martes, 29 de diciembre de 2020

MI PASO POR LA ESCUELA EXPERIMENTAL HUMBERTO ROMERO ALVERGUE


Por Joaquín Rivera Larios

De 1977 a 1979, estudié de tercero a quinto grado, en la Escuela Experimental Unificada Dr. Humberto Romero Alvergue (ERA), ubicada en el Barrio San Jacinto de San Salvador. Viajaba del Barrio Concepción a la ERA en los buses de la Ruta 21, que hace su recorrido, de Santiago Texacuangos a San Salvador, pasando por Santo Tomas. A nivel de vox populi se manejaba que era una de las mejores escuelas públicas del país.

Mi hermano Álvaro me explicó cómo llegar de la ERA a una casa que tenía mi padre en la calle Francisco Menéndez, Barrio Candelaria, recorriendo la Avenida Los Diplomáticos. Me previno con mucha insistencia que tuviera cuidado al cruzar las calles, percatándome con atención si venía carro o no.




Si bien se honraba su memoria cada año en actos solemnes, a los que asistían familiares del homenajeado, desde que fui un niño el personaje cuyo nombre lleva la escuela me pareció enigmático.   Hoy que busco en la red datos biográficos de Humberto Romero Alvergue, tropiezo con una escasez de información. Lo que he podido descubrir en diversas fuentes son datos contradictorios. Por cierto en una página de la ERA aparece que era médico pediatra y que fue Ministro de Trabajo.

Otra fuente indica que el doctor Humberto Romero Alvergue fue Ministro de Salud, destacando que fue considerado “Patriota de la Revolución  Salvadoreña”, al tiempo que citó también una noticia aparecida en La Prensa Gráfica del 11 de junio de 1954, en la que se destacaba el homenaje tributado por alumnos de la ERA  a un año de su deceso (Tesis de la Universidad Don Bosco “El movimiento de Experimentación Pedagógica en El Salvador”, Pág. 48)



El escritor David Escobar Galindo recuerda en un artículo publicado en La Prensa Gráfica del 2 de febrero de 2019  que cuando tenía 4 y 5 años estuvo en las salas y en los corredores de la antigua Casa Presidencial (la casona de San Jacinto), donde circulaban figuras como el Mayor Óscar Osorio, el doctor Humberto Costa, el doctor Humberto Romero Alvergue y el también Mayor Óscar Bolaños...

Se ubica a Romero Alvergue como fundador del Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD) en agosto de 1949, y miembro de la primera junta directiva Central del mismo instituto político, junto a Atilio García Prieto, José María Peralta y José Kuri, tal como lo menciona un ensayo “La revolución salvadoreña de 1948. Propaganda visual e imágenes”. Este partido llevo al poder a dos presidentes militares: Oscar Osorio y José María Lemus.


Si algo es cierto es que Romero Alvergue fue del círculo más cercano al Mayor Oscar Osorio, pero persisten las discrepancias sobre el cargo que ocupo. Ciertamente, al referirse al gabinete de Osorio, Julio Adolfo Rey Prendes cita en su libro “De la dictadura militar a la democracia”, Pag.69 que Humberto Romero Alvergue fue Secretario General de la Presidencia, que el Secretario particular fue el doctor Rafael Antonio Belloso, y el Secretario privado, Capitán Alonso Castillo Navarrete.                                                     


Desde niño oía comentarios que por problemas de infidelidad la Primera Dama, Leticia Rosales, en arrebato de celos atacó a balazos al presidente Oscar Osorio, por un romance que éste sostenía con Esperanza Llerena, mujer blanca bellísima, y oí decir que la mujer iracunda al parecer había atacado a otro funcionario del gobierno. Algo me decía que la víctima fatal había sido Humberto Romero Alvergue, pero estos son los pasajes ocultos de la historia, ya que aparentemente las circunstancias de su abrupta muerte no fueron esclarecidas a la opinión pública.

