domingo, 5 de julio de 2020

JOSÉ ANTONIO PÉREZ CASTILLO, EL SABIO QUE APAGABA FUEGOS


Por Joaquín Rivera Larios


La mañana del 4 de mayo de 2020, desayuné con la noticia de la muerte del licenciado José Antonio Pérez Castillo, Jefe del Departamento de Observación Preventiva y Atención a Crisis de la PDDH, licenciado en ciencias políticas, docente en la Universidad Nueva San Salvador y otras casas de estudio, Masón grado 33 y un gran conocedor de la política y la historia, amante empedernido de la lectura que deja como legado una vasta biblioteca.

Nació en San Salvador 6 de marzo de 1949 y tuvo una esmerada educación en el Colegio jesuita Externado San José, cuando estaba ubicado en el centro de San Salvador, cerca de la plaza San José. Allí fue compañero de destacadas figuras del tinglado nacional, de la talla de Héctor Silva, ex alcalde de la capital y del reconocido empresario y político, Archie Baldocchi Dueñas, ambos ya fallecidos. 





Al interior de la Gran Logia Cuscatlán conoció el país desde arriba, alternando con altas personalidades de la política, del empresariado, de las diversas profesiones liberales. Allí se relacionó con don Nicolás Salume, Ramón Avalos Navarrete, Hernán Contreras, los grandes jerarcas de la masonería en el país. Una vez platicando con el coronel Roy Ronald Azanudo Hernández, entonces Jefe del Departamento Jurídico del Ministerio de Defensa (QDDG), también masón, me manifestó la deferencia que sentía por Pérez Castillo. Y a través del Departamento de Observación Preventiva conoció el país desde abajo, abogando por los derechos de las personas más humildes.

Ingresó a laborar en la PDDH el 3 de septiembre de 1995, bajo el mandato de la doctora Victoria Marina Velásquez de Avilés y por su carácter moderado, paciente y conciliador medió con éxito en innumerables conflictos laborales y en diferendos que sostenían grupos del sector informal con las alcaldías. 



Recuerdo que una ocasión  lo vi al filo de las once de la noche en el Centro Histórico de San Salvador, junto al compañero Jorge Antonio Iraheta (QDDG), ambos con su chaleco institucional, mediando en un desalojo de vendedores informales y apaciguando la tensión y brotes de violencia que suelen rodear a estas acciones. Sus actuaciones de pacificador lo configuraron en un sabio que literalmente apagaba incendios. 






No obstante que ostentaba una jefatura importante, el Maestro Pérez Castillo no era dado al servilismo ni a la adulación, a fin de obtener prebendas, lograr influencias o conservar su puesto, mantenía una posición distante y relativamente critica de quienes conducían la institución. Es decir, si bien no era disidente, tenía un sentido de la justicia, la dignidad humana y los valores democráticos, consecuentemente no asumía las típicas posturas de los mandos medios de avalar y promover irreflexivamente las decisiones de las altas autoridades, aunque sean lesivas a los derechos y garantías laborales.


                                
Durante el mandato de Beatrice Alamanni de Carrillo, a raíz del maltrato laboral y la ausencia de diálogo con el personal, el 3 de febrero de 2006 estalló una protesta por parte de un grupo de trabajadores, aglutinados en ASEPRODEH (asociación de empleados de la PDDH), quienes cerraron el edificio de Tutela. Pérez Castillo y su equipo no pudieron salir a verificar una protesta de vendedores de CD piratas en las inmediaciones de la Asamblea Legislativa.Sabedor que a los compañeros inconformes los podían sancionar, cuando se le pidió informe con motivo de los procesos disciplinarios, no relacionó los nombres de los participantes en aquella gesta.






