domingo, 30 de junio de 2024

DESTACADOS ABOGADOS Y DOCENTES SALVADOREÑOS

Por Joaquín Rivera Larios


Los días  22 y el 30 de junio se celebran en su orden "el Día del Maestro" y "el Día del Abogado",  para  encomiar la labor de dos profesionales imprescindibles.  Los primeros sirven para apuntalar la educación que es la savia vital para construir y sostener la civilización y los segundos para asegurar que la justicia no sea un ideal abstracto y se haga efectiva en casos concretos. Ambos profesionales si actúan correctamente son baluartes en la edificación de una sociedad justa y sana.


 

TRIBUTO AL DOCTOR MIGUEL TOMAS MOLINA

De todos los ilustres juristas salvadoreños, a quienes que se podría rendir tributo, me llamó poderosamente la atención que el aula magna de la Facultad de Derecho de la Universidad José Matías Delgado (UJMD) llevara el nombre del doctor Miguel Tomas Molina (Zacatecoluca, 4 de mayo de 1862-San Salvador, 22 de octubre de 1965), exhibiéndose en la misma un gran cuadro al oleo de su persona luciendo la banda presidencial, cuando en realidad nunca fungió como Presidente de la República, sino que fue presidente de la CSJ y Primer designado a la Presidencia en 1944, antes del golpe de Estado del 21 de octubre de ese año al Gral. Andrés Ignacio Menéndez (1879-1962).




Ese golpe de Estado que obligó a la renuncia del Gral. Menéndez confirió la presidencia al Cnel. Osmin Aguirre y Salinas, cuando el primer designado a la presidencia era el abogado Miguel Tomas Molina. Como la CSJ manifestó su desacuerdo con tal despojo, los magistrados de dicha Corte fueron destituidos por la Asamblea Legislativa, lo cual los conminó a refugiarse en Guatemala, en cuya capital se formó el gobierno en el exilio, siendo presidido por el doctor Molina. 




Una semblanza del doctor Guillermo Trigueros h., fundador y primer Rector de la UJMD, publicada en el Boletín Cultural Informativo de la UJMD Año XII, No. 48 de septiembre de 2013, escrita por el doctor José Dagoberto González,  da cuenta que el doctor Trigueros hijo sentía una profunda admiración por el doctor Molina, ex candidato a la Presidencia en 1923 y 1931, en atención a su lucha en pro de la democracia y por ende contra las dictaduras que nos han asolado, al punto que lo acompañó en su exilio en Guatemala, cuando éste se proclamó presidente.




DESTACADOS DOCENTES        

Me permito recordar a muchos maestros que tuve durante el lustro de 1987-1991 en la Universidad  José Matías Delgado (UJMD), fundada el 15 de septiembre de 1977, entre otros, por su primer Rector,  doctor Guillermo Trigueros hijo (San Salvador, 21 de octubre de 1916-Lago de Coatepeque, 12 de abril de 1998), autor de tres tomos de la Teoría de las Obligaciones, publicado por Editorial Delgado en los años ochenta.   

                        


El primer contacto con un docente de la  UJMD fue con el controversial, campechano, extrovertido, mediático  e irónico doctor Salvador Nelson García  Córdova (1942-2023), entonces Decano y Docente  de la Facultad de Derecho, junto con el licenciado Carlos Quintanilla Smith, Vicedecano,  pero en 1987 éste lo reemplazó en el cargo de Decano. Ambos profesionales  nos impartieron clases en el curso propedéutico noviembre-diciembre de 1986.

                                


                                        

En los ciclos regulares nos impartieron clases: Rafael Antonio Barrios Castillo (Sociología y Sociología jurídica),  René Iván Castro (Introducción al Estudio del Derecho),   José Lombardo Morales (Código Civil 2), Jaime Quezada (Código de Comercio I),  Hortensia Cruz de López ( Instituciones de  Derecho Civil  I), el doctor Jaime Cierra Quezada (Procesal Penal I y  II),  José Belarmino Jaime (Derecho de Comercio III), Humberto Guillermo Cuestas (Derecho Administrativo), José  Rafael Guerra Guerreta (Finanzas Públicas), Ricardo Mendoza Orantes (Leyes administrativas y Derecho Tributario).  