Al indagar en el Registro de Estado Familiar de la Alcaldía Municipal de San Salvador, me encontré que Humberto Romero Alvergue falleció a la edad de treinta y tres años en el Hospital Johns Hopkins, Baltimore, Maryland, Estados Unidos, a las veintiuna horas y treinta minutos del diez de junio de mil novecientos cincuenta y tres, que era soltero, del domicilio de San Salvador, hijo de Humberto Romero y Concepción Alvergue viuda de Romero. La certificación de partida de defunción número mil ciento once, folio cuarenta del libro dos B de partidas de defunción, menciona solamente que era doctor, no menciona de donde era originario y no aclara la causa de muerte, no obstante, haber fallecido en un hospital.




Un hecho curioso y cómico tuvo lugar el día de la matrícula, cuando mi madre se confundió y en lugar de ingresar a la ERA, entró conmigo a la Escuela Especial que estaba a la par, donde estudiaban niños con diferentes tipos de discapacidad. La orientadora me veía y preguntaba a mi madre "¿Está segura que quiera matricular a su hijo aquí?" y mi madre insistía "Sí". Al final nos explicó que el centro de estudios que buscábamos estaba en la siguiente manzana.



Mis profesores fueron Gladys Ayala (tercer grado “D”), Carlos Alberto Rodríguez(cuarto grado “D”), quien por cierto desapareció a principios de los años ochenta presuntamente por motivos del conflicto armado; y en quinto grado tuvimos una profesora bajita y morenita, cuyo nombre no recuerdo, que se caracterizaba por aplicar férreos castigos físicos a quienes no hacían las tareas, lo que incluía bajarle el pantalón a los niños y pegarles con la regla en las nalgas. La Directora en aquella época era la profesora Lidia Xochilt Valencia y el subdirector, Francisco Castro.











Tengo fresco en la memoria la imagen del profesor Rodríguez y lo eché de menos desde que vi su foto en el periódico en calidad de desaparecido. Confundido me envió a la Biblioteca, pensando que me enviaba a un concurso de dibujo. Y resulto que era un concurso de poesía con motivo del Día del Padre. Para mi sorpresa resulté ganador y mi poema fue expuesto en un periódico mural. Rodríguez leyó el poema en clase y me felicitó afectuosamente.







Orlando Burgos recuerda que estudió en la ERA de 1971-1980, salió del 9° "B". Sus profesores fueron la señorita Perla, luego Xochilt Valencia hasta 3° grado. Posteriormente Wilfredo Leonel Torres, quien por cierto era arbitro FIFA. Del 78 al 80 le dio clases el profesor Mario Guerrero (Inglés ), el profesor Mata Celis Estudios Sociales e Idioma Nacional. Y Francisco Castro a su juicio el mejor profesor, le impartió Matemáticas y Ciencias Naturales. Por mi parte, tengo presente a las profesoras Chirley y Margarita Adalina Quijano de Segundo Ciclo y la señora Yolanda Maldonado de Ferrufino que daba clases a segundo grado.




Hacia 1978, yendo a clases solía ver pasar la caravana presidencial que acompañaba al General Carlos Humberto Romero, a la sazón Presidente de la República, cuando se conducía a la Casa Presidencial. Cierta vez me obsequiaron en esa Casa un par de fotografías grandes del mandatario y se los mostré a algunos trabajadores del taller de obra de banco de mi padre, quienes me dijeron que pusiera uno de los retratos en una pared. Al colocarlo, le tiraron trapos sucios y me advirtieron “¡Nunca más volvas a traer una foto de ese hijo de la gran p… aquí!”

Rememoro el júbilo que nos colmó cuando llegaron a la ERA promover al Teleférico de San Jacinto, y bailaron en la cancha el Ratón Perez, el Conejo y el Ala Perica. Al son del slogan publicitario “Ven y sube al reino del Pájaro y la Nube”, el Teleferico, inaugurado en noviembre de 1977, era toda una novedad en ese momento, con sus góndolas, los carros chocones, carruseles, el pulpo, el gusanito, un tren y restaurantes, entre otros, ofrecían un entretenimiento inolvidable. Se hicieron colectas en las aulas en forma de ahorro, para ir en excursión a ese novedoso paseo.