Gracias a su vasta cultura, carácter bonachón y su capacidad para reconocer los méritos, más allá de las flaquezas, pudo entablar relaciones empáticas con servidores que tienen personalidades y niveles académicos bien diversos. Prueba de ello es el aprecio especial que el Maestro le profesó a Victor Antonio Bermudez, jurídico, expresidente de ASEPRODEH (2007-2009), muy versado en litigios y en temas bíblicos, con mucha habilidad en el uso de la palabra verbal y escrita, pero controversial, al punto que el exprocurador David Morales, le promovió un proceso sancionador por haberle puesto el chaleco institucional a un perro en plena protesta del veterano de guerra, Daniel Hernández (QDDG) que era acerrimo detractor de Morales. 



 



El 5 de mayo de este año, Diana Maribel Gomez, escribió en Facebook en memoria de su jefe estas emotivas palabras: “Infinitas gracias Ilustre por todo su legado. Su nobleza me hizo comprender que ayudando a la gente incondicionalmente nos permite ser constructores de la paz. Aprendí a reforzar mi carácter para buscar el equilibrio en situaciones controversiales. Me enseñó que debo cultivar personalmente la sabiduría para responder asertivamente. Fue constructor de la labor del departamento creando sus propios protocolos sin ninguna instrucción que le antecediera. Siempre será recordado como una persona altruista y servicial pero sobre todo como un gran amigo. Tiene ganado el cielo licenciado Pérez Castillo, bien merecido”.



Esparció su conocimiento por las aulas: en la Universidad Militar impartió filosofía, ética profesional y doctrinas políticas y en las Universidad Las Américas doctrinas políticas y filosofía general. Cuenta Rosemberg André Cáceres, uno de sus alumnos, que le gustaba comentar de libros que no son comunes en las librerias, como son los de historia o de doctrinas politicas, siempre acompañado de una taza de café o un vaso de agua. Fue una persona accesible que proyectaba un aire de padre o compadre a sus discípulos.



Los libros que aficionaba escudriñar un determinado lector, nos dan un bosquejo de su personalidad, nos indican el camino por donde se encauzaban sus inclinaciones. El 19 de mayo caminando por la acera del edificio 444, donde tenía su despacho el licenciado Pérez Castillo, con mucha tristeza me encuentro tirados algunos libros y revistas que fueron de su propiedad: “Critica de la teoría elitista” de Peter Bachrach, “Revista Real Card” No.2 -2010, de la Red de Asesoría Laboral de Centroamérica y República Dominicana, dos ejemplares de la revista “El Defensor del Pueblo” de la PDDH, de septiembre 2008 y junio 2010, y tres ejemplares de la Revista “Año/Cero”.



Acababa de concluir la lectura de la novela histórica “Crimen en el Parque Bolivar”, escrita por Rodrigo Ezequiel Montejo, que cuenta la peripecias que rodearon el crimen del presidente Manuel Enrique Araujo el 9 de febrero de 1913, y allí se relata una siniestra conspiración entre un oscuro personaje salvadoreño y el presidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera. Queriendo recordar la identidad del supuesto coautor intelectual del magnicidio, le disparo a quemarropa la pregunta: “¿Maestro cómo se llamaba el Roberto D’Aubuisson de principios del siglo pasado que estaba involucrado en la muerte de Araujo?” e inmediatamente me contestó: el doctor Prudencio Alfaro y me narró una breve semblanza del mismo. 
                                                                        
                                         

Desde el 2007, en varias ocasiones fue candidato a Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, como lo revela la publicación de este boletín de SEPRODEHES que da a conocer su participación en un foro que organizo nuestro sindicato con los candidatos en 2016. Su primera postulación le significó una represalia de la doctora Beatrice de Carrillo que no le permitió ir a verificar la marcha del uno de mayo de 2007. 




Con la muerte del licenciado Pérez Castillo, la PDDH y el país pierden a un hombre sabio, muy humilde, afable en el trato, con la sonrisa a flor de labio, dispuesto a compartir sus conocimientos. Cuando se me olvidaban los detalles o los nombres de los personajes de algún hecho de relevancia histórica, se lo preguntaba a él y me los recordaba de inmediato. ¡Que en paz descanse el Maestro Pérez Castillo!