A mi generación le dio clases otro grupo de  doctores graduados en la UES con excelentes credenciales:  Manuel Arrieta Gallegos (Derecho Penal I), José Enrique Silva (Derecho Penal I), Magno Tulio Sandoval (Derecho Agrario),  Felipe Francisco Umaña h. (Teoría General del Proceso), Humberto Guillermo Cuestas (Derechos Administrativo),   Armando Arias, Mauricio  Eduardo Colorado, Jorge Eduardo Tenorio (1943-2012), Roberto Mendoza Jerez,  Juan Doño Altamirano,  José Roberto García Alvarado, estos  dos últimos eran docentes de Derecho Laboral y fueron asesinados en su orden los días 1 de octubre de 1987 y 19 de abril de 1989, causando conmoción en el cuerpo docente y en la comunidad estudiantil.  






Tuvimos docentes  graduados de la UJMD con excelentes calificaciones:   Juan Pablo Cordova Hinds (Filosofía del Derecho), Elvira Lorena Duke (Derecho Civil 5),   Enrique Sorto Campbell (Derecho Romano),  Oscar Caballero Peñate (Derecho Penal II), Manolo del Valle (Derecho Bancario), José Obdulio Dinarte Hernández (Organismos internacionales), Belisario Artiga (Introducción al Estudio del Derecho), Benjamin Valdez (Derecho Internacional Público),  Federico Edmundo Pino Salazar (Derecho Internacional Privado y Geopolítica), Dafne Yanira Sánchez (Instituciones de Derecho Civil III), Irma Lidia Ortega Vallecillos (Derecho Procesal Civil), Julio E. Valdivieso e Irma Elizabeth García Larios, ambos docentes de Derecho Laboral.       

  





ANECDOTAS

La primer anécdota memorable fue el primer día de clases, en el curso propedéutico que impartía el doctor Salvador Nelson García Córdova (San Salvador, 1942-San Salvador, 14 de septiembre de 2023), quien no me dejó entrar al aula, recriminándome formalmente mi forma de vestir, ya que no llevaba corbata ni camisa manga larga.



Me cuestionó por qué había llegado informal, cuando la mayoría de mis compañeros vestían con elegantes trajes, otros al menos llegaron con camisa manga larga y corbata. Mientras el doctor García Córdova  reprendía mi informalidad, los compañeros se reían a carcajadas. Al final me dio la oportunidad de regresar ese mismo día, pero vestido adecuadamente de acuerdos a las exigencias de la Universidad.



El doctor García Córdova que había estudiado en el Colegio Bautista de San Salvador, en el Colegio Divino Salvador y el Instituto Nacional Francisco Menéndez, autor del divertido libro “El Dictador Salvatrucho”, junto con Eudoro Umaña, era muy cómico para dar clases, y solía arrancar carcajadas con las respuestas desacertadas que el alumnado  daba  a sus preguntas, algunas muy ingeniosas, como “defíname qué es una piña”, con ese método nos hacía entre risas que aprendiéramos a formular conceptos propios sobre diversos tópicos y cosas.

                                        


A uno de los compañeros que más se enredaba para responder, de apariencia muy humilde,  al final de tanto tropiezo verbal, le preguntó  cuál era su oficio, aquel respondió  cándidamente “Comerciante”, lo que generó que el colectivo de condiscípulos de inmediato le acuñara el alias de “Comerciante”, del que ya no pudo desprenderse hasta que se retiró prematuramente de la Universidad.  

                                        


El doctor Humberto Guillermo  Cuestas (Santa Ana, 3 de febrero de 1921-San Salvador, 5 de abril de 2005), fue nuestro profesor de Derecho Administrativo I y II en el segundo ciclo de 1988 y en el primero de 1989, fue Vicepresidente de la República (1 de julio 1967- 1 de julio 1972),  Ministro de Justicia durante el gobierno de Julio Adalberto Rivera (1962-1967), Magistrado de la Sala de lo Contencioso Administrativo.