Quizá una de las memorias más vívidas de primaria, es el deleite de ver y oir cantar “Eres tú” (el icónico tema del quinteto español Mocedades) a una bella niña de ojos ambar, llamada Betsabe Jiménez, que a mi juicio-y creo que coincidía con la mayoría- era la más atractiva de la sección. Por cierto ella disputaba el primer lugar de la sección con Walter, un compañero flaco, risueño, de carácter apacible. Cuando estudiaba Bachillerato en el Colegio Bautista de San Salvador, tuve el enorme privilegio de volver a verla vocalizando en un grupo de música andina. En la foto aparece Betsabé con compañeros que egresaron de noveno "B" en 1983.





Cierta vez llegué formal a la escuela con camisa manga larga decorada con pequeñas figuras de pingüinos, haciendo a un lado la habitual camisa gris con las siglas ERA bordadas en rojo y pantalón azul negro. Y para mi orgullo, el profesor Carlos Alberto Rodríguez, me designó como acompañante de la candidata a reina de nuestra sección que naturalmente era Betsabe Jiménez. En mi memoria, aun resuenan los megáfonos anunciando mi nombre como acompañante de nuestra bella candidata.



Camino a la escuela o a la salida, era un deleite recorrer los parques Juan José Cañas, Venustiano Carranza, Felipe Soto, Miguel de Cervantes, con todo su verdor y contemplar los bustos de los personajes históricos. A principios de los ochenta los parques fueron apartados del dominio público con muros, malla ciclón, casetas de seguridad y una fuerte presencia militar, para salvaguardar las instalaciones de Casa Presidencial.

Los estudiantes estábamos distribuidos en comités (Comité Cívico, Comité de Ornato y Aseo y otros), en cuarto grado nos asignaron grupos de trabajo todo el año, el nuestro se llamaba “Los invencibles”. Teníamos una pequeña biblioteca en el aula, formada por libros adquiridos por el alumnado. A mí me asignaron la compra del libro “Composición” de Joaquín Añorga. El comité al que yo pertenecía tenía Junta Directiva y era coordinado por la profesora de sexto grado, Luz Marina Osorio de Merlos. Nos llevaban un día a la semana a natación al Círculo Estudiantil.




Un temor que nos infundían los maestros era que no deberíamos ir a “La zona prohibida”, un terreno agreste que quedaba atrás de los edificios. Allí se ocultaban los niños que no querían ir a clases, pero el subdirector Francisco Castro (1977-1979), se daba sus recorridos en la zona, y si a uno lo encontraban refugiado allí, lo llevaban a firmar un libro de faltas, y a las tres faltas le cancelaban la matrícula, pero no vi que cancelaran la matrícula a nadie.




En este esfuerzo por ganarle la batalla al olvido, fue valioso el apoyo del ex compañero Guillermo Padilla de 9o. grado "A" 1974, quien tuvo la gentileza de proporcionarme copia de una lista de mis compañeros y compañeras de 5º. D en 1979 ( 22 varones y 16 niñas). Mi memoria es tan precaria que solo recuerdo de manera borrosa algunos rostros y la mayoría de ellos desafortunadamente se han desdibujado en mis recuerdos.





Según la lista proporcionada, la niñas que me acompañaron en 5º. "D" 1979, fueron: Celia Elizabeth Ayala, Sonia Mahita García, Rosa Emilia Hernández, Irma Elena Iraheta, Patricia Iris Inestroza, Betsabe Jimenez Valencia, Yanira Elizabeth Martinez, Maritza Elizabeth Martir Ortiz, Norma Carolina Martinez, Monica del Carmen Marroquin, Mercedes Dinora Perdomo, Lidia Beatriz Roque, Reina Maribel Rivas, Luisa Marlene Sanchez, Rut América Torres, Sandra Rubí Somoza.


