jueves, 21 de septiembre de 2023

EL GUITARRISTA GUARANÍ QUE CAUTIVÓ A EL SALVADOR

Por Joaquín Rivera Larios



Agustín Barrios Mangoré, el santo y genio de la guitarra clásica, es en Paraguay lo que San Oscar Arnulfo Romero es para El Salvador, "El paraguayo más universal". Falleció en nuestra patria el 7 de agosto de 1944, si no me equivoco en una casa donde actualmente está el extinto cine Darío, luego de haber desparramado su talento por los  exuberantes paisajes de la patria americana. 

                                             
               
                                            
Justamente era un infante de unos ocho años cuando vi en exhibición en el Museo David J. Guzmán por vez primera esa guitarra a la que aquel virtuoso le arrancaba magistrales melodías. En mi imaginario infantil a lo lejos oía en forma murmullos lo que se decía del compositor paraguayo “que era el mejor guitarrista clásico del mundo”, “que era idolatrado en su tierra natal y en la nuestra”, “que había elegido vivir entre nosotros”, “sus famosos doce discípulos”.
                                        

En mi mocedad no existía internet para verificar la veracidad de la información que vía vox populi escuchaba. En el fondo tenía dudas de todo lo que se decía, hasta que vino en tiempos del presidente Armando Calderón Sol el gobernante paraguayo, Juan Carlos Wasmosy (1993-1998) y fue al Cementerio los Ilustres a rendirle tributo a su compatriota, Mangoré, en su visita oficial a El Salvador los días 29 y 30 de enero de 1998.




                                                
La euforia con que fue recibido el guitarrista guaraní en sus recitales en el Teatro Nacional de San Salvador en 1933 y en 1939, y los elogios desbordantes que recibió en la prensa, parecer desmentir la creencia que somos un país con baja cultura y supuestamente éramos más incultos en los años treinta del siglo pasado.
                                    
El prodigioso músico tenía un carácter que oscilaba entre la euforia y la depresión, pero cuando se inspiraba se encerraba a componer. Compuso más de trescientas piezas que hoy forman parte del mejor repertorio de la música clásica. Se dice que fue el primer guitarrista clásico en grabar discos. 

                                           

Entre las múltiples obras que legó al país el general Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944), aparte del Castillo de la Policía, el Telégrago, el Estadio Flor Blanca, el Puente Cuscatlán sobre el río Lempa, está la incorporación del Maestro Mangoré a la planta docente de la Escuela Nacional de Música y Declamación Rafael Olmedo, donde forjó discípulos que dieron testimonio a las futuras generaciones de su genialidad.




                                        
Algunos de sus doce discípulos salvadoreños en la Escuela Nacional de Música dejaron constancia escrita de su contacto con el guitarrista de renombre universal. Tales son los casos de José Roberto Bracamonte y Candido Morales, que escribieron los libros "Mangoré, el Maestro que conocí" y "Agustín Barrios Mangoré, genio de la guitarra". Contrario a lo que se cree que en nuestro terruño no se aprecia el arte, este último reafirmó que el virtuoso guitarrista fue recibido como un gran artista y maestro, aclamado y vitoreado por grandes multitudes.



                                
                                            


Con motivo de la inauguración de la Delegación Departamental de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de San Vicente (17 de julio 1993), oficina de la que tuve el honor de ser jefe cuando se abrió al público, se le rindió homenaje al doctor Rafael Antonio Carballo (1911-2001), ilustre abogado oriundo de aquella urbe, quien fue el primer Ministro de Justicia que tuvo el país en el período presidencial del coronel José María Lemus y discípulo emérito del gran guitarrista paraguayo Agustín Barrios.
                                      

 
        
                                
Mientras en Paraguay se le ha erigido una estatua de tres metros en una plaza de Asunción, donde dió su último recital en 1925, se recibió al Papá Francisco en julio de 2015 con su música, se filmó en su honor una película "Mangoré, por amor al arte", que costó $ 1,400,000. 00, protagonizada por el actor Damián Alcazar y estrenada en su tierra natal el 21 de agosto de 2015; en El Salvador, la patria que lo adoptó, su recuerdo languidece. La guitarra con la que hacía milagros yace en la bodega del Museo de Antropología David J. Guzmán. 


                                        

                                                
Al ver la película de “Mangoré, por amor al arte”(2014), dirigida por el chileno Luis Roberto Vera que retrata a un artista que abrazaba su oficio con pasión en busca de concretar un ideal de belleza, despojado de mayores pretensiones económicas, lo que lo conminó a sufrir penurias al no ser remunerado como su alta valía lo ameritaba. Asimismo, la película evidencia el exilio y la postración a la que los gobiernos paraguayos conminaron a este musico icónico.

                                                
Me lamenté que en el film que se puede apreciar en YouTube no se desarrollaran escenas de la vivencias de Mangoré en El Salvador, pero ello lo explica en parte una entrevista publicada por la Revista Factum bajo el título “Mangoré es un hombre extraordinario detrás de un musico maravilloso” sostenida por Héctor Silva con el cineasta chileno Luis Roberto Vera, en la que éste explica que la Secretaria de Cultura y empresarios salvadoreños se abstuvieron de contribuir a la financiación del film, solo expresaron buenas intenciones y promesas incumplidas.





El Salvador necesita un despertar espiritual y para eso es preciso volver la mirada a la cultura y a las bellas artes. Hay una riqueza artística en nuestro suelo que ignoramos. No es posible que mientras la figura del guitarrista clásico se agiganta en Paraguay, donde solo vivió 20 años, se ignore en su tierra adoptiva, donde dio cátedra y dejó doce fervorosos discípulos que le rendían tributo.




Su tumba fue declarada Monumento Nacional de El Salvador, por decretos de la Asamblea Legislativa de 1985 y 1994, pero también debe ser justipreciada su obra, porque aquí obtuvo inspiración para varias de sus mejores composiciones. Solo un renacimiento cultural nos permitirá contrarrestar esta amnesia colectiva que nos ciega y nos arrebata el rumbo, éticamente es inadmisible que olvidemos todo, hasta a los genios que han dado honra a nuestro terruño azul.