                                                


Pues bien, cuando comenzaba la clase que era la primera de la tarde, por la dificultad de la materia y el alto tecnicismo de la misma, su escritorio se llenaba de pequeñas grabadoras  de aquellas que operaban con casetes, que él decía que inhibían su libertad de expresión. Solía establecer comparaciones entre las Constituciones de 1950, 1962 y 1983, aunque solía decir que conocía mejor la Constitución de 1962. El doctor Cuestas era extremadamente discreto, no contaba en clases experiencias que tuvo en los altos cargos públicos que desempeñó.

                                                


Conversando con él en privado allá por 1989 me contó que a veces llegaba a verlo a su casa el expresidente Gral. Fidel Sánchez Hernández, quien le decía que debería de hacer ejercicio por que él siempre hacía pechadas y flexiones, cuando éste tenía 72 años.  Me contó que Fidel era muy inteligente, que hablaba inglés y francés y que siendo Ministro de Justicia  fue comisionado por presidir la delegación de El Salvador que asistió al sepelio del expresidente de Nicaragua Luis Somoza Debayle, fallecido  el 13 de abril de 1967.



Derecho Procesal Penal I y II lo impartió el doctor Edgardo Cierra Quesada, nacido en Zacatecoluca el 13 de enero de 1943, quien fue Juez Séptimo de lo Penal y Magistrado de la Corte Suprema de Justicia (1994-2003). Recuerdo que a principios de abril de 1989 cuando estalló el escándalo de la liberación de Orlando Llovera Ballete e Isidro López Sibrián, procesados por Secuestro y Extorsión, por parte del Juez Tercero de lo Penal, Juan Héctor Larios Larios, el doctor Cierra nos explicó en una clase completa tanto la resolución en la que liberaron a los presuntos secuestradores como la revocatoria de la misma. Por esta resolución el Juez Larios Larios fue destituido de la judicatura y suspendido como Abogado.



Si alguien era experto en la materia que impartía era el doctor Magno Tulio Sandoval, titular de la cátedra de Derecho Agrario, cuya tesis doctoral versó sobre la “Reforma Agraria en Latinoamérica, caso El Salvador” (1971), autor también de la monografía “Apuntes de derecho agrario y ambiental”(2009, Editorial Wilbot). Sandoval nos hizo estudiar la Ley Básica de la Reforma Agraria del 5 de marzo de 1980, haciendo una comparación con el programa de transformación agraria que pretendió implementar Arturo Armando Molina en 1975-1976. Nos contaba su experiencia cuando fue a conocer el proceso de implementación de la reforma agraria en Perú.  


En el primer ciclo de 1989 nos tocó clases de Instituciones de Derecho Civil III con una profesora muy joven y empática, Dafne Yanira Sánchez, nacida el  4 de diciembre de 1963, bachiller pedagógico del Colegio Santa Inés (1980) y ex Maestra de primaria, lo que hacía que aplicara muy bien los métodos, técnicas y estrategias de enseñanza y aprendizaje. Era asombrosa porque no solo dominaba la materia, si no que también tenía una memoria prodigiosa: el primer día de clases preguntaba los nombres de los alumnos y al siguiente día ya nos llamaba y nos hacía preguntas pronunciando nuestros nombres. 


   

La UJMD era y es una universidad muy conservadora, con énfasis en el derecho civil, mercantil, bancario, por eso me llamaron mucho la atención algunas clases Sociología del doctor Rafael Antonio Barrios Castillo (Usulután, 1945-San Salvador, 7 de enero de 2001), en las que hablaba de pobreza, marginalidad, justicia social. Desde luego Barrios era muy prudente y no inculcaba odio hacia las clases económicamente poderosas. Para sensibilizarnos sobre la formas de vida de las familias más desposeídas nos llevó a sus alumnos a visitar una comunidad en vías de desarrollo allá por el Hospital de ANTEL.




Tuve la fortuna de ser alumno de uno de los civilistas más importantes que ha dado El Salvador, el doctor Adolfo Oscar Miranda, ex Magistrado de la Sala de lo Civil de la CSJ,  egresado de la promoción 1941 de la Universidad de El Salvador, junto a  juristas que brillarían en el foro nacional de la talla del doctor Manuel Arrieta Gallegos, Hugo Lindo, Armando Calderón Nuila (padre del presidente Armando Calderón Sol). Sus clases eran producto de una interacción entre la teoría y la práctica. Era sencillo, profundo en sus enseñanzas y exigente  a la vez. 