Compartí el tiempo y el espacio en la ERA con los siguientes compañeros: Luis Alberto Bautista, René Alfredo Campos, Jorge Abraham Colocho, Miguel Angel Escobar, René Leodan Gómez, Fidel Cristino Garay, Joel Herrera Martinez, Salvador Alcides Inestroza, Rafael Edgardo Leiva, Omar Odir Maida López, Oscar Alfredo Matamoros, Edgardo Molina Bulnes, Ramón Arturo Mejía, Carlos Alcides Montoya, Nestor Bladimir Ochoa, José Luis Quezada, Albert Douglas Ramos, William Roberto Romero, Joaquín Rivera Larios, Edwin Alexander Rendón, Alberto Theseo Botán Ungo, Nelson Ricardo Ventura Ayala. 
                

martes, 15 de diciembre de 2020

DR.ARTURO ROMERO, EL HOMBRE SÍMBOLO DE LA REVOLUCIÓN

Por Joaquín Rivera Larios




En la fase final del Martinato y en los años subsiguientes, mi progenitor fue seguidor del líder opositor, Arturo Romero López (1911-1965), médico oriundo de Tacuba, Ahuachapán, con estudios en la Universidad La Sorbona de París, Francia. De regreso a El Salvador en 1941, es nombrado jefe de una unidad en el Hospital Rosales y, al mismo tiempo, escribe en la prensa sobre temas sociales. Considerado “El hombre símbolo”, fundó en 1944  el Partido Unión Democrática (PUD). 

El doctor Romero adquirió el perfil de mártir cuando fue macheteado el 5 de abril de ese año en San Luis La Reina, Chalatenango, recibiendo varias heridas al momento de ser capturado, entre ellas una en la cara, cuando huía rumbo a Honduras, luego de erigirse en el líder civil del fallido golpe del 2 y 3 de abril 1944 contra el dictador, Maximiliano Hernández Martínez. 
          

El doctor Romero lideró un grupo de civiles que se tomaron las radios YSP y YSR, transmitiendo consignas a la población en apoyo a la revuelta.  Entre los que se tomaron la YSP figuraron dos mujeres Matilde Elena López y Maria Loucel y otras destacadas personalidades de la sociedad (médicos, periodistas, abogados y así por el estilo).                                                        
                                                           

Por este intento el doctor Romero fue condenado a muerte por un Consejo de Guerra el 10 de abril, junto con otras 43 personas, entre ellos  los militares general Alfonso Marroquin, coronel Tito Tomas Calvo, Tenientes Oscar Armando Cristales, Edgardo Chacón, Subteniente Miguel Angel Linares, Subteniente Ricardo Mancía Gonzalez, y los civiles, Agustín Alfaro Moran, Francisco Guillermo Pérez, los hermanos Tomas y Mario Calvo, entre otros.



Los epítetos que utilizó el fiscal, Tte. Cnel. Andrés Eulalio Castillo, en sus argumentos finales, fueron abundantes en  injurias contra el líder civil de la insurrección: "I-(sic) ese ente desconocido de ARTURO ROMERO...Oriundo de un pueblo de comunistas sin Dios ni Patria, era el hombre"; "hago  incapie (sic)en la culpabilidad de los civiles que al mando de ese ente demoníaco llamado ARTURO ROMERO, el otro tristemente celebre CHENCHO CASTELLANOS RIVAS y los demás...cuya sola mención de sus nombres cansa la lengua"; "héroes del infierno".  
  

Una vez sofocado el movimiento por la dictadura, los días 10 y 24 de abril siguiente se ejecutaron las sentencias de muerte para los demás rebeldes. En ambos rondas su fusilamiento la ejecución del doctor Romero  fue aplazada, posiblemente porque debido a su estado de salud se encontraba recibiendo asistencia en un hospital de San Miguel, hacerlo hubiera sido demasiado brutal. 

