sábado, 26 de septiembre de 2020

GABY, JULIO VILLAGRÁN Y LA ESCUELA DE PADRES

Por Joaquín Rivera Larios 



Aprender a ser padres y madres amorosos y efectivos, nos puede ahorrar gran cantidad de angustias y dolores indecibles, nos puede ayudar a escuchar, comprender y comunicarnos con nuestros hijos, a fijarles límites en el seno de un hogar armonioso y sobrecogedor. Es importante saber apuntalar el progreso de la niñez, apoyando el despliegue de sus positivas inclinaciones.

En la educación de los hijos debemos potenciar las acciones preventivas, para evitar las remediales. Es importante reconocer que lo que hemos aprendido por nuestra propia experiencia es insuficiente, para acometer con éxito tan compleja faena.

En los años 2007 y 2008 tuve la magnífica oportunidad de participar junto con mi esposa en la Escuela de Padres de la Escuela San Alfonso, Mejicanos, y allí tuve el privilegio de tener como motivadores a Julio y Gaby Villagrán, quienes en el marco de un riguroso programa educativo, muy inteligentemente diseñado, abordaban con abierta participación de los padres, diversos temas como el matrimonio, la autoestima, la comunicación de la pareja, el desarrollo de la sexualidad, haciendo uso de libros de texto y material auditivo.

Era admirable la dedicación con que los facilitadores desarrollaban su función, además de la humildad y sinceridad con que relataron vivencias de su vida marital y familiar, confesando errores y problemas, triunfos y fracasos, lo cual fue sumamente edificante. Ellos tuvieron la habilidad de incitar a los participantes a romper el natural hermetismo, la desconfianza y abrir los cerrojos con los que solemos ocultar nuestra privacidad.

Con su ejemplo, estilo ameno y absoluto respeto a la dignidad y a las opiniones de los demás, Julio y Gaby Villagrán, motivaban a los participantes a narrar sus vivencias y percepciones, sabiendo entresacar de cada relato la lección respectiva para motivar la discusión, en un clima de cordialidad y camaradería.

El sistema interactivo de formación, permite a los participantes compartir sus propias visiones y experiencias en los diversos tópicos y escuchar relatos asombrosos, enternecedores, cautivadores, por momentos desgarradores, sobre el heroísmo de las madres y padres solos, los hogares mono parentales, los efectos del divorcio en los hijos, testimonios trágicos del maltrato a la niñez, narraciones de hombres que cumplen roles domésticos de manera espléndida, otros que cumplen ejemplarmente su responsabilidad paterna, sin haber tenido nunca el referente de un padre en su hogar.

Fueron conmovedores los relatos de madres solas, que además de sufrir diversas formas de discriminación, desde las más sutiles hasta las más drásticas, deben ingeniárselas para llenar los vacíos afectivos y materiales que genera la ausencia de la figura paterna en la formación del infante. En similar situación se encuentran a veces las madres que enviudan. Me impactó la entereza que tuvieron algunas participantes de decir desde la primera sesión que eran madres solteras.

Al contrastar vivencias, desde las más ordinarias hasta las más disímiles, se derriban tabúes, prejuicios, estereotipos, sobre la naturaleza humana o el trasfondo de las relaciones maritales y filiales. Naturalmente se daban polémicas sobre la educación sexual, las diferencias en la crianza de niños y niñas, la distribución de las tareas domésticas que en algunos hogares es atribución exclusiva de las mujeres.

Es curioso pero cada padre construye su propia metodología para educar y disciplinar a sus hijos, algunos afirmaban que tenían hijos con caracteres diametralmente opuestos, lo que conlleva que con cada uno se debían entablar un trato diferenciado, atendiendo al temperamento o el carácter o los hábitos propios de cada niño o niña.

Otros relataban con orgullo haber logrado articular un funcional modelo de relaciones con sus hijos que era una mezcla de ternura y rigor, de premio y castigo, de riguroso estudio combinado con pasatiempos. Hablaban de regímenes rigurosos para controlar el internet y los programas de televisión.

Ese flujo y reflujo de opiniones me sumergía casi siempre en un estado de introspección, que me permitía reflexionar en mis propias capacidades y potencialidades. Si otros han logrado revertir caídas estrepitosas, si han podido sobrellevar con éxito grandes carencias materiales y afectivas, si han logrado cumplir ciertas metas con sus hijos ¿Por qué no nosotros?

Lo que se aprende es que no hay recetas infalibles ni directrices petrificadas, sino ciertas pautas básicas de conducta que deben aplicarse gradualmente, dependiendo la coyuntura y los rasgos propios de personalidad de cada niño o niña. Cuando recuerdo con cierto dejo de melancolía, aquellas fructíferas y aleccionadoras sesiones sabatinas, me embarga un sentimiento de admiración y gratitud no solo hacia los motivadores, Gaby y Julio Villagrán, sino también hacia aquellos padres y madres abnegados, con quienes compartimos el ferviente anhelo de dar lo mejor de sí para encauzar a nuestros hijos por la senda de la felicidad.

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