Tuvo dos alumnas muy destacadas que brillaron casi con la misma intensidad que el Maestro: Elvira Lorena Duke Chávez,  quien nos impartió Derecho sucesorio  y Dafne Yanira Sánchez antes mencionada, ambas le ayudaron a sistematizar en un valioso tomo denominado "De la Compraventa", sus exhaustivos estudios y apuntes sobre esta institución del derecho civil, incorporándoles extractos de jurisprudencia, publicación que se hizo en 1996. El 2004 Editorial Delgado se anotó otro éxito, publicando "La Hipoteca", otra obra del doctor Miranda.        


DOS DOCENTES EXCEPCIONALES

No tuve el privilegio de recibir clases con los doctores Arturo Zeledón Castrillo (7 de mayo de 1914-1 de noviembre de 1997) y Reynaldo Galindo Pohl (Sonsonate, 21 de octubre de 2018-San Salvador, 4 de enero de 2012), pero su enorme prestigio ha sido de dominio público fuera de los círculos judiciales,  universitarios, académicos, inclusive a nivel internacional.

                        


El primero fue Decano de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Jurídicas,  Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Presidente de la Corte de Cuentas de la República, Ministro de Justicia, asesor de la CSJ. Su tesis fue “El Sobreseimiento en materia criminal” (1940). Dominaba tanto el derecho público como el privado. Tenía un conocimiento enciclopédico.  

                                    


El segundo fue Ministro de Cultura, miembro del Consejo Revolucionario de Gobierno, junto con el Mayor Oscar Osorio, el Teniente Coronel Manuel de Jesús Córdova, el abogado Humberto Costa. Presidente de la Asamblea Constituyente que promulgó la Constitución de 1950. Fue director del departamento de relaciones de la Unesco (1957 a 1959); miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1960-1964); secretario general interino y director del departamento jurídico de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) (1966-1967); representante de El Salvador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (1967-1977)

Galindo Pohl fue llamado en tono jocoso “el doctor No”, porque rechazó la presidencia  de la República cuando le fue ofrecida por los presidentes militares, Oscar Osorio y Fidel Sánchez Hernández.  Brilló en la catedra de Filosofía del Derecho en la Universidad de El Salvador en los años sesenta. El Centro Judicial de Sonsonate lleva su nombre.      

COMPAÑEROS EN LA FUNCIÓN PÚBLICA

Algunos compañeros de mi época en la UJMD que han ocupado importantes cargos públicos: José Francisco Guerrero Chacón fue Presidente del Registro Nacional de Personas Naturales, Carlos Alfredo Cativo Sandoval y Juan Carlos Benítez Perla, ambos fueron Directores Generales de Aduanas;  René Eduardo Cárcamo, Presidente del Instituto Acceso a la Información Pública.




En las instituciones del sector justicia han destacado:  Geraldine Aldana Revelo fue Procuradora General de la República, Jueza de Paz y Jueza de Extinción de Dominio; Oscar Antonio Canales Cisco  Sergio Luis Rivera Márquez y Enrique Alberto Portillo,  Magistrados de la Corte Suprema de Justicia; Allan Duran  Rodas y Patricia Leonor Beltran Palomo, en su orden Secretario de Cámara de lo Civil y Secretaria de Cámara de lo Laboral; María Antonieta Josa de Parada, Presidenta del Consejo Nacional de la Judicatura. Algunos de ellos han sido formidables docentes en prestigiosas universidades y autores de ensayos jurídicos. 




Un recuerdo luminoso de mi paso por la UJMD fue sin duda haber coincidido con una compañera encantadora que cautivaba con su sonrisa y esplendente presencia, y además es la condiscípula que ha ocupado el cargo político de mayor importancia: Ministra de Relaciones Exteriores, durante el mandato de Tony Saca. Según Wikipedia ha sido también Directora General de Política Exterior de El Salvador, Ministra Consejera en la Embajada de El Salvador en Washington D. C. y representante Alterna de El Salvador ante las Naciones Unidas, en Nueva York.