                                                                    


Un grupo de sus partidarios, entre ellos el estudiante de medicina, Fabio Castillo Figueroa, prepara un operativo para sacarlo del hospital donde se encontraba bajo custodia  y trasladarlo fuera del país, el cual no se lleva a efecto debido a que el general Hernández Martínez fue obligado a renunciar al poder, luego de la “Huelga de Brazos Caídos” y entrega la presidencia al general Andrés Ignacio Menéndez el 9 de mayo. Además, los fallos condenatorios que no se habían hecho efectivos quedaron sin efecto por la amnistía decretada ese día.                                                             

Posteriormente, el doctor Romero viaja a los Estados Unidos a tratar sus heridas y, a su regreso, es recibido multitudinariamente en San Salvador, figurando como una opción civil frente al régimen militar que llevaba ya trece años gobernando.                                                                                                                                 
Con la apertura democrática que dio el presidente interino, Andrés Ignacio Menéndez, quien decretó amnistía general para todos los presos políticos y abolió el estado de sitio, la oposición se reorganizó y cobró apogeo en los meses subsiguientes a la caída de Martínez.

Desde mayo de 1944, se inició una etapa de extraordinaria efervescencia política. Aparecieron varias organizaciones, entre ellas el mismo PUD, en cuya dirigencia figuraban muchos líderes de Acción Democrática Salvadoreña (ADS). Por otro lado estaba el Partido de Unificación Social Democrata (PUSD), cuyo líder era el general Salvador Castaneda Castro, a quien muchos consideraban una continuación del Martinato, pues había sido Director de la Escuela Militar y Ministro de Gobernación durante este período.                                                              

                                              
Pocas veces se ha producido en El Salvador un fenómeno tan grande de simpatía hacia una figura política, como el que suscitó el doctor Romero. Literalmente convocaba multitudes al grito de “¡Viva Romero!”. Gozó de especial popularidad entre las mujeres, por sus finos rasgos y elegante apariencia. De temperamento tranquilo y suave, se le veía pasar frecuentemente por las calles de San Salvador, del brazo de su esposa Coralia.

Con todo ese apoyo popular, se consideraba que Romero sería el próximo presidente de la República; proclamado candidato por el Partido Unión Democrática (PUD), lo que activa a sus detractores, entre ellos conservadores y los militares, por evitar su ascenso a la primera magistratura del país a toda costa. 






Así las cosas, el día 20 de octubre de 1944, el PUD realiza una numerosa concentración de sus partidarios en San Salvador. Este hecho fue la gota que rebasó la impaciencia golpista de los militares, que, al día siguiente, llevan a cabo un golpe militar contra el gobierno de Menéndez, y asume la presidencia provisional el coronel Osmín Aguirre y Salinas, quién suspende las elecciones que había programado el gobierno anterior, desatándose una gran represión contra los opositores, que los hizo desistir de participar en las elecciones de enero de 1945.

El 12 de diciembre un grupo de salvadoreños que habían emigrado a Guatemala, entre ellos el teniente Julio Adalberto Rivera, invaden El Salvador, para tratar de establecer un régimen democrático, pero después de dos días de combates, son derrotados. Para el doctor Arturo Romero que se encontraba en un campamento cerca de la frontera, significó su retirada de la vida pública.

El doctor Romero salió al exilio y en diciembre de ese año anunció su no participación en ese proceso a fines de diciembre de 1944, desapareciendo así del tinglado una de las figuras más carismáticas y queridas de la política salvadoreña.  


Cuando se celebraron las elecciones presidenciales de enero de 1945, tras retirarse las únicas candidaturas de oposición que habían quedado, las de Napoleón Viera Altamirano y del general Antonio Claramount Lucero, el general Salvador Castaneda Castro resultó ganador, tomando posesión el 1 de marzo de ese año.                   




