeccionó sus dotes de predicador. Dirigió programas evangélicos en “Radio Progreso” y en los años 2007 y 2008 tuvo el programa “Las riquezas del evangelio”, en Radio Sanidad Divina.

Sabedor que es tan importante alimentar el cuerpo como alimentar el espíritu, se ha abocado desde los quince años a atesorar las riquezas del Reino de Dios. De esta manera ha observado fielmente la advertencia de Gálatas 6: 8: “El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”.
                                           


                                                        
Colecciono imágenes memorables de Eduardo: lo recuerdo predicando desde el púlpito de la Iglesia Misión Centroaméricana los viernes por la noche, inclinado sobre una mesa de dibujo haciendo planos, abocado al estudio de la Biblia, o yéndome a dejar al colegio Unión 890 cuando cursaba primer grado en 1975.

Desde mi infancia lo he visto como un reservorio moral para la familia, aquel que daba respuestas a las peripecias de la vida desde un ángulo bíblico, tratando de responder a las diversas circunstancias que nos abruman como Cristo lo haría. Como una expresión de su bondad, cierta vez me obsequió un arco con flechas, cuando trabajaba de dibujante en la Empresa de Ingeniería Choussy a finales de los setenta.
                                                    

                
                                                        
Desde 1971 se ha congregado Iglesia Príncipe de Paz de la Colonia Manzano, Barrio San Jacinto, San Salvador, fundada ese año por el pastor Julio Arcia (QDDG). Ahora esa iglesia está a cargo del pastor Samuel Soriano. He tenido el privilegio de acompañarlo a los cultos dominicales y he percibido la deferencia con que lo reciben los hermanos y hermanas de ese templo.                                       
                                                    

 
            

Dadas la inclinaciones innatas de los seres humanos a desobedecer las leyes espirituales, el domingo 1 de agosto de 2021 le correspondió a Eduardo predicar sobre las implicaciones que tiene “Nacer de nuevo” y los siervos que lo han logrado, explicando que estas personas son las que el apóstol Juan llama en su Primera carta “nacidas de Dios”, son las que no practican el pecado (3:9); aman a Dios y a su prójimo (4:7) y reconocen a Jesús como el Mesías (5:1)

EDUCACIÓN PARVULARIA, BÁSICA Y MEDIA

Estudió en el Kinder Gustavo Guerrero, allá por 1956, y luego en la Escuela República de Chile, de primero a sexto grado (1957-1962), experimentando sus últimos tres años de primaria el rigor y la severidad de la Maestra, Concepción Elena de Mejía (QDDG), quien le inculcó la disciplina al estudio.
                                                    
En  1963 pasó los exámenes de admisión y se enroló en el Instituto Nacional Francisco Menéndez, cuando era un orgullo desfilar por las calles de San Salvador, con la gafete de dicho centro de estudios, con las correspondientes estrellas que acreditaban primer curso de plan básico, segundo, etc. Allí se forjaron ex presidentes de la república, como los coroneles Julio Adalberto Rivera y Arturo Armando Molina.                                                       
 
        
En el Instituto compartió el tiempo y espacio, con compañeros que después figuraron en la vida nacional como Alvaro Ernesto Guatemala, quien fuera destacado Director Ejecutivo de FUSADES y Campeón Nacional y Centroamericano de Esgrima; Roberto Rivera Campos, un ingeniero electromecánico que después se forjo como economista en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas(UCA) y se especializó en Inglaterra; Mauricio Jiménez Larios, destacado pintor y escultor, radicado en España; Omar Mejía, connotado pianista de fama internacional, entre muchos otros profesionales y artistas distinguidos.

SU TRAJINAR EN LA ARQUITECTURA

Justo en 1968, año de mi nacimiento, recaló en Universidad de El Salvador, para cursar estudios de Arquitectura y allí recibió cátedra de destacados docentes, entre ellos “Dibujo” con el pintor y Premio Nacional de Cultura, Carlos Cañas, “Sociología urbana” con el arquitecto Wilfredo Martínez Cuellar, “Introducción a la composición”, con el arquitecto Bernardo Pohl Larios (padre de la actual Ministra de Medio Ambiente, Lina Dolores Pohl) y de Mauricio Arrieta Galvez (hermano de Maribel Arrieta Galvez, finalista en Miss Universo 1955), que le impartió “Composición”. Se graduó en mayo de 1985, con la tesis “Diseño de un Centro de Salud Mental para San Salvador”.
                                                      
            

SU INCURSIÓN EN LA DECLAMACIÓN Y EL TEATRO 

Un domingo de 1961, se presentó en un programa infantil que se proyectaba desde los estudios de Canal 6, ubicado en la sexta planta del Edificio Centro Comercial al costado poniente en la Plaza Libertad, para leer ante las cámaras una carta de elogio a Salvador Vega Hall “Tío Periquito” que escribió mi padre, en la que enaltecía el genio creativo del personaje, autor de ingeniosas canciones infantiles, entre ellas “Un sueño imposible” que relataba la historia de un niño que anhelaba volar. En respuesta Tío Periquito colmó de regalos al niño.

En mi casa los domingos se rendía tributo a la poesía y la declamación. Mi progenitor escuchaba con éxtasis un LP titulado Brindis del Bohemio, en el que José Bernal declamaba En paz y Amada imóvil, de Amado Nervo, Por qué me quite el vicio, de Carlos Rivas Larraudi, Nocturno a Rosario, de Manuel Acuña, entre otros poemas.
                          

             
Eduardo se inspiró tanto en las magistrales recitaciones, que se aprendió varios versos, y representó al Instituto Nacional Francisco Menéndez en un Concurso de Declamación que tuvo lugar en la Escuela Normal España el 28 de agosto de 1966. Eduardo obtuvo el primer lugar, recitando Los motivos del Lobo, de Rubén Darío, y su foto junto a los otros ganadores, apareció en los periódicos al día siguiente. Entre los jurados figuraban la actriz Adelina de Gumero y el escritor Hugo Lindo, autor de la novela “Justicia señor Gobernador”. 
                                                

Una noche de noviembre de 1966, se presentó en el Teatro de Cámara de San Salvador, la obra Los Habladores, de Miguel de Cervantes Saavedra, puesta en escena por el grupo de teatro del Instituto Nacional “Francisco Menéndez”, dirigido por el gran actor y director, Eugenio Acosta Rodríguez. Eduardo Alberto, interpretó el papel de “Roldán”, uno de los protagónicos, junto a su compañero Guillermo Polanco y la famosa actriz de teatro, Irma Elena Fuentes.

Entre los asistentes figura un inusual espectador: mi padre, quien tuvo una de las satisfacciones más grandes de su vida al ver actuar a su hijo. Quedó impresionado por el desenvolvimiento escénico de Eduardo y demás integrantes del elenco, y solía desbordarse en elogios, hacia aquellos actores y hacia su director, a quien llamaba cariñosamente “Chico Tren”, nombre de uno de los tantos personajes que Eugenio Acosta Rodríguez representó en su dilatada carrera.