Por Joaquín Rivera Larios
Desgraciadamente la memoria es corta e ingrata y suele sepultar las épicas jornadas que protagonizaron sobre el césped las figuras del balompié criollo. Es bueno desempolvar los recuerdos del director de orquesta, del armador del medio campo, fino, exquisito, animoso, considerado el mejor volante creativo en la historia del fútbol salvadoreño.

Los cerebros en el medio campo son escasos, aquellos que dirigen el ataque, que le inyectan ritmo y pausa al equipo, que maniobran bien en espacios cortos y que saben regatear, desmarcarse, generar espacios vacíos y colocar el balón en los pies del compañero mejor ubicado de cara al arco rival. No en vano cubría su espalda con el número diez, guarismo que en el deporte regularmente se reserva a los que rozan la excelencia.
En la memoria colectiva quedó grabado que clasificamos a España 82, gracias a la magistral jugada de Jorge “Mágico” González, quien arrastró varias marcas desde la medianía de la cancha, hasta disparar al portero mexicano, hundiendo el balón Ever “la Gacela” Hernández en el arco azteca, defendido por Prudencio Cortez, pero al final la clasificación se dio por uno combinación de resultados: el providencial triunfo sobre Haiti que devino de un gol en tiro de penal de Norberto Huezo y el empate 0-0 de Honduras frente a México.

Esta vigente en los recuerdos aquella gesta del octavo campeonato marciano producto de un triunfo 5-2 sobre Alianza F.C., integrado por Rubén Alonso, Joaquín Canales, Carlos Reyes, Ramón “el Primi” Maradiaga, Oscar Biegler, William Rosales Santillana, en la final escenificada el 25 de diciembre de 1985, bajo la conducción y el virtuosismo técnico de Norberto Huezo, que a la postre significó la última copa para las vitrinas marcianas.
Uno de los mejores artículos que leí con motivo del centenario de la Prensa Gráfica fue el que se publicó el jueves 19 de febrero de 2015, bajo el título “De esos creativos que el fútbol añora” en honor a Norberto Huezo "el Pajarito", quien junto a Jorge "Mágico" González, formó la mejor dupla que ha conocido el balompié cuscatleco.