Por Joaquín Rivera Larios
Lamento profundamente el deceso de nuestro compañero en la PDDH, José Ovidio Ardón Hernández (San Rafael Cedros, Cuscatlán, 18 de octubre de 1956-Soyapango, San Salvador, 2 de diciembre de 2025), uno de los mejores narradores de historias que conocí en la PDDH, entidad a la que ingresó el 4 de julio de 1995. Gozó del aprecio de altos funcionarios de la institución, como David Morales, Antonio Aguilar Martínez, Zaira Navas, Manuel Lemus.

Colaboró con la investigación de casos muy delicados como el homicidio de la niña Katia Miranda, el grupo de exterminio la Sombra Negra que asoló la zona oriental y el homicidio del líder sindical estadounidense José Gilberto Soto. Se desempeñó en los Departamentos de Investigaciones, después llamado Procuración, Denuncias y Derechos Políticos.

Tenía una memoria prodigiosa. Recuerdo haberle escuchado relatos sobre la clasificación de El Salvador al Mundial de México 1970 y anécdotas de la guerra de las cien horas contra Honduras en julio de1969.

Luis Bernal, quien fue jurídico de la Policía Nacional Civil (PNC) de Chalatenango, comenta en Facebook que conoció a Ovidio cuando era empleado de la PDDH. Era un profesional muy acucioso en sus investigaciones, muy respetuoso y objetivo para hacer sus informes, no cuestionaba por cuestionar a ninguna institución.

Ovidio Ardón tenía un carisma muy especial para granjearse el afecto de algunas compañeras muy agraciadas que concitaban la admiración colectiva. Las palabras de Michelle Mariela Rosa, con motivo de su partida, son muy elocuentes: "Ovito, papá Ovito, compañero, era como yo lo llamaba; definitivamente una de las personas con las que más compartí en mis tiempos en la PDDH. Siempre lo voy a recordar. Descanse en paz."
Tania Huezo Cortez, a quien llamábamos cariñosamente “Tanita”, tuvo un paso fugaz, pero inolvidable por la Procuraduría. Se casó y se fue a residir a Alemania. Fue una persona admirable en muchos aspectos: muy elegante, educada, diligente y asertiva en el trabajo, Ovidio logró construir una amistad encomiable con ella. Al partir nuestro amigo al viaje sin retorno, Tanita comentó en la red: "¡Que descanse en paz! Una gran persona, a quien le agradezco mucho por su sinceridad, humildad y alegría."
A Ovidio se le acuñó en el ámbito laboral un alias que no era congruente con su personalidad, a mi me cabe el honor de ser uno de los que lo empezó a llamar con el sobrenombre Obi-Wan-Kenobi, en alusión al personaje de ficción de la saga "Star Wars" y por su estilo enamoradizo solía decirle: "Obi-Wan y las chicas del can".
Con ese sobrenombre lo recuerda Elisa Arévalo, otra compañera de trabajo, quien al despedirlo en Facebook comenta: "Obi-Wan', sus palabras que siempre recordaré 'te quiero mucho'. Cada vez que nos veíamos abrazo, beso y la frase de cariño. Que descanses en paz amigo."
Hubo un tiempo en que se dedicó a escudriñar con fervor la Biblia y libros cristianos, tengo presente sus comentarios sobre el libro "Cuando lo que Dios hace no tiene sentido". Contaba que había leído las Sagradas Escrituras en cuatro ocasiones desde Génesis hasta Apocalipsis. Una temporada se congregó en el Centro Familiar de Adoración (CEFAD).
La palabra de Dios, no regresa vacía, siempre cumple el propósito por el que fue revelada, según se desprende de Isaías 55:10-11. Rogelio Miranda comenta que cuando estaba en el Departamento de Investigaciones en tiempos del Procurador, doctor Valladares Melgar, le regaló a Ovidio una Biblia de color azul que tenía al fondo la imagen de Jerusalén. En una ocasión Ovidio dijo que cada vez que tenía un problema abría la Biblia y allí encontraba la respuesta que Dios le daba a su quebranto.

Tuvimos discrepancias en el ámbito sindical, pero cuando requería un trabajo jurídico regularmente recurría a mi persona.
Ovidio fue uno de los pioneros de la lucha por la nivelación salarial con las otras dos instituciones del Ministerio Público (Fiscalía General de la República y Procuraduría General de la República), cuando estuvo en la Junta Directiva de ASEPRODEH. Una muestra de ello fue una petición formal que hizo el 13 de julio de 2000 al entonces Procurador en funciones, doctor Marcos Alfredo Valladares Melgar, en el sentido de lograr la paridad salarial para el personal de la PDDH.
Otro detalle que incremento exponencialmente la popularidad de Ovidio fueron las inolvidables fiestas que organizaba en el patio de su casa en Soyapango, a las que asistían renombradas personalidades que alternaban con los compañeros y compañeras. Elisa Arévalo apunta en comentario en la red que se departía con todo tipo de música, del que él tenía buen oído y memoria y su casa era abierta sin discriminación.
Fue para su única hija Arantza Magalena un padre y abuelo muy afectuoso y empático. Las palabras que le dirige su hija en Facebook revelan ese amor filial: "En este día quiero felicitar a un hombre maravilloso a uno de los hombres muy importantes para mi, al primer amor que conocí, gracias porque a pesar de la distancia que hay entre nosotros siempre me das ese amor de padre a mi y ahora a tu nieto. Le doy gracias a Dios por darme al mejor padre del mundo..."


Yo solía bromear con él porque se graduó de licenciado en Ciencias Jurídicas de la UCA hacia 1993 en una promoción plagada de grandes personalidades que ocuparon altos puestos en la administración pública. Le decía que para enaltecer su curriculum vitae pusiera el nombre de sus ilustres compañeros y profesores.

Cada vez que parte un ex compañero de la PDDH en su viaje a la eternidad, siento que se extingue gradualmente la institución a la que yo pertenecí. No sé si los recuerdos se iluminan o empañan con cada deceso, lo que siento es que muere una parte de la institución a la que sigo vinculado psicológicamente.

Ovidio Ardón sin duda es parte de una familia ampliada, con la que sigo departiendo en mi mente. Me deja la impronta imborrable de una persona franca, llana, sencilla, fraterna, humilde que exponía sus puntos de vista con autenticidad. ¡Hasta pronto Ovidio!