Me refiero a Marisol Argueta, nacida el 6 de abril de 1968, ex alumna de la Escuela Británica Cuscatleca, hija de don Oscar Eusebio Argueta Melara (1927-2010), ex gobernador de San Salvador, ex candidato a Alcalde de San Salvador por el PCN en 1964, quien como antes mencioné  fue nuestra instructora en Teoría del Estado y Derecho Constitucional. La política reverbera en las venas de Marisol, ya que su abuelo paterno Eusebio Argueta (1883-1977) fue Alcalde San Salvador en 1945. 
                                          

 
    
El profesor titular de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, era Rolando Alvarenga Argueta, quien hablaba en un tono muy bajo, aun así muchos alumnos se quedaban en los pupitres de atrás. Algunos le pedían en vano que hablara más fuerte, pero no se acercaban al docente. Pero cuando su instructora,  Marisol Argueta, llegaba a darnos clases, causaba sensación, el salón se iluminaba, la atmósfera cambiaba y el ánimo del alumnado se reavivaba, sucedía que todos los que solían sentarse atrás, colmaban los pupitres de adelante y eran todos ojos y oídos para apreciar y escuchar a la expositora.






domingo, 16 de junio de 2024

EL MULTIFÁCETICO ABOGADO ERNESTO ALFONZO BUITRAGO

Por Joaquín Rivera Larios




Conocí al doctor Ernesto Alfonzo Buitrago, cuando fungió como Jefe de la Unidad de Resoluciones y Seguimiento de la PDDH(1995-1998), durante el mandato de la Procuradora Victoria Marina Velásquez de Avilés. Recuerdo que era inquieto, muy dado a debatir temas jurídicos y con una gran inclinación a la docencia. Entre bromas y risas, se destacaban a nivel de vox populi sus ímpetus don juanescos y su estilo noviero. Desconozco si este curioso aspecto de su chispeante personalidad es mito o realidad.

                                            



El doctor Buitrago tenía temple, proyección social, sentido de humor, una innata habilidad para el sarcasmo y le gustaba tomar la palabra en eventos. Cuando murió la compañera Erlinda Mojica, del Departamento de Denuncias de la PDDH, allá por el año 2000, quien creo fue alumna suya en la Universidad Salvadoreña Alberto Masferrer (USAM), a la par del féretro tomó la palabra en el camposanto ante una multitudinaria concurrencia y enalteció las cualidades de la fallecida, enfundado en un impecable traje negro, camisa blanca y corbata negra. Sabía ser solemne en sus intervenciones.
                                    


Como una singular muestra de su aguda inteligencia, recuerdo haber visto un memorándum que dirigió a sus colaboradores de la Unidad de Resoluciones y Seguimiento, en el que hacía un escrupuloso diagnóstico de las inconsistencias y vacíos que advertía en los proyectos de resolución, señalaba que se copiaban modelos de casos que no eran aplicables y no se adecuaban al hecho objeto de la resolución. Analizaba la calidad y la congruencia de la motivación que advertía en los proyectos, al tiempo que hacía recomendaciones muy puntuales para mejorar el trabajo.

                                


Aparte de las dotes oratorias y las habilidades histriónicas de las que el entonces bachiller Buitrago hacía gala en las vistas publicas, una edición de Diario El Mundo que data de 1970, bajo el encabezado “El José José de la Fiscalía”, da cuenta de otra cualidad del futuro abogado penalista, el don para el canto, publicando su foto mientras entonaba en una sala de audiencias “La nave del olvido”, icónica tonada del “Príncipe de la canción”, cuya entonación adecuada demanda una buena técnica vocal.

ABOGADO PENALISTA

En los años setenta, ochenta y noventa se labró un nombre en litigios penales, se le solía ver presuroso en los corrillos de los juzgados y tuvo presencia en casos de relevancia mediática. No era extraño que el doctor Buitrago oscilara en situaciones extremas: por un lado, era capaz de tener intervenciones geniales en litigios, bien sea verbalmente o por escrito; y por otro, incurrir en olvidos o errores que no le ocurren a un litigante con meridiana capacidad. Pero era alguien que se entregaba con pasión a su oficio de abogado penalista y no pasaba inadvertido.
                                    


Cuando ejerció la jefatura en la PDDH se le vinculaba a la defensa del caso INSEPRO-FINSEPRO, la mayor defraudación financiera en la historia del país hasta esa época, en la que se vio involucrado Roberto Mahies Hill, en ese tiempo representante del sector empresarial de ARENA, escandalo legal que estalló en julio de 1997 y desembocó en un veredicto absolutorio el 8 de junio de 2001. 