El doctor Romero López se traslada a Costa Rica a inicios de 1945, ingresando a trabajar en el Hospital San Juan de Dios como médico asistente; posteriormente es nombrado jefe del Servicio de Dermatología y, luego, jefe del Servicio de Aislamiento. Tiempo después ejerció varios cargos en el Ministerio de Salubridad Pública, siendo el principal de ellos el de director del Departamento de Unidades Sanitarias del Ministerio de Salubridad Pública en donde se hizo cargo de un programa nuevo en el país, el de “Unidades Móviles”. Lo planeó, organizó y ejecutó en sus constantes visitas a los lugares más retirados de las áreas rurales del país.

Nombrado en la catedra de Salud de la Escuela de Pedagogía, después llamada de Educación, de la Universidad de Costa Rica. Escribe sobre dermatología tropical y enfermedades de transmisión sexual en revistas especializadas: Leishmaniosis tegumentaria en Costa Rica (Coautor, Revista Médica, 1946), “La esporotricosis en Costa Rica”, (Revista Médica, 1948), “El nuevo tratamiento de pacientes luéticos durante la estancia hospitalaria en el San Juan de Dios”. (Coautor, Revista Médica, 1954), etc. 

                                         

Fue un educador en materia de salud pública, fundador del Colegio Médico de El Salvador en 1943 y el mismo año de su muerte fue declarado por la Asamblea Legislativa de Costa Rica, el 28 de septiembre de 1965, como Ciudadano de Honor. 

En junio de 1959, la doctora Emma Gamboa Alvarado, en el acto de entrega del título de Profesor Honorario de la Facultad de Educación (Costa Rica), expresó:

“El doctor Arturo Romero dirigió en su Patria –El Salvador- una de las más puras luchas cívicas logradas en Centroamérica por el establecimiento de una auténtica democracia civil. Él fue elegido por el pueblo salvadoreño para regir el gobierno que habría de levantarse como movimiento nuevo sobre una tradición política militarista. A causa de ello fue perseguido y maltratado y Costa Rica, para bien nuestro, lo acogió con su ancha hospitalidad”. 




En junio de 1965 decide tomar unos días de vacaciones y acompaña a su esposa Coralia, quien viajaría en autobús a Honduras con sus alumnas de la academia de ballet. Salieron de San José el sábado 28; pasaron la noche en Nicaragua y reanudaron el viaje el domingo 29 para Tegucigalpa, en donde se presentarían en el Teatro Nacional Manuel Bonilla con el objeto de recaudar fondos a favor de la Liga Hondureña contra la Poliomielitis.

Con motivo de ese viaje, el domingo 29 de junio de 1965, el autobús en que se conducía se precipito en un abismo en Choluteca, Honduras, a la altura del Cerro Chinchayote, muriendo junto a 34 pasajeros, entre ellos su esposa Coralia Avila. Sobrevivieron únicamente 18 personas. El Auditórium de la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica tiene en sus paredes una fotografía del Dr. Romero.



sábado, 5 de diciembre de 2020

NOVIAZGO CON LA SOLEDAD

Por Joaquín Rivera Larios




La soledad es un espacio propicio para la reflexión, para el auto conocimiento, para descifrar los intrincados sentimientos que brotan del corazón que es sumamente engañoso e impredecible. El escritor uruguayo José Enrique Rodó dijo: “Ayúdate de la soledad y el silencio”.

Es la ocasión perfecta para meditar en silencio, a fin de discernir lo aparente de lo real, lo falso de lo verdadero, lo correcto de lo desviado. Es la oportunidad de navegar de la incertidumbre a la certidumbre. El espacio perfecto para descubrir tu yo oculto, tu yo perdido, tu propósito en la vida.

La soledad tiene un lado amable y aleccionador, pues proporciona una oportunidad para perdernos, pero también para encontrarnos, para desentrañar el sentido de nuestra existencia, procurar la unión con el yo perdido, de cara a sentar los cimientos de un proyecto de vida noble y útil. Provee una plataforma para luchar contra la timidez, el sufrimiento y la vanidad.

Al leer y escribir ahuyentarás la sensación de estar solo, mediante la conexión con almas del pasado y del presente que desconocías, a quienes podrás escuchar con los ojos, al tiempo que irás develando los misterios del universo.

Las personas son cambiantes, fatuas, incomprensibles, fluctúan conforme varían las emociones y los intereses, depender del afecto y la comprensión de una compañía, es colocar la dicha bajo los designios de un juego de azar. 





Con las malas experiencias, los desengaños y deslealtades, va menguando el espíritu de sociabilidad. Las expectativas sobre las personas tienden a reducirse, así como el instinto sexual y la atracción hacia el sexo complementario empieza verse desde una óptica más racional y menos emotiva. 

No compres compañías vanas que a la postre vaciarán tu vida, drenarán tus energías, te llenarán de decepción. No llenes la soledad de espíritus mezquinos que te harán sentir más incomprendido. 


Si no puedes ser feliz en soledad, muy probablemente tampoco lo serás en pareja, congeniar con otra persona requiere tolerancia, paciencia y amplio criterio. Cuando la soledad es gravosa, es casi seguro que la compañía también lo será. No tengas expectativas de las personas ni esperes reciprocidad por tus buenas acciones, para no decepcionarte.

El desamor devasta como peste y es necesario fortalecernos internamente para conjurar las asechanzas de un entorno hostil e indiferente a nuestras necesidades afectivas.

                                                



Con frecuencia cuesta aguantarse uno mismo, con los hábitos molestos, manías, el infaltable cargamento de recuerdos perturbadores. Hay que extraer las virtudes de la soledad y luego practicarles en la vida social. Cultiva la paz interior y tu senda se iluminará, que la envidia, la traición, la maledicencia que te asechan, no envenenen tus sentimientos. 

La meditación, el silencio, la lecturas edificantes, los buenos sermones, la música positiva, nos abren la puerta para sanar las heridas, las ulceras, los arañazos, de tantos gritos, vituperios, blasfemias que nos han perseguido desde la infancia y que han causado estragos en nuestra autoestima.

Procura que los recuerdos que pueblan tus horas solitarias sean nobles, positivos y profundos, para que puedas disfrutar de estos periodos. Intenta rodearte de personas que energicen y enriquezcan tu vida. Arthur Shopenahuer escribió: “La soledad es la suerte de todos los espíritus destacados: a veces se lamentarán de ella; pero siempre la eligen como el menor de dos males”. 




Debemos descubrir el placer de estar con uno mismo. Saborear ese dialogo interior e íntimo que en un principio nos permita auscultar las malas emociones (los traumas, los resentimientos, los rencores) y luego contrarrestarlos con determinación, porque los sentimientos negativos nos revuelcan como cerdos en el fango de la miseria.

Con el vuelo del tiempo y a fuerza de reveses, estamos menos expuesto a la engaño, la vida se vuelve más predecible. Y el proceso que llevan los acontecimientos que antes veíamos nublado, lo vislumbramos con más claridad. El aislamiento y el trato consigo mismo se vuelven costumbre.

                                    

                                        
Busca un sentido a tu existencia, algo grande por lo que valga la pena vivir e inclusive morir. Hay que alimentar la memoria selectiva de vivencias exitosas y positivas, cultivar la amnesia de las anécdotas tormentosas. Hay que ensanchar nuestro lado luminoso, robándole terreno al lado oscuro que nos hunde en la codicia y el egoísmo.

Las quimeras que arden en tu mente y abrazas en tu corazón te hacen sentir acompañado, aunque estés solo. Los sueños bien administrados pueden iluminar tu soledad, recargar tus baterías, darle alas a los buenos pensamientos, alimentar tu creatividad y recuperar la fe en el amor, aunque a veces te haya herido.