ESTUDIOS Y TRAYECTORIA PROFESIONAL

Abogado y Notario, graduado el 2 de julio de 1971 de la Universidad de El Salvador, su tesis versó sobre “La tradición del dominio y demás derechos”, con estudios superiores en Teoría Jurídica del Delito, Derecho Procesal Penal y Casación Penal. Fue Ponente en el Primer Congreso de Estudiantes de Derecho de El Salvador; en el Panel “Proceso de Paz en El Salvador; Informe de la Comisión de la Verdad, Aspectos Penales”, organizado por la UCA; en “la Primera Jornada de Estudios de la Abogados de El Salvador”

                                    

Docente de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal en las Universidades de El Salvador, José Simeón Cañas (UCA), Doctor José Matías Delgado, Salvadoreña Alberto Masferrer, Nueva San Salvador, en la que fue Decano de la Facultad de Derecho. En esta última universidad fue designado para que constituyera y formalizara los Planes de Estudios y por ende la fundación de dicha Escuela de Derecho.

En la producción jurídica, ha sido co-autor, juntamente con los juristas españoles Beatriz González Sánchez y Eduardo López Palomo, del texto ROL DEL DEFENSOR PÚBLICO EN EL NUEVO PROCESO PENAL SALVADOREÑO, patrocinado por la Procuraduría General de la República, bajo patrocinio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.

CUENTOS DE ABOGADOS

En el 2006 Ernesto Alfonzo Buitrago, nos premió con sus famosos “Cuentos de Abogados”, gracias a una publicación de la Dirección de Comunicaciones de la Corte Suprema de Justicia, en la que relata de forma jocosa e ingeniosa vivencias que tuvo como estudiante de la Universidad de El Salvador, Fiscal, Juez Quinto de lo Penal de San Salvador y como abogado en el libre ejercicio de la profesión.



Veía el libro en los estantes de los Juzgados de Paz que como juez suplente me tocaba cubrir, y lo hojeaba con avidez. Posteriormente lo obtuve préstamo interbibliotecario gracias a una valiosa gestión de la licenciada Blanquita Ramírez, Jefe de la Biblioteca de PDDH, que lo requirió a la biblioteca del Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ), apreciando como reliquia la dedicación que hace el autor del libro a David Gonzalo Cabezas (QDDG), entonces Presidente del CNJ.

Me deleitó la agudeza y picardía con que relata las anécdotas de los procesos penales y las vistas públicas, especialmente las narraciones concernientes a delitos sexuales, con la intervención de los memorables jurados. Son particularmente jocosos los cuentos “La cuádruple violación” y “El violador que escondió el arma”.
                                                    

Me impacto como relaciona la obra de Oscar Wilde “El Retrato de Dorian Grey” (1891) en el cuento “El inglés Dorian Grey en el foro salvadoreño”, cuando asocia el personaje literario con un adolescente chalateco de tez blanca, tranquilos ojos claros  y bien parecido a quien le toco acusar por un abominable homicidio. Al final su talente adolescente y buena pinta, le ayudaron a que se dejara sin efecto la condena, por haber sido declarado menor de edad.  


Buitrago pone en evidencia en sus amenos relatos que los jurados de antaño, además de sobornables, eran especialmente proclives a sucumbir ante ardides y a ser impresionados con discursos chocarreros que buscaban despertar lástima por el imputado como lo narra en “La viejita alquilada” y “El Preso que no fue maje”, ya que con frecuencia daban veredictos basados en aspectos subjetivos o extralegales.


En sus cuentos “La confesión en los tiempos de Conciliación” y “Los logros de la Confesión” censura el uso abusivo de la confesión obtenida por tortura que se utilizaba como la prueba por excelencia para obtener veredictos condenatorios, sin realizar una investigación exhaustiva del delito en los tiempos en que gobernaban los militares bajo la egida del Partido de Conciliación Nacional (PCN).

En el acápite “En cumplimiento de una Judicatura”, relata las experiencia que tuvo cuando asumió el Juzgado Quinto de lo Penal, a requerimiento del doctor José Roberto Oliva, entonces Magistrado de la CSJ, la cual era presidida por el doctor Miguel Antonio Granillo (1979-1982), aunque no menciona la fecha por los sucesos que relata y los personajes que involucra, se entiende que fue en 1980, cuando muchos jueces que venían de los gobiernos pecenistas fueron destituidos y reemplazados por abogados jóvenes que se suponía tenían pensamiento progresista.





Estando de juez le toco abordar la detención de Juan Chacón, del Bloque Popular Revolucionario, quien a su juicio fue consignado a su tribunal sin evidencia que respaldaran la acusación y de los insurgentes que se tomaron el local del Partido Demócrata Cristiano (hecho que fue perpetrado el 29 de enero de 1980 por las Ligas Populares 28 de Febrero), mostrándose defensora en ambos casos Marianela García Villas, quien fue su vecina en la infancia y adolescencia en un tranquilo barrio de San Salvador, donde juntos crecieron.
                                                

Narra que también le fue consignada en su Tribunal Norma Fidelina Guevara, a la sazón directiva del partido Unión Democrática Nacionalista, UDN, y posteriormente miembro prominente del FMLN, quien como muchos otros salvadoreños valientes, a juicio del autor, habían salido a la palestra política con reclamos al gobierno y participaciones populares en contra de éste, por lo cual le acumularon el delito de distribución de propaganda subversiva que no se probó, lo que motivó que no tuviese problemas para emitir su respectiva resolución de libertad.

En el acápite “Amenazas a un juez”, narra sin especificar la fecha ni el presidente de la República que ordenó la ocupación de la Universidad de El Salvador en julio de 1972, su indignación por la destrucción del patrimonio, pues con la ocupación se destruyeron innecesaria y bestialmente las bibliotecas, laboratorios, equipos médicos, odontológicos, farmaceúticos, archivos académicos, etc.

Además, refiere  literalmente que las fuerzas de ocupación  se robaron muebles y equipos de toda índole y que los invasores llegaron al extremo de rasgar con las ballonetas cuadros pictóricos de celebres personajes de la cultura salvadoreña, entre otros, el de Alberto Masferrer, Francisco Gavidia, etc.
                                                

En la presentación del libro que figura en la contraportada, el expresidente de la CSJ ,ex Ministro de Relaciones Exteriores y literato, Alfredo Martínez Moreno (1923-2021),  destaca el elemento moralizador y cívico que realza el valor narrativo de la obra, al atreverse el doctor Ernesto Alfonzo Buitrago a dar a conocer un conjunto de pensamientos y máximas de su autoría, que dignifican aún más esta respetable irradiación de su intelecto.

DECESO

Según una página web de la Asamblea Legislativa, en la Plenaria 22 celebrada el 18 de octubre de 2012, se tributó un Minuto de silencio por el fallecimiento del doctor Buitrago, destacado abogado, esposo de la doctora Anita Calderón de Buitrago, ex Magistrada de la Corte Suprema de Justicia (1994-2003), ex Procuradora General de la República, y ex Viceministra de Trabajo, junto al Arquitecto Bernardo Pohl, padre de la licenciada Lina Dolores Pohl Alfaro, entonces Viceministra de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Ambos connotados profesionales fallecieron el 13 de octubre de 2012.








                            
Al morir le sobrevivieron su esposa Anita Calderón de Buitrago y sus tres hijos: Ernesto Buitrago Calderón, Pablo Gabriel Buitrago Calderón y Rebeca Beatriz Buitrago de Estrada. De sus hijos he conocido y tratado a Ernesto, quien es excelente musico en el área de percusión (congas), actualmente incorporado al “Proyecto Acústico” que ejecuta Jazz latino.

Llama la atención que la licenciada Rebeca Beatriz Buitrago de Estrada es la autora del sugestivo dibujo que aparece portada del libro “Cuentos de Abogados”, en el que figura un joven togado Ernesto Alfonzo Buitrago, defendiendo a muchacho apesadumbrado, atrás de ambos la diosa de la justicia, Temis, encarnación del orden divino, el derecho y las buenas costumbres.




lunes, 10 de junio de 2024

ELEUTERIO SURIA, EL PADRE DEL AUTOR DE MIS DÍAS

Por Joaquín Rivera Larios



He aquí el retrato restaurado con el auxilio de inteligencia artificial del progenitor de mi padre,  obtenido por una gentil cortesía de su nieto Julio César Villafuerte (1931-2012).  Eleuterio Suria fue hijo legítimo de Francisca Mendoza y Jacinto Suria, casado con Julia Montes, dueño de Panadería El Alba, después Pan Palmera, ubicada en el Barrio Concepción de San Salvador.  

Era originario de Santa Tecla, La Libertad. Tuvo que haber nacido allá por 1873. Tenía 46 años cuando nació mi padre. En el tiempo en que Eleuterio Suria vino al mundo El Salvador era gobernado por el Mariscal de origen guatemalteco, Santiago González (9 de julio de 1872-1 de febrero de 1876).  

Mi progenitor fue concebido en una relación fortuita y furtiva, del empresario panadero con una aprendiz de panadería, Arcadia Rivera (1904-1994), que en esa época frisaba los quince años.



Esa furtiva relación emergió al abrigo de un viaje de su esposa por tierras norteamericanas, pero cuando ésta regresó, aquella joven debió abandonar el lecho por la puerta de atrás, con el producto de la concepción en su vientre. Mi hermano Álvaro en el poema "A mi padre" escribe: “El cinco de agosto de mil novecientos diecinueve/mi padre/se precipitó al mundo/porque dos sombras/ al azar, se atrajeron.”

Quizá esta foto del abuelo explique parcialmente el enigma que para mi rodea la personalidad de mi padre, porque me ayuda a reconstruir su historia. El autor de mis días fue descalzo hasta los quince años y voceador de periódicos para poder sobrevivir. Eleuterio Suria, fue un reconocido  y prospero empresario, mi padre luchó por serlo.


Procediendo de una cuna tan humilde y habiendo sufrido el látigo de la más despiadada pobreza, no me explicaba de dónde había heredado mi padre el gusto por el buen vestir, el buen hablar, los modales refinados, su apasionado amor por la lectura, y sobre todo, sus sueños de ser un gran empresario e industrial y engrandecer la economía nacional. Desde luego no lo logró, pero los sueños cuentan, porque se transmiten de generación en generación.

        


Aparte de la vena genética, otro factor dominante que modeló su forma de ser fue el tío Joaquín Rivera (1899-1966), el familiar más culto y distinguido de la primera mitad del siglo XX, a quien mi padre amaba entrañablemente; y desde luego, la época que le toco vivir, en la que no era extraño ver los domingos artesanos impecablemente trajeados, engalanando las plazas, portales y establecimientos de una minúscula ciudad de San Salvador.

La pregunta que surge es ¿Será cierto que gran parte de nuestro ser viene determinado por la genética, independientemente del entorno? Sin duda Eleuterio Suria, tenía estilo y presencia. La hija de él, María Luisa Suria, hermana de mi padre, fallecida en septiembre de 1985, era también una persona muy estimada y elegante.




Eleuterio Suria partió a la eternidad a los 65 años el 3 de diciembre de 1938 en el Barrio Concepción de San Salvador en pleno apogeo del régimen dictatorial de Maximiliano Hernández Martínez, sin haber reconocido a mi progenitor.

Contaba mi padre que cuando él lo fue a ver ya estaba ciego, murió asistido por el médico Arnoldo Hirleman. Su tumba yace en el Cementerio los Ilustres de San Salvador a la par del filántropo y banquero estadounidense, Benjamin Bloom (1873-1951).


A manera de conclusión,  cuando reflexiono en la capacidad en mental de mi padre y en sus talentos naturales, no puedo dejar de pensar en la herencia genética que recibió de Eleuterio Suria, el abuelo,  aquel que no le dio su apellido ni lo reconoció, pero su temperamento, inteligencia, personalidad tuvo que haber influido en su vástago ignorado.  

Desde luego que por estar la vida  de muchos antepasados envuelta en un halo de misterio, por la carencia de referencias fidedignas, solo nos queda conjeturar.